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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Juanma y su padrino

El nuevo líder del PP andaluz, Moreno Bonilla, deberá demostrar que no es la voz de su amo Javier Arenas

¿Es de fiar Juan Manuel Moreno Bonilla? Bajo ese aire de chico bueno, sonrisa pronta y verbo suave, ¿es de fiar el nuevo líder del PP andaluz? ¿Habla por boca propia o es la voz de su amo y padrino, Javier Arenas?

De la respuesta a esas preguntas, depende el futuro de la derecha andaluza y, de alguna manera, la salud democrática de Andalucía.

Escribí tras conocerse su designación a dedo por Rajoy que habría que darle 100 días de cortesía antes de enjuiciar su trabajo. Pero es imposible dejar a un lado los primeros pasos de este recién llegado a la alta política de la comunidad.

Elegido por casi unanimidad búlgara (98,4%) en un congreso extraordinario del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, al que le gusta ser llamado Juanma, parecería contar con el apoyo cerrado de su partido. Nada más incierto.

Un botón de muestra: Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, era contraria a su designación y habló de “intrigas” en el interior de su partido para escogerle como sustituto de Zoido. Solo la mayor autoridad de Rajoy impuso a este catalán de nacimiento y malagueño de corazón, como nuevo líder de la derecha andaluza.

Con Cospedal, hay una amplia lista de dirigentes andaluces (Zoido y el descabalgado José Luis Sanz, entre otros), a los que maldita la gracia que les ha hecho la elección de Moreno. Pero en el PP ya se sabe lo adictos que son al prietas las filas cuando lo manda el jefe.

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Cospedal tardó una semana en encontrar un hueco en su apretada agenda de pluriempleada de lujo para felicitar telefónicamente a Moreno, tras haber sido señalado por el dedo de Rajoy. Además de número dos del PP, Cospedal es presidenta de Castilla-La Mancha, comunidad a la que dedica unas horas sueltas entre las intrigas en su partido.

Por ello, cuando escuchaba el reproche que le hacía a la presidenta Susana Diaz por no haberle felicitado tras su elección como presidente del PP en el congreso del pasado fin de semana, me quedé perplejo. No habían transcurrido 24 horas desde la clausura del cónclave, cuando en La ventana de Andalucía (Cadena SER) le decía a su director, Fernando Pérez Monguió, que la presidenta aún no le había llamado. “Me sorprende”, añadía, “porque es una práctica de cortesía” habitual.

Ese mismo día, lunes 3, Moreno había enviado una carta a la presidenta solicitándole una entrevista formal. Al día siguiente le llegó la invitación a San Telmo, sede de la Presidencia, para el próximo lunes. Una reacción mucho más veloz que la de Cospedal.

En la entrevista de la SER, Moreno deslizó malignamente la especie de que a la presidenta Díaz no le interesan los problemas de Andalucía. Que realmente lo que le preocupa es su imagen a nivel nacional y las primarias del PSOE. Insinuó de manera sibilina que lo que realmente quiere Díaz es ser secretaria general de los socialistas españoles. Más que presidenta de la Junta.

Puro Arenas. Su padrino no lo habría hecho mejor. Mientras Moreno se presenta como el único que puede salvar a Andalucía del atraso en la que está sumida, deja entrever que su adversaria política está haciendo las maletas para marcharse a Madrid. Como si no hubiera quedado claro que Díaz no va a participar en las primarias socialistas de noviembre, al menos en esta primera ronda.

El trilerismo político es un arte que su padrino Javier Arenas practicó con esmero. Moreno ha heredado esa habilidad. En los pocos días que lleva al frente de los conservadores andaluces, ha dejado perlas que preludian un estilo de hacer política a imagen y semejanza de Arenas, persona a la que “admira y respeta”.

Con esos antecedentes, yo no me fiaría mucho de Moreno. Ni confiaría en que el lunes en San Telmo llegue a ningún tipo de acuerdo con la presidenta Díaz. Para desgracia de los andaluces.

@JRomanOrozco

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