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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sencillamente democracia

La ciudadanía y los jóvenes que no tuvieron ocasión de votar la Constitución, tienen derecho a decidir el modelo de Estado

A partir del sorprendente anuncio de la abdicación del Rey de España se ha abierto un amplio e interesante debate sobre la necesidad u oportunidad de cambiar el modelo de Estado. No voy a extenderme en la oportunidad ya que esta es muy subjetiva, y ya hemos visto cómo muchos actores políticos se agarran como clavo ardiendo al argumento de que no existe suficiente consenso y de que la situación política y económica no lo recomienda. Aún así, no puedo evitar preguntarme sobre la oportunidad de la decisión de Juan Carlos de Borbón. ¿Sólo el Rey tiene el don de la oportunidad? Y ¿a qué intereses ha obedecido su abdicación? ¿A los intereses generales, a los de su familia, a los del gobierno del PP?

Precisamente ha sido la decisión del Rey la que ha abierto el melón de la forma de Estado. Con su abdicación se acaba un periodo de la historia de España que comenzó en plena dictadura, cuando Franco en julio de 1947 promulgó la ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, que se declaraba constituido en reino. En aquella decisión el dictador lo dejaba todo atado y bien atado, de esta manera intentaba que su sistema fascista se incardinara con la tradición monárquica española que se remontaba a los Reyes Católicos. El siguiente paso fue escoger a Juan Carlos de Borbón como futuro rey de España que se consagró (nunca tan bien dicho utilizando la acepción católica) en el año 1969 cuando fue elegido sucesor de Franco en la jefatura del Estado con el título de Príncipe de España, jurando lealtad a Franco y a los Principios del Movimiento. Culminó su carrera en el régimen franquista cuando fue proclamado rey en 1975.

A partir de esta fecha se abre su periodo democrático con el juramento a la Constitución de 1978, que define a España como un “Estado social y democrático de derecho”, organizado como una monarquía parlamentaria, en la cual la corona tiene básicamente funciones representativas. Con su abdicación se cierra su periplo político y permite poner sobre la mesa cualquier debate. Algunos quieren cerrarlo aduciendo que la Constitución ya define el sistema de gobierno del Estado y que no hay vuelta de hoja. Si se quiere cambiar hay que reformar la Constitución y eso ahora no toca.

Pues según mi opinión, sí que toca. Todos sabemos como se gestó el artículo institucional de la forma de Estado. Era un consenso con ruido de sables, con una democracia muy endeble y con consensos con los falangistas reciclados de Alianza Popular de Fraga Iribarne. Una situación concreta que necesitaba una solución especial que tuvo que ser aceptada también por los comunistas más proclives a un sistema republicano. Esta situación tan vulnerable ya no existe, se ha mantenido al Rey y a la monarquía hasta nuestros días, pensando que este sistema lo avalaba un consenso entre la ciudadanía.

La Constitución es interpretable y se modifica con facilidad pasmosa cuando interesa a los poderes públicos y económicos

Se ha acabado el periodo de consenso forzado. Si aceptamos al hijo del Rey como jefe del Estado vulneramos todos los principios de la democracia. El derecho de sangre no tiene nada que ver con la democracia y si este derecho medieval se consolida en España, podemos proclamar que la Constitución que lo avala no respeta las reglas democráticas, por lo cual hay que reformarla de manera inmediata.

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La Constitución es interpretable y se modifica, como ya hemos visto, con una facilidad pasmosa cuando interesa a los poderes públicos y económicos. Por encima de la Constitución están los principios de libertad e igualdad. Por encima del derecho de sangre está la libre y soberana decisión del pueblo. Si unimos estos dos preceptos estamos obligados a, una vez acabada la misión que le encomendó el pueblo a través de su Constitución, plantear si la monarquía tiene razón de ser como formula de gobierno, y la decisión vuelve a la soberanía popular. Ya no estamos en 1978, la situación no es la misma y la ciudadanía, sobretodo la gran mayoría de jóvenes que no tuvieron la oportunidad de votar la Constitución, tienen derecho a decidir el modelo de Estado.

Todo este proceso huele a rancio y nada democrático: Felipe de Borbón se proclamará rey ante las Cortes (no lo proclamaran las Cortes), vestido de uniforme militar y con desfile posterior. Además, el rey abdicado y su consorte tendrán aforamiento una vez acabado su reinado. No tiene ningún sentido, como afirmaba Joan J. Queralt el domingo pasado en éste periódico: “Quien, como el Rey tras la abdicación, ninguna función pública ejerce, ninguna protección específica merece”. En época de austeridad el Reino de España tendrá cuatro reyes y bien protegidos.

En definitiva, hay argumentos democráticos suficientes para abordar este debate, así que renuncio a apelar a los valores de la II República y de recordar cómo un gobierno legítimo fue derrocado por las fuerzas fascistas españolas y europeas. Sencillamente hablamos de democracia.

Joan Boada Masoliver es profesor de Historia

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