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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Empleabilidad

Lo que verdaderamente importa no es solo suministrar fuerza de trabajo a un sistema productivo, sino la continua mejora de éste mediante la innovación

El concepto de empleabilidad, entendido como la capacidad para encontrar un primer empleo, o acceder a otros rápidamente, tras abandonar el anterior, es útil para diseñar sistemas de formación que permitan al potencial trabajador adaptarse de manera ágil y eficaz a las condiciones cambiantes del entorno económico y tecnológico en el que las empresas se hallan inmersas. En el campo de la llamada formación continua, y sobre todo, de la profesional, ello es particularmente relevante, y requeriría una reflexión de fondo que todo el mundo echa en falta, menos, al parecer, quienes debieran hacerla.

Sin embargo, el asunto se complica, sobre todo en los niveles universitarios, cuando se identifica unívocamente el concepto de empleabilidad con una determinada especialización profesional (ingeniería, administración y dirección de empresas, odontología, etc.) a la que se le asigna una elevada empleabilidad, mientras se desincentivan otras que se consideran de baja empleabilidad (historia, filología, música, arte, etc.). O, cuando los jóvenes estudiantes, presionados por el entorno, dedican la mayor parte de su tiempo vital creativo a acumular multitud de títulos, diplomas y másteres de todo tipo con el único objetivo de engordar un currículum, en aras a mejorar su empleabilidad en un mundo económico, cada vez más competitivo, y más exigente (según se les recuerda, un día sí, y otro, también). El hecho de que, luego, terminen como empleados temporales en un restaurante de comida rápida, ya no parece preocupar tanto.

Entendida de este modo, la empleabilidad puede llevar a la paradoja de que el Estado y las familias empleen ingentes cantidades de recursos en aumentar el volumen de conocimientos adquiridos de los jóvenes, mientras que nuestras empresas producen bienes y servicios de bajo valor añadido, que no necesitan de aquéllos, y por los que solo pueden pagar salarios bajos. Como, por cierto, viene ocurriendo en España, y muy particularmente en la Comunidad Valenciana, desde finales de los años noventa.

Mientras los responsables del sistema educativo, y la sociedad en general, sigan pensando que la empleabilidad depende más de la acumulación de títulos, y del tipo de especialización profesional escogido, que del talento, la creatividad y la actitud emprendedora que cada uno de los estudiantes lleva en su interior, seguiremos muy alejados de los patrones que conforman eso que se ha dado en llamar economía del conocimiento, en la que lo que verdaderamente importa no es solo suministrar fuerza de trabajo a un sistema productivo dado, sino la continua mejora de éste, mediante la innovación, así como la incesante ampliación del espectro de actividades realizadas en su seno.

Lamento tener que insistir en ello, pero recuerdo que Steve Jobs (Apple) asistió seis meses a la universidad y solo se interesó por la caligrafía; Bill Gates abandonó Harvard para crear Microsoft, y Aaron Sorkin, el guionista más demandado de Hollywood, es Bachelor of Arts. Todos ellos, como se ve, especializados en carreras de alta empleabilidad, y poseedores de un voluminoso currículum lleno de títulos.

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