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Europeas y vieja política

Parece claro que la multiplicación de alternativas no ha sido (aún) capaz de superar los esquemas de la vieja política.

Durante la cuarta semana de mayo se celebran elecciones al Parlamento Europeo en todos los países de la Unión. Frente a la tendencia general a criticar los mecanismos de funcionamiento de la democracia representativa, y aun siendo el primero en desear complementos participativos muy intensos, no puedo evitar que no sólo me parezca importante tener la oportunidad, de vez en cuando, de enviar algún mensaje o destituir de forma pacífica y civilizada a quienes mandan sino que, además, lo encuentre hasta divertido. Y eso, añado, incluso si las elecciones en cuestión son unas Elecciones Europeas.

Además, estas elecciones, tanto en el caso español como en el valenciano, tienen una gracia especial. En el País Valenciano vamos a asistir con total seguridad a un batacazo espectacular del PPCV, partido-régimen desde hace más de dos décadas con una hoja de servicios que hace aguas de tal manera que hasta los sectores indígenas más conservadores le han prohibido dar a conocer la supuesta lista de 1.000 apoyos a ese bizarro "pacte de la societat civil de la Comunitat Valenciana" que, seis meses después, ni está ni se le espera. Es asimismo posible que, por primera vez desde 1991, el PPCV no gane las elecciones. Si al final esto no ocurre será simplemente porque su alternativa tradicional, el PSPV, está también como está. Lo que nos lleva al motivo por el que son tan interesantes estas elecciones en clave española, dado que van a servir para medir el grado de desgaste de los dos partidos que de modo tan parecido —y tan negativo— han gestionado tantas y tantas cosas en este país desde hace tanto tiempo.

Sin embargo, frente a la certeza de que el desgaste de ambos será enorme, se atisba en el horizonte la posibilidad de que todos esos votantes desencantados —o una mayoría notable de los mismos—, hartos de la vieja política y de las soluciones de siempre que se demuestran una y otra vez miopes, injustas e ineficaces, se vayan a pasar el día a la playa. Y ello no porque, en esta ocasión, no haya alternativas por decenas y en unas elecciones que fomentan más bien poco el “voto útil”.

Parece claro que la multiplicación de alternativas no ha sido (aún) capaz de superar los esquemas de la vieja política. Ni las soluciones que proponen, las más de las veces, se diferencian tanto ni, sobre todo, difieren los modos de hacer. Las nuevas opciones, ya sea con maquillaje de primarias o no, se parecen mucho en el modo de entender la política a las viejas. Sus discursos son muchas veces tan o más simplistas como los de las opciones de siempre. Sus candidatos, gente de partido o nuevas promesas con hambre de gol que poco a nada aportan más que, en su caso, una cierta imagen. Es significativo que las (pocas) excepciones estas tendencias vengan de partidos como UPyD (aunque limitada la buena nueva a su cabeza de lista) pero, sobre todo, de partidos catalanes (CiU, ERC o ICV) que sí se han preocupado, y no es la primera vez que ocurre, de presentar candidatos con perfiles que aseguran conocimiento y capacidad para trabajar, desde Bruselas, en la mejor manera de defender los intereses de sus electores. ¿Puede tener que ver con que algo de cierta densidad que pone en cuestión viejos modos de hacer política esté pasando de verdad en Cataluña y que en el resto de España ni siquiera nos hayamos enterado?

@Andres_Boix blog en http://blogs.elpais.com/no-se-trata-de-hacer-leer/

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