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crítica | teatro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La procesión de la señora Alba

Tribueñe ofrece una ‘Bernarda Alba’ antinaturalista y vigorosa, forjada en el folclore y la iconografía española y en la tradición teatral del Este

Javier Vallejo
Una escena de 'La casa de Bernarda Alba'.
Una escena de 'La casa de Bernarda Alba'.teatro español

Nueve mujeres encerradas en un caserón, un macho dominante recién enterrado y otro que ronda puertas y ventanas buscando mejor dos huecos que uno. Inspirada en la familia terrateniente que los Lorca, hacendados también, tenían como vecina en Asquerosa (hoy Valderrubio, Granada), La casa de Bernarda Alba habla del determinismo y la herencia, del instinto como motor femenino y del cálculo que preside las decisiones masculinas, y las que toma Bernarda, luto de por medio, son las de un pater familias. De entre sus cinco hijas, Pepe el Romano, veinteañero del que todas ellas hablan admiradas, escoge a la hermanastra cuarentona, por ser heredera única de la hacienda familiar, mientras tiene amores secretos con la pequeña.

Este montaje antinaturalista, estilizado, único en un panorama teatral dominado por el afán de realismo de directores y actores formados, por inmersión, en la cultura audiovisual anglosajona, nos depara mil sorpresas plásticas y compositivas, sin caer en el formalismo. Irina Kuberskaya y Hugo Pérez de la Pica, sus directores, asientan su puesta en escena sobre la tradición teatral más expresiva (o expresionista) de la Europa del Este, modulada por un conocimiento hondo del folclore español y de nuestra iconología. Sus intérpretes han ido adquiriendo, a fuerza de trabajo continuado juntos, una capacidad insólita por estos lares, aunque común según andamos hacia oriente, para componer sus personajes con vigor plástico sin perder un ápice de verdad por ello.

La casa de Bernarda Alba

Autor: García Lorca. Intérpretes: Carmen R. de la Pica, Chelo Vivares, Badia Albayati, Alejandra Navarro, Matilde Juárez, Rocío Osuna, Irene Polo, I. Kuberskaya, María Luisa García Budí y Enriqueta Sancho. Sonido: Nereida San Martín. Luz: H. Pérez de la Pica y Miguel Pérez Muñoz. Escenografía y vestuario: H. Pérez de la Pica. Dirección: Irina Kuberskaya y Hugo Pérez de la Pica. Teatro Español. Hasta el 20 de abril. Teatro Tribueñe. Del 24 de abril al 22 de junio.

Quizá los mejores ejemplos de lo dicho sean los que ofrecen la Poncia de Chelo Vivares, en esa inmensa primera escena suya con María Luisa García Budí (en la que hasta la respiración está coreografiada), y el debate picado entre Bernarda y Poncia, cada una tras un cuadrante de la cruz que preside sus vidas. La sugerente Bernarda de Carmen Rodríguez de la Pica no es la mujerona terrible de otras ocasiones, sino alguien cuya fragilidad tiene como compañeros de viaje al orgullo desmesurado, el miedo al qué dirán y unas exigencias de sometimiento filial calcadas de las que sus padres tuvieron para con ella. Y esa abuela encerrada con llave, interpretada dionisíacamente por la Kuberskaya, es el más claro aviso de lo que les espera a sus nietas si no dan un golpe de timón.

En esta Bernarda Alba hay interpretaciones que responden a lo que uno imagina debieron de ser las de los actores de Marjanishvili y Váktangov, una luz que cita a los tenebristas y a Vermeer… La entrada de las hijas, rezando en semicoro, recuerda el velorio de La rosa de papel; la salida de Angustias desde ese grupo a proscenio, con música procesional que sube a primer plano, evoca las microcoreografías gestuales que los actores de Tadeusz Kantor hacían al destacarse brevemente del coro; la aparición dionisíaca de la abuela en el fin de acto, hace pensar en las del Nijinski enloquecido de Lindsay Kemp… A la dirección, terriblemente exigente, Alejandra Navarro, Badia Albayati, Matilde Juárez y Enriqueta Sancho responden haciendo de sus personajes sendas creaciones, y Rocío Osuna e Irene Polo componiendo los suyos atinadamente.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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