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Poeta a contracorriente

Manuel Ruiz Amezcua publica su antología poética de los últimos 40 años

Ginés Donaire
El poeta Manuel Ruiz Amezcua, en Jaén.
El poeta Manuel Ruiz Amezcua, en Jaén.josé manuel pedrosa

Manuel Ruiz Amezcua pertenece a un linaje muy antiguo en la literatura; el de los negadores apasionados, los acusadores furiosos, los disconformes que encuentran en todas partes y en todas las cosas una razón para la disidencia”. El escritor y académico Antonio Muñoz Molina define de este modo a su paisano, el poeta Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952), que acaba de publicar su antología poética de los últimos 40 años de la mano de Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores.

Ruiz Amezcua, que durante 35 años trabajó como profesor de Lengua Castellana y Literatura en varios institutos andaluces, empezó a escribir poesía cuando todavía era un estudiante de bachillerato y los últimos los ha escrito ya jubilado. “Su travesía en el desierto ha resultado una residencia en el desierto. Ha ido a su aire. Y en esa soledad ha inventado un mundo poético que es exclusivamente suyo, sin músicas prestadas, pero que se alimenta de esa escuela universal de los negadores radicales, en particular de los que la han cultivado en nuestra propia lengua”, abunda Muñoz Molina sobre la trayectoria del poeta galduriense. Un creador contracorriente cuyas influencias tiene mucho que ver con la escuela española de la disidencia, desde Santa Teresa a Cervantes pasando por Quevedo, Bécquer, Blas de Otero, Lorca o Miguel Hernández.

Mención especial merece la influencia que ha ejercido el poeta de Orihuela en la obra de Ruiz Amezcua. Hay un poema dedicado a él, Espejo ciego, que aparece en su libro Las voces imposibles, que marca el punto de partida de la madurez del escritor jiennense. “El poema tiene una condición doble y simultánea de manifiesto poético y de declaración civil, igual que lo tiene de mirada hacia el pasado negro de la muerte de Hernández y al de la injusticia presente que no parece que vaya a terminar nunca, porque tiene algo de fatalismo trágico de nuestra naturaleza, el del dolor y la extinción”.

Precisamente, en uno de sus últimos libros, La resistencia (2011) Ruiz Amezcua incluye un poema, Peor que el fracaso, donde muestra toda su exasperación: “Vuelvo a ciudades/ a las que no quiero volver./ Veo a gentes a las que no quiero ver/ y vivo en sitios donde ya he vivido/ y no quiero vivir”. A juicio del académico Muñoz Molina, en este libro “la furia de Ruiz Amezcua está más afilada que nunca, pero junto a ella hay una serenidad nueva, que no sólo tiene que ver con la madurez vital, y que linda a veces con las experiencias nada tranquilizadoras de la muerte súbita y los hospitales”.

El premio Nobel José Saramago dijo antes de su muerte que la obra de Ruiz Amezcua es una “poesía dolorida, pero no sin esperanza”. Y agregaba: “En los tiempos de hoy cuesta mucho trabajo mantener la cabeza levantada. Quizá la poesía sea la mejor palanca. Una novela nunca da la sensación de poder levantar el mundo. La poesía sí. Como esta suya”.

Autor de más de una veintena de libros de poesía y ensayos desde que en 1974 viera la luz su primer poemario, Humana raíz, Manuel Ruiz Amezcua decidió el año pasado legar toda su obra literaria a la Biblioteca Nacional, adonde han llegado más de 500 cartas que el poeta jiennense se cruzó con algunos de los autores más representativos del último medio siglo. Autores como Julio Caro Baroja, Fernando Fernán-Gómez, Paco Rabal, Antonio Lobo Antunes o José Saramago glosaron sobre la poesía comprometida e inconformista de Ruiz Amezcua.

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