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Mallorquines en el volcán

La fachada mercantil, nada institucional, de un club de fútbol en conflicto

La pasión, curiosa, se nutre del fondo de la memoria, cierta ira y el gozo.
La pasión, curiosa, se nutre del fondo de la memoria, cierta ira y el gozo. tolo ramon

Un carrusel de personajes, episodios de vértigo y ridículo liga la vida del Mallorca, el club de fútbol. Es una realidad accidental, efímera, espuma de temporal.

La fachada societaria, nada institucional, está separada de la masa. Aun con sus ridículas batallas intestinas, fiascos y condenas, la entidad deportiva —su equipo y sus colores—, sobrevive con inercia y afición pasmada.

No se ha arrasado el arraigo y la malla de protección social. La pasión se nutre del fondo de la memoria, cierta ira y el gozo de los buenos resultados de una larga etapa en primera división del equipo.

La deriva del club es escandalosa y sus responsables, varios y con distinta implicación: los que tomaron el timón, fueron mascarón de proa y, a la vez, se situaron en el palo mayor de la nave que ahora está en riesgo de colisión y naufragio.

La alineación de presidentes, dueños, accionistas y ejecutivos es larga, va de la gloria al fracaso: Vicente Grande, José Miguel García, Joaquín García, Miguel Vaquer, Martí Asensio, Javier Cabotá, Ramón Rosselló, Tolo Cursach, Tomeu Beltrán, Mateo Alemany, Pedro Terrasa, Utz Classen, Lorenzo Serra Ferrer, Biel Cerdá y más… Antes Guillermo Ginard y Juan de Vidal.

La deriva es escandalosa, con responsables en distinta implicación
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El club es un volcán, subsiste tras su suspensión de pagos y descenso. En el pasado se subastaron derechos de jugadores y una plantilla se encerró en los vestuarios en protesta por las deudas.

En la dictadura de Franco mandó el gobernador civil y hubo posibles compras de partidos y de árbitros. En campo contrario, un directivo escuchó, en el palco, como por los altavoces se denunció que el Mallorca había intentado comprar la derrota del adversario y que tenían la prueba: el anillo joya con las iniciales que él dejó en prenda de pago al portero para que se dejara golear.

Un presidente mediático y cómico, de puro traje blanco, falso pelo negro y testa tintada fue, en los años 70, Juan Vidal Salvá, policía de aduanas que se enriqueció y vendió televisores alemanes. Se hizo barón de Vidal a través de Sebastián Tianito Feliu de Cabrera, vivió junto a Marivent, compró una revista deportiva crítica y se rodeó de cronistas sobre-cogedores.

Guillermo Ginard, histrión de poca gloria, repitió en la cúpula —como Vidal— y despeñó al Mallorca por el abismo. Ginard tuvo otra vida, fue condenado por estafa y narcotráfico y por corrupto político a seis meses de cárcel y 600.000 euros de multa por el caso Calvià de 1992. Intermedió para intentar comprar el voto del concejal del PSOE, José Miguel Campos, exjugador del Mallorca, que grabó y denunció el escándalo, del PP.

Los propietarios, en la presidencia de la sociedad anónima, han tenido temporadas de purpurina: el expansivo Vicente Grande, hijo de árbitro; otra figura, el doctor Beltrán (situado por el dueño Antonio Asensio del Grupo Zeta, ya fallecido) o el médico Miguel Dalmau, de final fatal y que compartía su capital con el grupo turístico Barceló.

La entidad deportiva, el equipo, sobrevive con inercia y afición

Eterno y rico gestor, accionista, a veces presidente Mateo Alemany entró y salió tras el fugaz millonario y polémico Tolo Cursach, con un caso abierto. O el excajero Ramón Rosselló que recaudó ayudas de hoteleros a los que llamó antes el presidente Jaume Matas.

Señor del ladrillo, Grande hundió su empresa Drac y el club, perdió dinero en ambos y tendrá que reponer más por sentencia. Condenado por fraude fiscal renace con planes de hoteles y campos de golf. Su estratega en dirección hacia el fiasco de su compañía y del Mallorca, otro expresidente del club, Joaquín García, tras estas experiencias y estar en Sa Nostra, es consejero de Economía de José Ramón Bauzá.

La burbuja gigante asoló con todo. Otro inmobiliario con Grande, José Miguel García, accionista y ex directivo, quiso hacer 3.000 pisos e ingresar 475 millones de euros al año, con su marca Garbal que presentó en Son Vida; como Mario Conde con Banesto y Paco Berga con Brokerval.

Garbal se evaporó y García ejerce de abogado, oficio que deviene trasparente en el club; otro extriunfador de la era Beltrán-Grande, Miguel Vaquer de Oxidoc, que también fue presidente del club, se evaporó como su firma. Un misterio es el exdirectivo del Mallorca, Javier Cabotá, de Orisba y Maioris, grandilocuente. Cabotá encabezó el consejo asesor del club. Abrió negocios en Miami (Estados Unidos) y Cancún (México) y retorna con su idea de universidad privada en sus solares de Llucmajor. Una parte de la sociedad se proyecta en el Mallorca porque aun existe.

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