_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los socialistas y mi generación

Me plantee avalar, quise votar en las primarias y aún hoy tengo un debate interno sobre por qué al final no lo hice

Ahora que los análisis y las anécdotas sobre las primarias del PSC van disminuyendo, quizás es buen momento para abordar algún tema de fondo. Decir algo sobre los motivos de largo calado que han podido llevar a esta experiencia a no superar las expectativas de sus convocantes. Vayan por delante mis felicitaciones por la iniciativa. Aunque ni las primarias ni las hipotéticas listas abiertas son ninguna panacea, se agradecen todos los esfuerzos por desempolvar un sistema político que se nos cae a trozos. Por eso yo quise votar.

Quise votar, me plantee avalar y aún hoy tengo un debate interno sobre mi decisión. Como muchos, me siento comprometida con el presente y el futuro de las izquierdas. Hubiera podido firmar sin dudarlo el documento de compromiso requerido para votar en las primaras del PSC. Pero finalmente ni avalé ni voté. ¿El motivo? Para empezar, las ETTs.

El ejercicio de reflexión necesario para participar en cualquier elección obliga a recordar, a ponderar y a reflexionar. En mi caso, mi primer recuerdo vívido y militante de una política dirigida a fastidiarme la vida fue la introducción en 1994, por parte del PSOE de Felipe González, de las Empresas de Trabajo Temporal. Tuvísteis la mala suerte de pillarme con 18 años. Acabando la educación obligatoria, entrando en la universidad, con una habitación y libros por pagar y un mensaje claro: el 50% del sudor de mi frente podía quedárselo cada mes la ETT por las molestias de entrevistarme. Por ser joven. Por no ser prioridad.

Imagino que alguien en algún lugar hizo estudios sobre el impacto electoral y económico de la medida. Imagino también que muchos se enriquecieron a nuestra costa, aunque posteriormente se limitaran las cantidades a cobrar al trabajador por parte de las ETTs. Pero imagino que nadie calculó entonces el coste de romper en dos a una generación. De decirnos que valíamos, en el mejor de los casos, la mitad que vosotros. Por ser jóvenes. Por no ser prioridad.

cada vez que los socialistas me piden el voto, me duelen las ETTs, la LEC y la Ordenanza Cívica

Pero eso fueron los 90. Llegó después el aznarato. Y en 2003 el Tripartito. Y en 2009 la Ley de Educación de Catalunya (LEC). Siete huelgas del sector educativo contra una ley liderada por el PSC que avanzaba ya entonces la infame ley Wert, rompiendo la columna vertebral de la enseñanza pública, laica y de calidad en Catalunya. A los que crecimos entre las ruinas del franquismo, la bendición socialista a la redistribución hacia arriba de los conciertos con escuelas de élite y religiosas que segregan por sexo, a la subsidiariedad de la pública ante la privada y la concertada, o a la financiación privada de la construcción de centros públicos nos dejó, de nuevo, quebrados.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Me dirán que la política catalana y española no es como la municipal, que en la proximidad las cosas son diferentes y que las primarias del PSC, al fin y al cabo, eran para votar al candidato a alcalde de Barcelona. Pues igual ahí también tuvieron mala suerte, porque la ordenanza cívica de 2005 me cogió con menos de 30 años, disfrutando activamente del espacio público y siendo testigo en primera fila de cómo el Consistorio socialista incivilizaba a los pobres, a las putas, a los jóvenes, a las pelotas y a las cervezas. Parecía que nuestros joviales hábitos y la diversidad de estrategias de supervivencia de una ciudad global molestaban a unos señores que reclamaban el derecho a pasear sin ser molestados.

Por eso, cada vez que los socialistas me piden el voto, me duelen las ETTs, la LEC y la Ordenanza Cívica . Son mi versión política de la lesión de rodilla que reaparece con cada anuncio de cambio de tiempo.

A partir de 2010, cuando el país ya no llegaba a fin de mes, la derecha fue recuperando espacios de poder. Cataluña, España y Barcelona dejaron de ser socialistas entre 2010 y 2011. Imagino que a muchos y muchas nos dolieron las rodillas en esas elecciones. Y a pesar de todo, la semana pasada estuve a punto de poner un voto en la urna. Imagino que como muchas otras personas, interpelada por una emergencia social que exige alianzas y alternativas.

No lo hice por las ETTs, por la LEC, por la ordenanza, pero, sobre todo, no voté porque no tengo ningún motivo para descartar la posibilidad de arrepentirme de lo votado. Porque no encontré nada nuevo bajo el nuevo traje de las primarias.

En esta muerte de lo viejo a la espera de que nazca lo nuevo, en esta crisis interminable que se atisba ya como la nueva normalidad, cuando abundan los espejismos y los charlatanes, la celebración de unas primarias abiertas ha sido un gesto valiente y necesario. Pero unas primarias no son más que una metodología, una forma. Falta el fondo. Falta que detrás de la apertura haya algo significativo a lo que agarrarse. Faltan propuestas, debates, rupturas, desplantes, audacias, desafíos, revueltas, motines... Falta que una nueva política se atreva a desafiar a lo viejo y pedir perdón por lo sufrido y lo desilusionado.

No sé si los socialistas serán capaces de ir más allá de las nuevas formas. Pero sí creo que las primarias han sido un buen comienzo. Aunque no votáramos.

Gemma Galdon Clavell es doctora en Políticas Públicas

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_