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Historia y drama en palacio

El Ministerio de Agricultura abre por primera vez al público su sede, el emblemático Palacio de Fomento, a través de visitas guiadas y teatralizadas

Andrea Nogueira Calvar
Visita teatralizada al Palacio de Fomento.
Visita teatralizada al Palacio de Fomento.santi burgos

Una densa nube de humo llama la atención de los visitantes. Todos dirigen su vista, de súbito, hacia las escaleras. Aquí comienza el viaje, la línea temporal se diluye y ambas épocas, la pasada y la presente, se enredan en una misma historia. Una aparición surge entre la bruma. El arquitecto Ricardo Velázquez Bosco recibe, dos siglos después de su muerte, a los curiosos que se acercan a observar su obra, el llamado Palacio de Fomento, actual sede del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. El artificio es parte de las visitas que el gabinete estrenó el pasado fin de semana para abrir las puertas de un edificio emblemático, de notable belleza, cuya arquitectura y particular historia es parte del patrimonio ciudadano.

Los interesados pueden conocer la edificación a través de visitas guidas, gratuitas o teatralizadas por ocho euros, con previa reserva. El edificio, catalogado como Bien de Interés Cultural, data de finales del siglo XIX. Su imponente fachada, coronada por la Gloria, la Ciencia y el Arte, mira a un costado de la estación de Atocha. El lugar recibe este nombre, que proviene del mozárabe, debido a los campos de esparto que por la época se extendían en lo que eran las afueras de Madrid.

El edificio está catalogado como Bien de Interés Cultural

La construcción del edificio en tal lugar pretendía descongestionar el centro de la capital, Sol, que contaba con unas 550.000 personas y 3.000 carruajes. Aunque inicialmente se ideó como Escuela de Artes y Oficios para después convertirse en Ministerio de Fomento, en 1900 la Reina Regente, María Cristina de Habsburgo, suprime el ramo y crea distintos departamentos. Entre ellos surge por primera vez en la administración española el rango de Agricultura.

No hace falta entrar en el palacio para admirarse. Es imponente. Una puerta de dos hojas franquea la entrada. Sus tiradores parecen hechos para un hércules. Tras ellos, un recibidor y las bífidas escaleras de mármol. Al llegar a este punto es cuando un segundo intérprete del pasado aparece en escena: Elisa, una aprendiz del arquitecto Velázquez Bosco deseosa de dar el paso al siglo XX. El propio constructor explica a las visitas cómo se trajeron los más de 7.000 metros cúbicos de material desde Italia y Robledo de Chavela. Albergando la imperial escalera, una bóveda elíptica que en otro tiempo dejó pasar la luz del día.

Los personajes continúan la visita entre bromas, riñas y juegos temporales. Explican a los visitantes desde los inicios del proyecto de construcción, hasta motivos decorativos y los actuales usos de las salas. Aunque los ciudadanos tienen la posibilidad de acudir a contemplar el interior del edificio cuando lo deseen, en estas rutas se permite el acceso a zonas restringidas. Los viajeros en el tiempo se detienen a admirar con especial curiosidad el despacho del ministro. “¿De cuál?”, pregunta Elisa. “¿Del suyo o del de nuestro tiempo?”, insiste. El arquitecto Velázquez Bosco se limita a encogerse de hombros.

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Fue la reina María Cristina quien lo convirtió en sede del Ministerio

El recorrido pasa además por la sala de recepciones, hoy conocida como sala de los micrófonos. Luce desprovista de los estucos, frisos y molduras que la decoraron un día, pero que sufrieron la moda funcional impuesta a mediados del siglo XX. De su gran esplendor quedan las columnas jónicas rematadas en jade y un tapiz del siglo XVIII digno de ver: Ciro salvando a Creso de la hoguera.

También lo son las imágenes del pasillo contiguo, la sala de los retratos. Juan Álvarez de Mendizábal, artífice de la desamortización de 1836; el Marqués de Salamanca; el alcalde de Madrid, Luis Marichalar, o el actual Ministro, Miguel Arias Cañete. A través de esta galería se reconstruye parte de la historia arquitectónica, política y social de Madrid, desde el final del agónico imperio colonial hasta la actualidad. De la pared cuelgan algunos de los responsables de la actual fisonomía de la capital, con sus aciertos y sus errores.

Llega la última sorpresa en el tour, el lucernario levantado con hierro forjado en los Altos Hornos de Vizcaya. Las anécdotas y curiosidades de su construcción asombran y sacan la sonrisa a los oyentes.

El patrimonio artístico del Palacio incluye, además de su misma arquitectura, esculturas, pinturas, tapices, relojes y cartones. Los asistentes a estas guías de fin de semana, que duran cerca de una hora, podrán disfrutar y conocer los entresijos de un edificio histórico, de las personas que estuvieron vinculadas a él y de la época que lo vio nacer.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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