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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

PP, un partido impopular en Cataluña

La gran estrategia es ahora incitar y avivar la crispación en Cataluña para luego denunciarla y hacer creer que la combate

El último barómetro de opinión del CEO, presentado a finales de abril, confirma que el PP sufre en Cataluña una profunda crisis que afecta a dos ámbitos fundamentales de toda actividad partidista: el apoyo social y el liderazgo. Aunque en muchos aspectos comparte esta dramática situación con el PSC, es mucho más alarmante la impopularidad del PP, puesto que es el partido que gobierna en España y que tiene la obligación de resolver en Cataluña un “problema político de gran envergadura”, como reconoce el mismo presidente Rajoy.

El PP sigue perdiendo apoyo electoral. Es el partido con la intención directa de voto más baja de todas las fuerzas políticas parlamentarias catalanas y el que registra peor porcentaje de fidelidad de voto: solo el 43% de los que votaron PP en 2012 afirman que seguirán votando a este partido en unas elecciones autonómicas. Esto significa que podría perder entre 6 y 7 diputados y convertirse en el penúltimo partido del Parlament (solo por encima de la CUP).

Si a estos datos le añadimos que más de la mitad de los que votaron PP hace un año y medio ahora desconfían del Gobierno español, es evidente que el partido que gobierna España padece una enorme pérdida de credibilidad en Cataluña. Poseer el triste récord de ser el partido político con más cargos públicos imputados y condenados por corrupción, ser incapaz de resolver o amortiguar con una mínima solvencia los problemas acuciantes de la crisis económica, incumplir sistemáticamente los compromisos electorales y tener un presidente insignificante a nivel internacional no son buenas credenciales para contrarrestar la visión decadente que los catalanes tienen del PP.

La actitud del Gobierno español y de los líderes del PP ante la demanda mayoritaria, pacífica y democrática de los catalanes de celebrar una consulta para decidir su futuro, tampoco les ayuda. En muchas ocasiones el PP se ha alimentado, ideológica y electoralmente, a base de broncas, improperios y trifulcas: desde el conflicto político vasco hasta el cansino “váyase Sr. González” de Aznar. Ahora, su gran estrategia es incitar y avivar el clima de crispación en Cataluña para luego denunciarlo y, supuestamente, combatirlo. Así, es frecuente escuchar proclamas de dirigentes del PP identificando, con ánimo de provocar reacciones viscerales, la naturaleza del independentismo catalán con el nazismo. Sin embargo, al inicio del presente curso político, en octubre de 2013, el PP mostró una especial sensibilidad hacia las ideologías totalitarias cuando se quedó solo rechazando en el Congreso de los Diputados una moción de CiU que, junto con otros partidos, solicitaba la “tipificación de las conductas que impliquen la apología o el enaltecimiento del franquismo, del fascismo, del totalitarismo o del nazismo”. Y también en octubre el PP fue el único partido que no apoyó una declaración del Consistorio barcelonés que rechazaba “las concentraciones o manifestaciones fascistas, nazis o xenófobas”. Estos comportamientos convierten en previsible un dato insólito: solo una cuarta parte de los votantes del PP de 2012 confían en este partido para resolver los actuales problemas de Cataluña.

Con este liderazgo de bajo perfil, que ya forma parte del ADN del partido, no sorprende observar que los votantes del PP en las elecciones de 2012 valoren mejor a Albert Rivera

El liderazgo del PP catalán también está absolutamente desacreditado. La valoración que hacen los catalanes de los líderes del PP siempre ha sido mala, pero en el último barómetro, por primera vez en la historia del CEO, los dos líderes valorados (Alicia Sánchez Camacho y Jorge Fernández Díaz) están por debajo del 2 (en una escala de 0 a 10). Sánchez Camacho todavía tiene demoscópicamente atragantada la comilona de La Camarga y Fernández Díaz sigue recogiendo los frutos de sus inagotables dotes reaccionarias como ministro del Interior.

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Y aún tuvo suerte el ministro, porque el trabajo de campo del barómetro del CEO finalizó el 13 de abril, con lo que los encuestados no pudieron valorar sus chulescas declaraciones respaldando lo acontecido la noche del 16 de abril en la final de la Copa del Rey de futbol: la pasividad policial ante la simbología nazi que mostraban algunos hinchas del Real Madrid y la incomprensible y cobarde paliza que, al grito de “¡te vas a enterar, catalán de mierda!”, una cuadrilla de policías dio a Rafel Martín Faixó, socio del Barça, por el simple hecho de llevar una bandera independentista colgada del cuello.

Con este liderazgo de bajo perfil, que ya forma parte del ADN del partido, no sorprende observar que los votantes del PP en las elecciones de 2012 valoren mejor a Albert Rivera, el nuevo líder de la derecha en Cataluña, que a Sánchez Camacho o a Fernández Díaz, y que uno de cada cinco asegure que dejará de votar PP para votar Ciutadans. Más preocupante para el PP es constatar que incluso el 70% de los pocos que afirman que seguirán votando PP en unos próximos comicios autonómicos valoran positivamente la labor del líder de Ciutadans. Solo hay una buena noticia para el PP: las próximas elecciones son europeas y los efectos electorales de la impopularidad del PP pueden quedar más disimulados.

Jordi Matas Dalmases es catedrático de Ciencia Política de la UB

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