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POP-ROCK | Día de la Música (25º Aniversario de Subterfuge)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un cumpleaños muy meritorio

Pauline en la Playa, Australian Blonde y Arizona Baby brillan en la fiesta del sello madrileño, inevitablemente desigual pero impecable de organización y sonido

Actuación del grupo Australian Blonde, en el centro cultural Matadero de Madrid
Actuación del grupo Australian Blonde, en el centro cultural Matadero de Madrid ÁLVARO GARCÍA

Sonaba a buen plan para recibir el verano, y más en fin de semana. Lo fue. Una docena de grupos por jornada, comparecencias breves, transiciones ágiles, un sonido irreprochable y un cartel lo bastante ecléctico como para curiosear, entusiasmarse a ratos y concederse paréntesis para el avituallamiento. La sesión transcurrió así, distendida y sin apreturas, hasta que a las 23.33 los resucitados Australian Blonde suministraron Chup chup, la canción que los hizo insospechadamente famosos, apuntaló a la discográfica anfitriona y definió los parámetros sonoros de eso que en 1994 llamábamos Generación X. Las 8.000 personas que brincaban como rejuvenecidos clientes del Kronen no provenían necesariamente de aquella añada, pero a los himnos se los acaba distinguiendo por su alcance intergeneracional.

El Día de la Música venía languideciendo en Madrid y las bodas de plata de Subterfuge sirvieron esta vez de excusa para hilvanar una fórmula diferente: exclusivamente nacional, pero con pedigrí alternativo y algunos reencuentros para soplar las velas de tan meritorio cumpleaños. Entre los redivivos se esperaba con curiosidad a Los Fresones Rebeldes, presentados por Juan de Pablos con inconfundible fervor y con tiempo para aportar una decena de ejemplos de su pop cándido, como de yeyés modernos. ¿Por qué me tengo que enamorar? y, sobre todo, el célebre Al amanecer se convirtieron en una sonora fiesta, pero esa exaltación del amateurismo y la voz nasal, monótona y remotamente afinada de Inés Fresona invocaban una frescura demodé. “Han pasado tropecientos años y no hemos aprendido nada”, resumió el guitarrista, Miguel Fresón, en un guiño que sin querer sonó más sincero que provocador.

La fiesta había comenzado horas antes, con La La Love You, Pantones, The Bright, Bravo Fisher!, Najwajean (otra resurrección sorprendente) y una muy atípica clemencia meteorológica en comparación con anteriores advenimientos veraniegos en el patio del Matadero. Nos ahorramos así soponcios y calorinas, aunque habría quien añorase la profusión de camisetas de tirantes, bermudas y demás ejemplos de esa liviandad textil que tanto ameniza visualmente los paréntesis entre conciertos y contribuye a estrechar lazos interpersonales. A falta de rigores solares, la energía la aportó el trío gijonés Dr Explosion con su pintoresca fusión de blues-rock calórico y guitarreo entre el público con unas letras mucho más desenfadadas y burlonas (Drácula yeyé, Eres feo chaval) de lo que el género sugiere.

El aire chistoso constituye el principal activo de L Kan, aunque esa necesidad de resultar simpáticos y bufos a cada frase acaba tornándose fatigosísima. Entre tanto electropetardeo, eso sí, el encendido alegato final de Heráclito resultó risible de puro surrealismo. En realidad, lo más serio, poético, fino y pulido de la noche fue también lo menos festivalero, ese delicioso pop ensoñador de Pauline en la Playa. Nadie como las hermanas Álvarez ha sabido sumergirse en el universo singularísimo de Vainica Doble, la dulzura irónica, el lirismo inesperado. Mar y Alicia no solo sonaron empastadas, sino que apuntalaron su ternura con preciosas pinceladas de saxo o clarinete. Y remataron con la hilarante (pero inteligente) Sola, de sus años como Undershakers.

Fue la mejor racha de la noche, con los hirsutos y campestres Arizona Baby exhibiendo una envidiable precisión instrumental acústica y su cantante, Javier Vielba, metido en la piel de líder carismático. Fran Fernández, espléndido de voz y arrollador en cuanto a pegada, no necesitó tanta locuacidad para ponerse al frente de los reconstituidos Australian Blonde. Su sonido actual como Fran Nixon no se parece en nada al que anoche rescató con absoluta solvencia, pero eso no hace sino avalar su versatilidad. Y el muy digno envejecimiento de un repertorio que la mayoría del público llevaba sin repasar unos cuantos años.

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