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OBITUARIO

Paulino Luesma, un socialista cabal, un hombre bueno

Trabajador incansable y gran negociador tuvo gran protagonismo en los Gobiernos PSE-PNV

Ramón Jáuregui

Paulino Luesma fue mi primer y gran colaborador en el Gobierno vasco durante los años (de 1987 a 1991) en los que fui vicelehendakari de aquel primer ejecutivo de coalición PNV-PSE. Me habían hablado de él un grupo de abogados laboralistas amigos de Bilbao, cuando estábamos preparando el equipo de aquel primer gobierno de coalición de la democracia española y, por supuesto, de la autonomía vasca. Era febrero de 1987. Sólo unos días antes habíamos acordado con el PNV el programa de gobierno y el reparto interno de responsabilidades, y el socialismo vasco se encaminaba a protagonizar uno de los períodos de mayor protagonismo institucional en la construcción de la autonomía vasca.

Paulino Luesma fue mi viceconsejero para todo. Lo digo con total propiedad y reconocimiento, porque fue una pieza de polivalencias infinitas en la articulación política y personal de aquel gabinete. Nadie discute ya que aquel Gobierno de coalición supuso un éxito para el país y para sus grandes causas: la paz, la modernización de Euskadi, el entendimiento entre las dos grandes corrientes sociales del País Vasco, el despliegue del autogobierno, etc.

Paulino tuvo un enorme protagonismo en él. Trabajador incansable, buen jurista, experto en múltiples temas, curtido en mil batallas sindicales y un gran negociador que combinaba habilidad y lealtad, como condiciones imprescindibles para serlo. Mucha gente sabe que aquel Gobierno fue tan exitoso, como difícil internamente. Tenso en muchísimas ocasiones, de enorme rivalidad partidaria por razones comprensibles y sustentado sobre mutuas desconfianzas, no menos explicables. Paulino fue nuestro hombre en las innumerables e interminables negociaciones de todos y cada uno de los temas que llegaban al Consejo de Gobierno. Bien lo sabían Juan Ramón Guevara y Fernando Spagnolo, que eran los hombres de confianza del lehendakari Ardanza para “controlar” desde Presidencia y Hacienda, la acción de gobierno de los consejeros socialistas, que gestionaban el 80% del presupuesto.

Sus buenos oficios fueron vitales en la solución de los muchísimos conflictos que tuvimos que gestionar aquellos años y se ganó así la confianza de sus interlocutores. Me consta el aprecio que en la familia nacionalista, empezando por el lehendakari Ardanza, alcanzó Paulino Luesma. Cuando acabó aquel gobierno de coalición y se constituyó el siguiente, a finales de 1991, Paulino asumió el cargo de consejero de Trabajo y lo desempeñó hasta principios de 1995. Fueron en esos años de consejero, junto a Fernando Buesa como vicelehendakari, en los que Paulino alcanzó sus máximas metas profesionales y vivió años de enorme satisfacción personal. Sé muy bien la respetabilidad y el aprecio que recibió durante todos esos años, porque dejó muestras muy evidentes de su buen hacer en la cultura laboral vasca y en las instituciones sociolaborales del país.

En 1995, cuando se gestó el siguiente gobierno de coalición, esta vez con Juan José Ibarretxe como vicelehendakari de José Antonio Ardanza, le sustituí en su cartera de Trabajo, y sé muy bien lo injustos que fuimos con él al privarle de una continuidad como consejero que merecía sobradamente. Razones políticas, a veces orgánicas, a veces partidarias, aconsejaron algo que, personalmente, no era justo para con él. Lo cuento aquí, en merecido homenaje a su memoria.

He mantenido contacto con Paulino hasta hace muy poco tiempo. Cuando le fue diagnosticada la enfermedad, hablé varias veces con él, en esas conversaciones difíciles que se producen en momentos semejantes. Yo sabía que estaba gravemente enfermo. Que su enfermedad era, probablemente, irreversible. Y, sin embargo, encontré a Paulino con ese espíritu de lucha y con esa esperanza que yo no veía y que alumbra a los enfermos, afortunadamente, hasta el final.

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Paulino Luesma era, además, un hombre bueno, una buena persona. Un gran amigo y un socialista vasco cabal al que hemos perdido, pero del que nos sentiremos siempre orgullosos.

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