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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De perfil ante la crisis

Frente a los grandes retos sociales, el Gobierno catalán se pone de perfil y lo fía todo a un futuro feliz y soberano

Francesc Valls

Cuando se habla del viejo régimen instintivamente las miradas se dirigen hacia el PP y el PSOE. CiU, en cambio, trata de escapar del estigma surfeando sobre la política que marcan las masas soberanistas, sin indisponerse abiertamente con nadie. Trata de situarse au dessus de la mêlée,como si nada dependiera de la Generalitat, porque el guión se escribe en Madrid. Si un tercio de los pacientes catalanes debe esperar más de los seis meses de garantía fijados por ley, es por culpa de Madrid. Es accidental que Isabel Navarro tuviera que reunir los ahorros de toda la familia y pagar 9.300 euros para operarse de una prótesis de cadera, evitando así una larga lista de espera en el hospital de Santa Oliva, en El Vendrell.

Eso es una muestra de la buena salud de la que goza la colaboración entre lo público y lo privado, que siempre acaba pagando el público. Importa poco si el consejero Boi Ruiz, a una semana escasa de ser nombrado, aconsejaba a la ciudadanía apuntarse a mutuas privadas, que seleccionan a los pacientes por edad y ausencia de patología. También es culpa de Madrid que los pequeños y medianos empresarios se manifiesten contra la burocratización o el exceso de impuestos, aunque el Gobierno catalán desoiga a sus propias comisiones de expertos.

Todo se fía a un futuro en el que se podrá declarar el estado de felicidad permanente. Cobrará carta de naturaleza la declaración del bueno de Georges Moustaki, que suscribiría el mismísimo Francesc Pujols: je déclare l'état de bonheur permanent. Quizás los democristianos objetarían algún verso de sesgo librepensador y podrían suprimir el de “solos a bordo y sin amo y sin dios (…)”. Pero, por lo demás, el Gobierno catalán parece tener voluntad de tararear ese himno que en épocas de Jordi Pujol no hubieran dudado en calificar de tontería buenista. Ahora lo que toca es dejarse arrastrar por la corriente, ponerse de perfil ante las olas y dejar que todo fluya.

El pleno parlamentario sobre la pobreza ha asegurado querer combatirla sin aportar un solo euro de más a las políticas para luchar contra ella. Estamos contra la pobreza pero sin demagogia ni extremismos, arguye el Gobierno de Artur Mas. CiU lo fía todo al futuro estado independiente, pero ¿cómo sobreviviremos mientras? Hace una semana en estas mismas páginas Joan Subirats aseguraba no se puede hablar de pobreza estructural y a renglón seguido situar la independencia como solución. No podemos responder “con fuegos de artificio a temas que requieren cañonazos”, concluía.

Es cierto que Cataluña sufre un déficit fiscal excesivo, que el Gobierno de Rajoy recentraliza competencias, centrifuga gastos y. además, no es solidario en el reparto del déficit. Pero mientras llega el 9-N, la vida sigue, la crisis aprieta y se extiende la impresión de vivir bajo la provisionalidad de un Gobierno interino que no decide nada a la espera de obtener el título en la reválida soberanista. Es como si la actual situación fuera una fatalidad del destino contra la que nada se puede hacer.

Cataluña está dentro de una España que figura en el furgón de cola de la OCDE en cuanto a desigualdad. Solo el 10% más rico se libra de la crisis: entre 2007 y 2010 este selecto segmento vio bajar en un 1% sus ingresos. En cambio, los menos favorecidos vieron caer un 14% los suyos. En Cataluña, la brecha social también se abre, mientras el Parlament pasa sobre ella como Jesús por el lago Tiberíades, sin apenas mojarse los pies y pidiendo fe a los discípulos. El último sondeo del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat cifra en un 24,3% el número de catalanes que tiene dificultades para pagar los gastos relacionados con su vivienda. El 57,5% de los ciudadanos aseguran que su calidad de vida ha empeorado. Y, frente a los brotes verdes (que es el color con el que algunos ven la previsión de crecimiento del 1% del PIB), el 27,7% de los consultados cobra menos de 1.000 euros al mes, mientras que el 17% no llega a esa cantidad ni sumando los ingresos de todo el núcleo familiar.

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Pero eso sucede ahora. Cuando se alcance la independencia, Convergència apuesta en su proyecto de borrador para la convención nacional por un Estado en el que no entren en competencia el sector público con el privado. Será una sociedad en la que el fraude fiscal se combatirá por el mero hecho de que la futura Agencia Tributaria catalana será “transparente para los contribuyentes, lo cual facilitará la reducción voluntaria”. Las medidas coercitivas no tienen cabida, porque todo será armonía en ese futuro El Dorado.

Convergència asegura que la nueva Cataluña no puede repetir los errores de la vieja España. Por eso recomienda bajar los impuestos y fomentar el consumo e incentivar la actividad económica. En un Estado de nueva planta todo se hará de buen rollo. Y la fraternidad imperará entre los afortunados que logren llegar vivos a la tierra prometida.

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