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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos por uno

El pianista Alexei Volodin interpretó 'Las variaciones Goldberg' en el Palau

Johann Sebastian Bach ya es casi el único autor barroco que se puede presentar en público interpretado al piano. La tradición interpretativa de Bach al piano es tan larga e ilustre que la hegemónica fe de los instrumentos de época y los criterios historicistas no ha podido acabar con ella y, aunque reducido a un islote, hoy Bach al piano convive pacíficamente con Bach al clavicémbalo.

Dos piezas magnas alimentan en especial esa tradición pianística: El clave bien temperado y Las variaciones Goldberg y aún en ella se pueden distinguir dos corrientes: la de los que intentan que el piano suene a clavicémbalo y moderan o prescinden del pedal y renuncian casi totalmente a los contrastes dinámicos y los que opinan si un Steinway tiene pedales, hay que aprovecharlos.

Alexei Volodin, el pianista que por encargo de Ibercamera interpretó Las Goldberg en el Palau, pertenece a este último subgrupo. Sus Goldberg son impresionantes, fulgurantes, intrépidas, apabullantes, pero hay que aceptar todos los filtros anteriormente citados o, de otro modo, aquellas Goldberg pueden poner de los nervios a puristas, ortodoxos e historicistas.

ALEXEI VOLODIN

Alexei Volodin, piano. Obras de Bach, Ravel y Chopin. Temporada de conciertos Ibercamera. Palau de la Música. Barcelona, 12 de mayo

Saltándose las repeticiones y forzando al alza, hasta una seductora temeridad, los tempi rápidos, Volodin consiguió liquidar las Goldberg en poco más de media hora (en diciembre pasado esta misma pieza a le ocupó a Evgueni Koroliov todo un concierto) y ello le permitió ofrecer una segunda parte que era en sí misma todo un concierto. Fue un caso de dos por uno.

En la segunda parte Volodin se fue a las antípodas de Bach con los Miroirs de Ravel y el Andante spianato y Gran polonesa brillante de Chopin.

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No fue fácil pasar de la claridad y precisión del dibujo bacchiano a los colores y difuminados de Ravel y aún menos a un Chopin al que le quedan mucho mejor la polonesas a secas que esas mismas polonesas cuando las quiere hacer “grandes y brillantes”, es decir, ampulosas. En cualquier caso, Volodin se acreditó como un soberbio pianista todo terreno, como manda la gran tradición del pianismo ruso.

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