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Paseo por Barcelona con Picasso

El museo del artista expone las azoteas, playas y calles que pintó hasta 1904

José Ángel Montañés
Azoteas de Barcelona, el cuadro estrella de la exposición Paisajes de Barcelona en el Picasso
Azoteas de Barcelona, el cuadro estrella de la exposición Paisajes de Barcelona en el Picasso a. garcía (efe)

Picasso emigró con su familia a Barcelona en 1895 con apenas 13 años. El joven pintor, en un momento decisivo de su vida, dedicaba sus jornadas, además de asistir a clases en la Escuela de Bellas Artes de la Llotja, a pintar las calles, las playas y las azoteas que se veían desde el terrado de su casa de esta zona de la ciudad, cercana del mar y del puerto de la ciudad, en la que tuvo sus talleres (en las calles Esdudellers Blancs, Riera de Sant Joan, Nou de la Rambla y Comerç) y vivió hasta su marcha definitiva a París en 1904. Estas obras de juventud, la mayoría de pequeño formato realizadas en tablas de madera o incluso en pequeños cuadernos de dibujo que siempre llevaba el pintor, pese a que han pasado más de cien años desde su creación, se han convertido en joyas que el museo del pintor en Barcelona atesora, muy cerca de donde fueron pintadas.

Paisajes de Barcelona muestra un conjunto 30 pinturas y dibujos realizados en esa etapa, un paseo por los escenarios de la Barcelona que él conoció intensamente y que permiten comprobar cómo acabó vinculado con la vanguardia artística catalana y llegó a la creación de su primer estilo personal: la época azul. “Jamás dedicó Picasso tantas obras a ninguna otra ciudad”, explica la comisaria de la exposición Claustre Rafart, conservadora de obra gráfica del Museo y autora en 2007 de un libro que analizaba este mismo asunto.

La muestra reune

Abre la exposición un fragmento de Barcelona, perla del Mediterráneo, película rodada por la Sociedad de Atracción de Forasteros para promocionar la ciudad; una especie de tráveling de la costa y el puerto de la ciudad, que volvemos a ver en las primeras pinturas del artista como Playa de la Barceloneta, Hombre sentado en la playa de la Barceloneta o Sierra de Marina, los tres de 1896. Picasso recorrió y pintó las calles de su entorno, monumentos como el claustro románico de Sant Pau del Camp o detalles de la Catedral y jardines como el Parc de la Ciutadella, donde le obsesionó (al menos la pintó tres veces) un diorama de la montaña de Montserrat construido para la Exposición de 1888 y que hoy todavía funciona como uno de los decorados del Zoo de Barcelona. Pero sobre todo sube a los terrados y pinta lo que desde ellos se ve, como la cercana Basílica de la Mercè, coronada con la imagen de la virgen en 1897, o los depósitos de agua de la Casa de Xifré (que pintó en dos ocasiones) la primera que tenía agua potable de toda la ciudad y símbolo de la ciudad moderna que también llamó la atención de Picasso.

Las pinturas están acompañadas de 18 fotografías de época de la ciudad, que permiten ver cómo era Barcelona en ese momento e identificar muchos de los lugares pintados por el genio. Por ejemplo, dos rincones del parque de la Ciutadella que hasta ahora no estaban localizados. La exposición, que podrá verse hasta el 14 de septiembre, concluye con la obra El paseo de Colón, que Picasso realizó durante uno de sus viajes a la ciudad en 1917, cuando ya era un pintor reconocido internacionalmente, desde el Hotel Ranzini, donde estaban hospedados los Ballets Rusos y, sobre todo, Olga Khokhlova, con la que acabó casado. En este momento el pintor ya era cubista.

“Picasso es sobre todo un retratista y un pintor de naturalezas muertas, pero no un paisajista”, asegura Rafart. Es verdad que el pintor maduro no se prodigó en esos temas, pero sí en las que realizó en la juventud, su etapa de aprendizaje. Por suerte, y generosidad de Picasso, todas estas obras, que estuvieron en poder de la madre y la hermana del pintor, fueron donadas en 1970 para nutrir el museo de Barcelona. “El único creado en vida del Picasso”, remarca Rafart.

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Todas las obras menos una, precisamente llamada Azoteas de Barcelona, pintado en 1903 y que siempre acompañó al artista y colgaba en las paredes de sus casas. Fue regalo de su mujer Jacqueline que lo donó al morir al estado español con la condición de que acabara en Barcelona, en el mismo lugar donde fue pintado. Es la estrella de esta exposición.

 

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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