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Castellón, promesas incumplidas del PP

Cinco propuestas, arquitectos estrella, y millones gastados para nada Camps anunció una Ciudad de la Música con capacidad para 40.000 personas

Santiago Calatrava, izquierda, explica a Francisco Camps y Carlos Fabra el Centre de Convencions que se iba a construir en Castellón. A la derecha, Alberto Fabra.
Santiago Calatrava, izquierda, explica a Francisco Camps y Carlos Fabra el Centre de Convencions que se iba a construir en Castellón. A la derecha, Alberto Fabra.ÀNGEL SÁNCHEZ

El arquitecto Santiago Calatrava visitó Castellón en diciembre de 2007 para firmar con el expresidente del Consell, Francisco Camps, y el entonces alcalde, Alberto Fabra, el compromiso de levantar un edificio emblemático en la ciudad. “En realidad no sé cómo será, pero será trascendente”, dijo. Acto seguido cogió un rotulador y dibujó una mujer sentada en el suelo y con una paloma en la mano. Medio año después regresó con la maqueta del proyecto, que remató con una torre de 151 metros. Su diseño costaba en millones de euros, 40 más de lo previsto por la Generalitat. El edificio, llamado Centre de Convencions, no pasó de ahí, pero Calatrava se embolsó 2,7 millones por los estudios.

Hasta cinco megaproyectos anunciados por el PP y promovidos por la Generalitat, Diputación y Ayuntamiento de Castellón para la provincia, como el de Calatrava, se han esfumado en el aire. Planes llamados a convertir a Castellón en “referente mundial” en arquitectura, enseñanza de idiomas, turismo y hasta de la música que se anunciaron en los últimos años de la explosión económica y en los primeros del estallido de la crisis y que solo han servido para aumentar el gasto en estudios de viabilidad, maquetas y salarios de los cargos creados para la ocasión.

Proyectos fallidos

Mundo Ilusión. Ideado por Carlos Fabra en 1999 a semejanza de Terra Mítica. El Consell gastó millones en estudios y sueldos.

Ciudad de las Lenguas. Anunciado en 2005 con una inversión de 80 millones.

Ciudad de la Música. Un plan para Benicàssim que nunca pasó de la ficción al frustrarse el PAI que daría el solar al Consell.

Edificios de Calatrava y Gehry. Anunciados en 2007 y 2008. En el caso de Gehry, no se supo del proyecto más allá del encargo.

El último en recibir el golpe ha sido la Ciudad de las Lenguas. Un proyecto que sirvió para recolocar a un dimitido alcalde, José Luis Gimeno. El Consell ratificó la semana pasada que lo dejaba en suspenso a la espera de tiempos mejores. La Ciudad de las Lenguas tenía una inversión inicial de 215 millones (80 de ellos públicos). Pero no han dado la puntilla a esta obra faraónica que iba a llenar de hoteles y aulas una de las zonas más consolidadas y de mayor atractivo turístico del Grau de Castellón: el aeroclub. El secretario autonómico del sector público, Pedro García Ribot, que anunció la suspensión del plan instó, en la misma intervención, a continuar con los trabajos para hacerse con ese espacio.

“Estamos radicalmente en contra, no solo por los arquitectos estrella, sino porque eso no se puede hacer en Castellón”, defiende Jaime Prior, presidente del colegio de Arquitectos de Castellón, que critica la Ciudad de las Lenguas porque va encaminada a “eliminar” la excepcionalidad de la zona. Según dice, no hay explicación para tanta megalomanía. “En cierta forma, desde el colegio nos alegramos de que no hayan salido adelante, pero es una pena que esa inversión se haya perdido para la provincia porque se podían haber hecho cosas más modestas, que no habrían tenido un titular pero habrían sido más útiles”, dice. El problema es que el diseño del territorio, apunta, se ha hecho desde el punto de vista del político y del empresario privilegiado. Y así nacen proyectos “que no eran necesidades”.

El primero en abrir camino (tras anunciarse el aeropuerto) fue Mundo Ilusión, un parque temático ideado por Carlos Fabra y asumido por la Generalitat. El Consell llegó a cifrarlo en 108 millones. La idea nació en 1999 y murió diez años después. El propio Fabra fue el encargado de anunciar la suspensión del proyecto.

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A partir de 2006 la megalomanía se disparó. Ese año, el expresidente Francisco Camps anunció la Ciudad de la Música en Benicàssim, un gran espacio con 20 salas de ensayo, un escenario para 40.000 personas y otros tres de 10.000, 5.000 y 1.200, edificios para camerinos, salas de prensa, etc. La obtención del suelo se vinculó al desarrollo del PAI del Ocio que se paró en 2010.

A otro gran PAI, el de Mestrets en la capital de La Plana, se vincularon otros dos grandes edificios. El Centre de Convencions de Calatrava y el rectorado de la Universidad Internacional Valenciana (VIU) que se encargó al arquitecto Frank Gehry. También estos planes se han quedado sobre la mesa.

Las víctimas de la megalomanía

L. O., Castellón

Agripina Gutiérrez no olvida las lágrimas de su hijo cuando a la edad de seis años le preguntaba que dónde iban a ir si les echaban de su casa. Su historia es una de las de decenas de vecinos que de la noche a la mañana se convirtieron en víctimas de la megalomanía. El Ayuntamiento de Castellón anunció en 2003 su plan estrella: un PAI de casi un millón de metros cuadrados con 6.000 viviendas donde se construirían el Centre de Convencions de Calatrava y el rectorado de la VIU de Frank Ghery. Los pocos vecinos que residían allí cargarían con el coste de unas dotaciones que se iban a levantar en otros puntos de la ciudad.

Para que el PAI se ejecutara era imprescindible el derribo de medio centenar de masets tradicionales. La demolición era tan inminente y el coste de las cargas tan alto que la mayoría de los vecinos decidieron aceptar unas indemnizaciones que no han cobrado. Los menos se quedaron para defender sus casas y comenzar la batalla contra Goliat. "Estuvimos yendo durante cinco años a todos los plenos, me iba a trabajar con la pancarta en el bolso", recuerda Lluïsa Pérez.

Agripina, Lluïsa Eliseo, Clemente, Ada y Vicent son algunos de estos vecinos que ahora recogen los frutos de su protesta. Una nueva sentencia del TSJ ha anulado el plan y el Ayuntamiento ha acabado desistiendo. "Es una victoria agridulce, toda la zona se ha degradado; las casas se abandonaron y están con okupas", dice Lluïsa. De cuarenta familias han quedado quince. También ella destaca los más de diez años de lucha: "Mis hijos han crecido viendo a sus padres preocupados". Y cómo la salud ha hecho mella en la mayoría. "Hubo un vecino que se murió cuando le comunicaron la fecha del derribo, y eso no se olvida", señalan.

Pese a la victoria judicial no hay euforia. “Hemos sufrido los delirios de grandeza de los políticos, hasta que no me digan en un papel que mi casa no se tira no me lo creeré”, dice Agripina.

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