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Cuando la meseta era sabana

Los fósiles de Somosaguas dan cada año 400 muestras del periodo del Mioceno, finalizado hace cinco millones de años, que ayudan a reconstruir el ecosistema de la capital

Andrea Nogueira Calvar
Fósil de mastodonte hallado en el yacimiento de Somosaguas.
Fósil de mastodonte hallado en el yacimiento de Somosaguas. LUIS SEVILLANO

"Fue de casualidad", cuenta Carolina Sala, responsable del programa divulgativo de los yacimientos paleontológicos de Somosaguas, en Pozuelo de Alarcón. Un estudiante que descansaba en la campiña que hay junto a una facultad encontró hace 16 años una esquirla de hueso. Lo examinó y lo llevo a la Universidad Complutense de Madrid. Allí constataron que se trataba de un fósil del periodo del Mioceno —la cuarta era geológica, comenzó hace 23 millones de años y finalizó hace unos cinco millones—. Entonces, empezaron las exploraciones.

El proceso es complejo y delicado. Empieza con una partición del terreno a examinar en cuadrículas de unos 50 centímetros. Cada zona se trabaja exhaustivamente y de forma individual. Cuando se localiza un fósil, hay que medirlo, analizar su posición y el sedimento que lo protege. Y todo, antes de extraerlo. Después, la labor es de limpieza, clasificación y consolidación. La fragilidad de las muestras exige que se las trate con una resina que les otorga la resistencia que han perdido por la humedad y la erosión.

El análisis molecular de un diente indica si llovía o si las temperaturas estaban al alza

La superficie escarbada desde 1998 apenas tiene unos 200 metros cuadrados. El área susceptible de albergar fósiles, más de 5.000. Trabajan con circunspección: cada campaña —solo realizan una al año—, dura 15 días y se extraen unas 400 muestras. En 10 años han recuperado más de 2.000 piezas. La de este año será en mayo e incluye una jornada de puertas abiertas para que curiosos y expertos presencien las labores y participen en la experiencia.

Manuel Hernández, compañero de Sala, forma parte del equipo investigador de Somosaguas desde hace 13 años. El paleoecólogo, también profesor en la Universidad Complutense, reconstruye a través del estudio de los fósiles los ecosistemas de cada era geológica. “Cuando identificamos las especies podemos compararlas en diferentes yacimientos y saber si ha habido cambios en el clima”, explica Hernández frente a una muela de unos 10 millones de años cuyo tamaño y peso exige sujetarla con ambas manos.

Manuel Hernández, investigador de la excavación de Somosaguas.
Manuel Hernández, investigador de la excavación de Somosaguas.LUIS SEVILLANO
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El profesor reflexiona sobre la gran concentración de residuos orgánicos existentes en un espacio tan reducido. Las zonas de depresión suelen concentrar animales que van en busca del agua que se almacena en su concavidad. “Muchos tienden a morir en zonas cercanas a las lagunas, sobre todo en épocas de sequía”, comenta el experto. Los restos animales son arrastrados por los torrentes de lluvia hacia la sima, así quedan agrupadas una variada gama de especies, que van desde pequeñísimos roedores hasta macromamíferos. “Cuanto antes sean cubiertos por los sedimentos, mejor se conservarán sus restos”, apunta.

Los fósiles de los animales —de mastodonte juvenil, de Anchiterium (caballo de baja estatura), etcétera—  van dando claves de las características medioambientales de un lugar en un periodo concreto. Pero no es el único método. Los isótopos, compuestos químicos presentes en cualquier elemento, cambian según el entorno. El análisis molecular de un diente puede indicarnos si llovía mucho o si las temperaturas estaban al alza.

Cada especie es propia de un ecosistema y a través de ellas se conocen las características medioambientales de un lugar en un periodo concreto. Pero no es el único método. Los isótopos, compuestos químicos presentes en cualquier elemento, cambian según el entorno. El análisis molecular de un diente puede indicarnos si llovía mucho o si las temperaturas estaban al alza.

“En Somosaguas los fósiles dan muestra de un cambio climático fuerte, los primeros indicios de glaciación en la Antártida, el pistoletazo de salida del enfriamiento global con una bajada de hasta 15 grados”, expone el profesor. Así de exhaustivo puede ser el resultado de los análisis.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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