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El jefe de la Carioca, condenado a 21 años de cárcel por maltratar a su mujer

García Adán ingresa inmediatamente en la prisión de Bonxe por el riesgo de fuga tras oir la sentencia por agresión sexual y malos tratos a su exmujer

José Manuel García Adán llegando al juzgado
José Manuel García Adán llegando al juzgado PEDRO AGRELO

“La última vez fue la peor”. Adán la telefoneó desde el piso y le dijo que quería “arreglar las cosas”. Era oir su voz y a ella la invadía el “pánico”. Como ya varias veces había sido amenazada de muerte, antes de acudir a la cita le rogó a la amiga con la que estaba que llamase a la policía “si en 10 minutos no volvía”. Cuando llegó a su domicilio, en Lugo, se encontró a su esposo rodeado de facturas de móvil. Eran las del teléfono de ella. El proxeneta José Manuel García Adán, cabecilla de la trama Carioca, las había desperdigado por todas partes. Al entrar la mujer, cerró la puerta con llave pero la dejó puesta. Empezó a preguntarle de quién eran esos números. La llevó a la habitación, le puso delante un papel en blanco y le mandó anotar en él todos sus “pecados”. Ella “no sabía lo que tenía que escribir”.

Entonces comenzó el interrogatorio, a cada pregunta que la mujer no contestaba él le “daba una bofetada”. Le enseñó una foto de antes del embarazo y le decía: “Mira cómo eras, el cuerpo que tenías, y el asco de cuerpo que tienes ahora”. Y la amenazó: “De aquí o sales tú o salgo yo, pero los dos, no”. Le arrancó la ropa y la “violó por todas partes” mientras “se metía rayas”. Cuando se sintió saciado de sexo, “se fue a la cocina a comer flanes”. Ella aprovechó el momento para deslizarse sigilosamente hasta la entrada, abrió la cerradura y huyó escaleras abajo. Iba sangrando, vestida solo con una camiseta. Se tapó como pudo de cintura hacia abajo con una chaqueta y cruzó la calle para buscar refugio en casa de su amiga. “Corre, corre, me cago en Dios, que ya te pillaré”, le gritaba él desde el balcón. “Era domingo”, la víctima se acuerda porque “no había casi nadie por ahí”.

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La que fue durante nueve años pareja del temido dueño del Queen's y el Colina, dos de los principales burdeles desmantelados durante la Operación Carioca en 2009, engrosa la larga lista de testigos y víctimas de las supuestas actividades delictivas de una mafia tejida por proxenetas y agentes del orden de la ciudad. En primavera de 2010, la mujer, que había trabajado en el Queen's como recepcionista, rompió años de silencio y agonía, y describió ante la juez de Lara un aterrador ambiente doméstico. El episodio relatado no es más que una muestra del rosario de vejaciones que aparecen en el sumario y que ayer la sección dos de la Audiencia de Lugo consideró probadas. El primer gran juicio derivado de la Carioca de los que le esperan en adelante a José Manuel García Adán se salda con una condena de 20 años y seis meses. En octubre había abandonado la cárcel después de agotar el tiempo máximo, cuatro años, de prisión provisional mientras la magistrada sigue investigando la trama de proxenetismo y tráfico de mujeres. Actualmente, De Lara intenta probar el homicidio en el prostíbulo de una mujer de la que no quedó rastro.

La condena es 10 años menor de la que reclamaban para él la fiscal y la acusación particular, y esto, porque varios de los delitos de los que le acusaba su esposa se consideran prescritos, y sobre todo porque los tres momentos de retención ilegal que ella contó plantearon a los jueces dudas del lugar en el que se produjeron y no fueron corroborados por nadie más. Efectivamente, según ella misma sostuvo siempre, Adán no dejaba que nadie se acercase al cuarto donde supuestamente la tenía recluida bajo amenaza. La víctima declaró que los encierros a la fuerza duraban días enteros, uno de ellos hasta tres. En ese tiempo, según ella, no le dio de comer ni la dejó salir al baño. Al final logró desmontar la cama y forzar la puerta con una de las tablas. Salió corriendo mientras él disparaba al aire.

Pero los que sí considera probados la Audiencia son los delitos de malos tratos en el ámbito familiar, de violencia habitual, de amenazas y de agresión sexual de forma continuada. Este último es el que más pesa en la condena: suma 14 años. Además, a Adán, que ya tiene orden de alejamiento de 155 personas, se le prohíbe acercarse a más de 500 metros de su exesposa y la tenencia de armas. En varias de las truculentas escenas relatadas por ella, Adán aparece forzándola a firmar documentos mientras la encañona, u obligándola a una felación al tiempo que afila sus catanas.

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La defensa, que pedía la libre absolución y negaba todos los hechos, ha anunciado que recurrirá la sentencia, que además de a 20 años y seis meses condena a Adán a indemnizar a la víctima con 40.000 euros. No obstante, el ingreso en la cárcel de Bonxe fue inmediato a petición de la Fiscalía, que hizo valer el riesgo de fuga. En los juzgados no faltaron las críticas al supuesto “trato de favor” que se le brindó al proxeneta, desde hace muchos años bien relacionado con guardias civiles de todo el escalafón. Lo normal sería que hubiese sido trasladado al centro penitenciario en un coche rotulado, pero viajó en uno camuflado, conducido además por dos sargentos. Tan poco habituados estaban al vehículo, reservado según fuentes judiciales para el traslado de menores, que los guardias no lograban sacarle el seguro a las puertas traseras para meter al preso.

"Ya sabes lo que vale una colombiana muerta en España"

El “infierno” empezó en el séptimo mes de embarazo, durante 2003. Según la exesposa de Adán, un día el proxeneta llegó como loco, le dio una patada en el vientre y la tiró al suelo. Fue al baño y se dio cuenta de que estaba sangrando. El día antes de dar a luz a la niña, él se empeñó en salir a cenar. En el restaurante le pellizcó la pierna, y ella se quejó porque a esas alturas las tenía muy hinchadas. A él le molestó tanto que “arrancó el mantel” y empezó a gritarle: “Te vas de aquí, zorra, hija de puta”. A partir de entonces, desde los primeros días del bebé, estas perlas no pararon de sucederse: “Ahora la niña ya no está en tu barriga y te la puedo quitar cuando me salga de los cojones”, le espetó mientras le daba el pecho a la cría. “Ojalá te mueras de un cáncer, tú ya no vales para nada”. “Ya sabes lo que vale una colombiana muerta en España”.

A los dos días, Adán le arrancó a la niña por primera vez. Se llevó a la lactante a conocer el prostíbulo toda la tarde. Con el tiempo, defiende la madre, llegó a arrebatársela. Se enteró de que estaba divorciada y de que había renunciado a todo mucho tiempo después, “porque apareció en el boletín”. Sospecha que Adán lo arregló todo a sus espaldas con un abogado gracias a los papeles que le obligó a firmar, tapando el texto “con una mano”, encañonándola con la otra. En los últimos tiempos, la víctima, aterrorizada por las agresiones y las amenazas, se había terminado refugiando en el alcohol y terminó poniendo tierra de por medio. Aquel fatídico día en que estampó a ciegas su rúbrica, según declaró, Adán la había citado bajo la amenaza de ir a buscarla con dos bombonas de butano. Al acabar de firmar, su marido la echó del Queen's, le dio “dos patadas” y le dijo que se fuera. La chica marchó sin rumbo por el polígono de O Ceao. Ya “le daba igual todo porque no tenía a su hija, no tenía nada”, recoge el sumario de la Operación Carioca.

De 2003 a 2007, sufrió vejaciones inimaginables. Dice que perdió buena parte de su pelo por la costumbre de su marido de agarrarla por la cabellera para arrastrarla por el suelo. Todavía conserva en la frente la cicatriz del día que Adán la estampó contra un armario y cayó inconsciente. La hija recuerda aquella escena y a su madre sangrando. Perdió a la niña cuando esta cumplió cuatro años y la recuperó bastante tiempo después. Algunas veces iba a verla a la puerta del colegio. La cría llamaba “mami” a la nueva pareja del padre, pero al ver a su auténtica madre corría a abrazarla: “Mira, mami, es mi mamá de verdad”.

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