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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘gonellisme’ vuelve a escena

Todavía hay tiempo en Mallorca para no perder de vista la ecuanimidad natural que Moll defendía en cuanto a la lengua

Una confusa polémica sobre el uso del artículo salat en los medios de comunicación públicos de Baleares retrotrae a sabrosas escenas del teatro costumbrista que tanto gustaba en Mallorca y que acabó en el olvido. Inicialmente, la polémica no carece de sentido porque se refiere a una cuestión de registros lingüísticos cuyo debate tiene su propia lógica. En Mallorca, lo que se ha llamado lengua culta autóctona utiliza el artículo literario, pero cuando se trata de comunicación oral —como es la radio o la televisión— es postulable que usar el artículo salat sea del todo legítimo y natural. Del mismo modo, el uso inteligente del registro literario permite buscar un término medio entre lengua culta y efecto dialectal.

Pero eso no es exactamente lo mismo que se insinúa en el trasfondo de la actual polémica. De una parte, un sector de los defensores del artículo salat a la larga ponen en duda la realidad de una mancomunidad lingüística en la que de Palafrugell a Alcúdia, de Vic a Ciutadella, los vínculos son tantos que confirman una y otra vez la unidad lingüística, un tronco común, matizada por la dinámica variedad de usos, tonalidades y léxico entre el archipiélago y la península.

Desde el catalanismo más al día se asume desde hace ya tiempo que la proyección de los "Països Catalans" fue un error, de método y de contenido

Al otro extremo tenemos una radicalización de las posiciones lingüísticas que reducen la amplitud y gama de usos a una concepción supuestamente standard. En primer término, tiene sentido una defensa de la razón filológica. Pero algunas veces esa razón filológica se ha convertido en instrumento político y ha llevado a una excesiva homogeneización de usos. En su vertiente más acusada, responde a la tesis excéntrica de los Països Catalans, que ha contribuido más a la distancia que a la confluencia, y tan desafortunada que sigue produciendo rechazo en la amplia zona social balear que suele ser el territorio de todo consenso razonado y razonable. Pep Gonella es un personaje de canción popular y fue la misteriosa firma de unos artículos publicados en un periódico de Palma a inicios de los años setenta: defendía los usos dialectales y ponía en duda la procedencia común de la lengua autóctona balear y del catalán que se habla en Cataluña. De ahí el gonellisme. Hoy puede pensarse que, más allá de la tan legítima propuesta del artículo salat en la radio y la televisión, lo que reaparece es el gonellisme, como reacción arcaica contra lo que es la presencia desproporcionada de una pan-catalanidad impulsada por el nacionalismo de izquierdas.

Hay motivos para añorar la ecuanimidad que demostró Francesc de B. Moll en estas cuestiones y que fue recusada hace años por el gonellisme. Moll fue el sabio constructivo, de diplomacia y flexibilidad, como demostró al reorientar el diccionario de mossèn Alcover garantizando la continuidad de un caudal extraordinario de conocimiento léxico. Con la misma ecuanimidad fijó los criterios para la enseñanza del mallorquín —fiel a la normativa, adicto a las variedades insulares— en los cursos de la Obra Cultural Balear en tiempos del franquismo. Nadie ha hecho tanto por la vitalidad del catalán de Mallorca como Francesc de B. Moll, entre otras cosas más. Léase el homenot que le dedicó Josep Pla.

Todavía hay tiempo en Mallorca para no perder de vista la ecuanimidad natural que Moll defendía en cuanto a la lengua
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En sus orígenes, desde la Renaixença a la aparición del mallorquinismo político, el uso culto del catalán de Mallorca fue un hecho minoritario, aunque de gran calidad. Aportó riqueza, música y ductilidad al catalán genérico y a la literatura en lengua catalana. De modo temperamental, mossèn Alcover se revolvió contra lo que consideraba un centralismo lingüístico. Lo sostenía desde una exuberancia digamos que insostenible, pero también es cierto que, como ocurre en la larga etapa Aramón en el Institut d'Estudis Catalans, desde Barcelona la rigidez a veces fue la norma y la permeabilidad un tabú.

Desde el catalanismo más al día se asume desde hace ya tiempo que la proyección de los Països Catalans fue un error, de método y de contenido. Del mismo modo, en Barcelona existe una mayor ductilidad en la consideración de las variantes insulares como elementos de un tronco común. En fin, si la discusión es sobre sí o no artículo salat en la radiotelevisión autonómica balear, hay argumentos de toda naturaleza. En cambio, si se trata de menoscabar la razón filológica o, desde la otra perspectiva, menguar la naturalidad expresiva, hay mejores maneras de perder el tiempo. Es algo disparatado no entenderse sobre las formas de entenderse.

Las cosas confusas tienen efectos de división en una sociedad que alterna los registros lingüísticos del mallorquín con toda naturalidad y que a la vez vive todos los días una realidad bilingüe, sin conflictos. Todavía hay tiempo para no perder de vista, como no lo hace la mayoría de los ciudadanos de Mallorca, la ecuanimidad natural que Moll defendía en cuanto a la lengua. Eso también ayudaría a no confundir la lingüística con la política. Una política, claro, que procure soluciones y no prefiera el conflicto.

Valentí Puig es escritor.

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