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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Dos almas? No: dos partidos

Mientras Navarro ha sido un ejemplo de juego limpio, algunos de sus adversarios internos lo han sido de todo lo contrario

Francesc de Carreras

La forma en que Núria Parlon anunció a la prensa que no se presentaba como candidata, es decir, justo antes de entrar en el Consejo Nacional del PSC y en el momento en que Pere Navarro empezaba su discurso de despedida, es un ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas. Tras este lamentable incidente, Parlon ha quedado descalificada para hacer política. En la política, como en la vida, hay que portarse con buena educación, única forma de hacer posible y agradable la convivencia.

Porque, efectivamente, la forma, las buenas maneras, han brillado por su ausencia en todo el proceso que ha forzado a Pere Navarro, primer secretario del PSC, a presentar la dimisión. Que los partidos son nidos de víboras es cosa sabida, aunque no todos los políticos sean víboras. En un partido puede y debe haber discrepancias, como en todo colectivo, pero estas discrepancias han de ser resueltas mediante el juego limpio y el respeto a las reglas democráticas establecidas. Mientras Navarro ha sido un ejemplo de todo ello, algunos de sus adversarios internos han sido ejemplo de todo lo contrario.

En primer lugar, está el asunto de los llamados diputados díscolos. En el debate interno dentro de los órganos competentes del partido, el asunto de apoyar o no la iniciativa legislativa para que el Estado traspasara sus competencias a la Generalitat en materia de referendos se discutió hasta la saciedad. Se discutió y se votó. Quienes fueron partidarios de dar soporte a esta posición —defendida por CiU, ERC e IC— alcanzaron un 15% de votos y los contrarios el 85%. No hubo unanimidad pero sí una mayoría aplastante. Pues bien, los diputados Geli, Elena y Ventura, con el apoyo de otros miembros del llamado sector catalanista, incumplieron el acuerdo al votar en el Parlamento de Cataluña. Primera deslealtad, no solo a Navarro sino a todo el partido, una clara ruptura con lo decidido mediante democracia interna.

Estos tres diputados, a renglón seguido, se han estado paseando por todos los programas de radio y televisión catalanas de signo nacionalista quejándose de la falta de democracia interna en el PSC: perdieron por 85 a 15, tras debatir y votar, y aun se quejan de falta de democracia, algo insólito en personas a las que, cuando menos, se les supone una inteligencia media. Los medios de comunicación nacionalista metiendo el dedo en la llaga y ellos prestándose a hacerles el juego. Un espectáculo bochornoso. Ahí quizás Navarro fue demasiado débil, demasiado componedor y educado, ya que hubiera debido urgir a la Comisión de Garantías para que resolviera inmediatamente estos actos de indisciplina.

La traición de los que están en tu bando siempre duele más, constituye una puñalada trapera que no esperas

Pero lo segundo no fue solo deslealtad sino traición, alevosa y mezquina: aquellos que estaban de acuerdo con las posiciones de Navarro, que formaban parte del 85% al que antes nos referíamos, para proteger sus propios intereses locales, bajo mano iban socavando su autoridad y poniéndole condiciones que le ataban de pies y manos. Sabater, Collboni y Parlon, eran los más significados. La traición de los que están en tu bando siempre duele más, constituye una puñalada trapera que no esperas y, dadas las circunstancias, Pere Navarro, una persona digna y con principios, un político de amplias miras, soltó amarras y dimitió.

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La crisis del PSC, que viene de lejos, ha dividido al partido con el tema de la independencia. Hasta ahora se decía que en el PSC convivían dos almas, ahora ya no son dos almas sino dos partidos de convivencia imposible. Los hermanos Maragall fueron los adelantados, las golondrinas que anuncian el vuelo hacia otros nidos. Abandonaron el partido y uno de ellos fundó otro, con escaso éxito, hasta que ha trasmigrado a ERC y se ha colocado de flamante eurodiputado. Después llegó la deslealtad del llamado sector catalanista, jaleado desde los medios independentistas, con las televisiones públicas catalanas como principal altavoz.

Pero el último episodio que ha dado lugar a la dimisión de Navarro ha sido más denigrante, no está motivado en razones ideológicas sino en simples intereses personales, en la supervivencia de ciertos alcaldes y los intereses de candidatos a alcaldes bajo el amparo de responsables territoriales de zonas en las que peligraba su actual posición en las próximas elecciones municipales. Se trataba de salvar los muebles de sus cotos cerrados sin importarles el conjunto del partido y, menos aún, las repercusiones en los socialistas del resto de España.

Navarro era un estorbo, pensaba en una España federal y era un freno a las aspiraciones independentistas. Ellos no estaban en contra de estos proyectos pero pensaban que había que disimular para no desentonar de la ola mediática dominante. La suma de intereses locales no forma un partido sino que lo divide. Para recomponerlo hace falta una dirección que piense en el conjunto, no en los contrapuestos intereses de sus partes. Un partido solo debe tener un alma, no dos y, menos aún, muchas más. Esta es la tarea que le aguarda al próximo primer secretario.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional

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