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Critica| teatro | LEBENSRAUM

Buster Keaton y su criada Coppelia

El sueco Jakob Ahlbom dirige y coprotagoniza un sensacional vodevil mudo en el Teatro de La Abadía

Javier Vallejo

Un vodevil mudo chispeante, agilísimo, conciso, inspirado en El espantapájaros (1920), corto de veinte minutos en el que Buster Keaton y Eddie Cline conviven en una casa minúscula y compiten por una bailarina incipiente. Su título alude a la lucha por el espacio vital, sea a escala geopolítica o doméstica (como en Tres hermanas, donde la cuñada se va apropiando paso a paso de la casa de sus anfitrionas). En Lebensraum, Buster y mister Keaton (o Keaton y su doble), interpretados acrobáticamente por Reinier Schimmel y Jakop Ahlbom, entran, salen, reaparecen y desaparecen como por ensalmo de un salón-cocina-cuarto de baño (todo en uno) cuasi idéntico al de la película, hasta que uno de ellos vuelve cargado con una muñeca a escala humana, que, cual Coppelia, cobra vida en cuanto la dejan sola.

ficha técnica

LEBENSRAUM

Idea original: Jakop Ahlbom. Dramaturgia: Judith Wendel. Intérpretes: Reinier Schimmel, J. Ahlbom, Silke Hundertmark, Leonard Lucieer y Empee Holwerda. Luz: Yuri Schreuders. Música: Alamo Race Track. Escenografía: Douwe Hibma y J. Ahlbom. Teatro de la Abadía. Del 5 al 8 de junio.

Suceda lo que suceda en escena, Schimmel y Ahlbom mantienen esa perplejidad impasible característica del Gran Cara de Palo. En su pantomima genial, los objetos se personifican y las personas se cosifican: la muñeca, de faz color carne, parece más humana que sus enharinados anfitriones, que pronto le endosan cubo y fregona, por si no tenía claro lo que esperan de ella. Poco a poco, el protagonismo se va desplazando hacia el personaje femenino, interpretado por la bailarina Silke Hundertmark con un virtuosismo que evoca a la protagonista del mencionado ballet de Saint-Léon y Nuittier con música de Delibes, al trío de Muñecos (coreografía de Alberto Méndez), a las marionetas humanas de Ariane Mnouchkine y la transustanciación profana de Sonja, relatada por Tatiana Tolstaya (nieta de Tolstoi) y el director letón Alvin Hermanis.

En Lebensraum, Jakop Ahlbom, su director e ideólogo, recupera y renueva una tradición orillada: la del teatro físico y de variedades, mejor conocida hoy por el público español a través del cine mudo que del espectáculo en vivo. La música de inspiración folk de la Alamo Race Track, interpretada en escena por Leonard Lucieer y Empee Holwerda, conduce la acción como una seda, mientras sus compañeros actores se prodigan en piruetas dadaístas, quiebros humorísticos y golpes de magia. El público de anoche gozó de lo lindo con todo ello.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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