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Los andamios del conocimiento

La catedral de Santa María de Vitoria se reabre al culto tras 20 años de obras visitadas por 1,2 millones de personas

Ceremonia religiosa durante la reapertura de la catedral de San María de Vitoria.
Ceremonia religiosa durante la reapertura de la catedral de San María de Vitoria.adrián ruiz de hierro (efe)

Los andamios, foco del terror de los más supersticiosos, han sido durante dos décadas el talismán de uno de los edificios más conocidos de Vitoria. La catedral de Santa María abre este lunes sus puertas al culto tras 20 años cerrada para quienes acudían a rezar pero abierta de par en par a la ciudadanía, para la que las obras de rehabilitación se han convertido en la excusa perfecta para conocer los misterios que guardaba lo que en realidad es una gran biblioteca gótica sobre la historia de la ciudad o el mundo de las fortificaciones. Ayer, sin cascos y sin esqueletos a pie de banco, el templo volvió a acoger a los fieles con la solemnidad de las grandes ocasiones.

Se abre así la nueva etapa de la catedral, la del fin de las obras esenciales para su supervivencia, puesta en duda en 1994 por su deteriorado estado, que llevó a temer por el derrumbe del templo. Curados los problemas de cimentación, estructuras y bóvedas, a partir de ahora habrá andamios durante unos cuantos años más porque queda mucho por hacer, como las cubiertas o la restauración de las campanas. Y se mantendrá la monitorización del templo para evitar volver a la casilla de salida. Pero, sobre todo, la catedral aspira a seguir siendo lo que la ha hecho famosa, un centro que alberga historias y que acerca al visitante a otras épocas y a otros modos de vida.

“En una sociedad cada vez más laica, la conservación se entiende como una obligación, una carga; eso es un error, hay que saber mostrar que se convierte en un derecho”, resalta el arquitecto Juan Ignacio Lasagabaster, director de la fundación que gestiona la rehabilitación de la catedral y todo el proyecto que gira a su alrededor. Este experto, artífice del plan de rehabilitación que se empezó a implementar en el año 2000, defiende utilizar la catedral no solo para el culto, sino también para usos culturales. “La acústica, por ejemplo, es muy buena, los conciertos o los teatros, sean de temática religiosa o no, tienen aquí un gran espacio”, insiste. La diócesis de Vitoria ha sido durante todos estos años “sensible” al proceso que ha vivido la catedral. La cesión del uso es de 30 años, un plazo que ahora ambas partes, que convivirán con más intensidad al compaginar el culto con el resto de la actividad de la catedral, negocian para estirarlo.

En total, han visitado la catedral 1.250.000 personas, y cada día desfilan por ella dos aulas. Al año, nada menos que 5.000 escolares escuchan las explicaciones de los guías y se ponen manos a la obra en los talleres. A ellos se suman hasta en torno a 300 profesionales que han participado en las obras.

Con casi 24 millones de inversión que se consideran sobradamente recuperados —con retornos cuatro veces superiores— a través del turismo, el proyecto se ha extendido a lo largo de la ciudad en términos económicos y culturales. Pero también el fenómeno del conocido Abierto por obras se ha extendido a otras ciudades y países, tanto a través del libro de Ken Follet Un mundo sin fin, para el que el autor tomó nota de la catedral vitoriana, como con los convenios firmados con distintos templos con una reforma pendiente. Y es que el lema se convirtió en una marca, con una metodología detrás, que ha sido aplicada en catedrales e iglesias desde Uruguay hasta Sevilla. La expansión también ha sido física, con la adquisición de prácticamente toda la manzana en la que se encuentra el templo por la fundación.

¿Se acabó el filón? “Al contrario, en mayo hemos tenido los mismos visitantes que en la época de Ken Follet”, resalta el director. Ya no habrá esqueletos a la vista, pero sí visitas a las bóvedas góticas a las que se llega a través del triforio de la iglesia, o recorridos por las criptas, con espacios de nueve metros de alto escondidos bajo el suelo de la catedral que todavía tiene mucho que enseñar.

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