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Caetano Veloso contra los ‘modernos’

El genio brasileiro marca el arranque del Primavera Sound de Oporto

En un bar de carretera a las afueras de Oporto un mensaje en un tablón avisa a los vecinos que necesiten ir al médico de que los sábados, en el ambulatorio, hay unas horas de consulta gratuita. Es jueves y esa noche, en el Parque da Cidade, Caetano Veloso canta con muy mala idea que “el imperio de la ley ha de llegar al corazón del Pará”. Hay algún barbudo con tupé perplejo, pero el público reverente, que se cuenta por miles, asiente. El Primavera Sound se pone serio.

Caetano es la estrella de la primera jornada del festival portugués de música independiente, en el que la concurrencia se ha tomado a pecho el festejo de la estación. Muchas asistentes van tocadas con coronas de flores, se reparten girasoles de plástico de metro y medio y una caseta antes de los escenarios vende plantas, en macetas. El público es variado, con lógica predominancia de portugueses y gallegos, pero también andaluces, cuadrillas de noruegos sorprendidos por el entusiasmo del interlocutor respecto a las similitudes entre un fiordo y las rías gallegas o alemanas que terminan por hartarse de oír exabruptos sobre su canciller.

Los conciertos empiezan a las seis con Rodrigo Amarante y Os da Cidade, únicos participantes nacionales del día los segundos. Está nublado pero la temperatura es agradable cuanda salta a escena Spoon. La banda texana, a la que se compara con Wilco o Eels, acumula 20 años de trayectoria muy difícil de resumir en los tres cuartos de hora de que dispone, así que se centraron en sus clásicos, como ‘I turn my camera on’, ‘The way we get by’ o ‘The underdog’, de la década pasada, la más prolífica.

La edad de la audiencia baja una década para aplaudir –o gritar nerviosamente, en las filas cercanas al escenario- a Sky Ferreira. Que el apellido no lleve a engaño: lo primero que hace es preguntar cómo se dice “gracias” en portugués. Nacida en Los Ángeles en los noventa, Ferreira canta como en los ochenta, con influencias metidas en una olla en la que caben de Cindy Lauper a Madonna, la New Age entera, Placebo o Muse. Menuda y susurrante –a veces la voz se ahogaba entre los teclados- era difícil no ceder y bailar ante la música, que se ha definido como ‘dance-pop’, probablemente con acierto. Cuando se quitó las gafas de sol la gente se volvió loca.

Pero todo eran fuegos de artificio comparado con lo que vino después. Caetano Veloso tuvo la mejor franja horaria y más tiempo que el resto para deleitar. El baiano lleva tres discos en formato rock con la banda Cé y el último, ‘Abraçaço’ empieza con sarcasmo. ‘A bossa nova é foda’, frase suya de cabreo respecto al desprecio patrio al género a la que le dio la vuelta, aprovechando que ‘foda’ denota en portugués algo muy bueno o muy malo según el contexto. Las canciones del trabajo más reciente se sucedieron con los clásicos como ‘Baby’ o ‘Triste Bahía’. Bailó, se tiró al suelo, hizo de estrella. Cuando atacó ‘Leãozinho’ el monte estaba cubierto de gente. Hubo bis, que se cerró finalmente con ‘A luz da tieta’, coreada con júbilo.

Tras la catarsis de medianoche, y ya con algo menos de concurrencia subieron a escena Haim, un trío de hermanas rockeras de Los Ángeles que aseguraron que les gustaba improvisar y, efectivamente, se lanzaron con riffs estilo Led Zeppelin que animaban al bote. Una de ellas se atrevió con las percusiones, vigilada de cerca por el baterista principal, muy competente. De la misma ciudad, aunque de otro barrio, es Kendrick Lamar, rapero al que se compara con Tupac y que como guiño al público soltaba “sim” en vez de “yes” entre verso y verso. Cerraron la noche ya de madrugada Jagwar Ma, australianos con ecos de los ochenta ingleses. Rock para bailar que recordaba a los Happy Mondays. El cantante estaba un poco afónico, quizás por las gotas que empezó a caer después de que terminase Veloso, al que respetó hasta la lluvia.

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