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La maldición del Temple

El despido del arquitecto que diseñó la rehabilitación del gran palacio neoclásico de Valencia, sede de la Delegación de Gobierno, se une al largo parón en las obras

Ferran Bono
Un detalle del claustro del Palacio del Temple de Valencia, con las obras de rehabilitación paralizadas.
Un detalle del claustro del Palacio del Temple de Valencia, con las obras de rehabilitación paralizadas.

Entre los funcionarios y trabajadores corría la leyenda de que un fantasma accedía a la sede de la Delegación de Gobierno en Valencia a través de un pasadizo que conecta el palacio del Temple con el antiguo cauce del río Turia. El fantasma era el responsable de las repentinas corrientes de aire frío o de alguna puerta que se cerraba de súbito. No era más que una forma jocosa de aludir a las enormes estancias palaciegas de este espléndido edificio neoclásico, erigido entre 1761 y 1770 por orden del rey Carlos III, tras el terremoto que asoló el antiguo complejo conventual de la orden de Montesa que, con anterioridad, había sido una fortaleza árabe otorgada por Jaume I a la Orden del Temple. Cuentan que por aquí entró El Cid a Valencia.

En definitiva, el palacio del Temple sintetiza buena parte de la historia de la ciudad, pero en los últimos tiempos parece perseguirle una maldición que retrasa y complica la imprescindible rehabilitación del mejor exponente de la arquitectura neoclásica en Valencia, monumento histórico artístico nacional y bien de interés de cultura (BIC).

Hace cuatro años que los trabajadores de la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana fueron desalojados del palacio y trasladados a las dependencias de la Seguridad Social en la céntrica calle de Colón, pero de momento tan sólo se han ejecutado obras de demolición en el palacio. La intervención está paralizada desde hace más de un año.

Por el camino, el Gobierno suspendió un primer concurso de adjudicación de las obras por un defecto administrativo, según la versión del ministerio. Posteriormente, en el momento álgido de la crisis que se cebó especialmente en el sector de la construcción y redujo drásticamente la oferta pública, se convocó otro concurso cuyo precio de licitación ascendía a 10,4 millones de euros. Se presentaron hasta 40 empresas. En abril de 2012, la propia Delegación de Gobierno anunciaba la adjudicación a Acciona Infraestructuras, una de las principales firmas del sector, por 6,8 millones de euros. Esta cifra, sumada a las mejoras ofertadas, abarataba el proyecto inicial cerca de un 39%, lo que suponía una baja temeraria, según el pliego del concurso. El ministerio, en cualquier caso, admitió las justificaciones de la empresa.

El ministerio asume dirigir la obra que se paró al hallarse restos arqueológicos

El último episodio problemático es el reciente anuncio de rescisión del contrato de Carlos Meri, el arquitecto que ganó en 2004 el concurso de ideas para la redacción del proyecto de reparación y reforma del palacio, además de la dirección de la obra.

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A través de la Sudirección General de Coordinación de la Administración Periférica, el Ministerio de Hacienda inició los trámites de despido del reputado profesional valenciano para encargar a sus propios técnicos la dirección de las obras y la reforma del proyecto. Las obras se habían paralizado previamente por Acciona al considerar que no podían continuar por la aparición de restos arqueológicos, desde esqueletos del periodo almohade hasta vestigios de la muralla y de casas árabes.

Esta es la explicación que da también el ministerio sobre la parálisis y sobre la necesidad de “replantear la obra”. Añade que se hará cargo de la intervención “por medios propios” sin tener que pagar un 18,59% más por el modificado técnico propuesto por Meri y ratifica la continuidad de Acciona. Sólo asume la dirección facultativa, pero no la intervención. Y reafirma que la licitación se realizó conforme a la ley de contratación, al tiempo que rechaza que sea baja temeraria.

La adjudicataria de la intervención rebajó casi un 40% el presupuesto inicial

El arquitecto, sin embargo, sostiene que las excavaciones no afectan a la mayor parte de la intervención, opinión que ha trasladado al ministerio. Apunta que los trabajos arqueológicos inciden exclusivamente en el edificio recayente a la calle de los Maestres y por tanto se puede realizar toda la obra “en el edificio claustral”. Meri niega que el modificado vaya a suponer un sobrecoste, y recuerda que ya advirtió a Hacienda de la dificultad de ejecutar el proyecto con las calidades especificadas con la notable rebaja acometida en la licitación. En este punto, el arquitecto plantea una reflexión más amplia sobre la proliferación en España de bajas temerarias en concursos públicos porque algunas adjudicatarias pueden no responsabilizarse de los precios ofertados e intentan recuperarlos mediante aumentos del presupuesto o merma de calidades.

Autor del canal y de parte de la nueva dársena del Puerto de Valencia, Meri reconoce discrepancias económicas con el equipo de la adjudicataria y lamenta que la rehabilitación de un edificio de tanto valor patrimonial pueda realizarse sin contar con el estudio que ganó el concurso público, que ha hecho el levantamiento topográfico y ha analizado a conciencia su complejidad. Se renunciaría así, agrega el arquitecto, al trabajo de nueve años en busca de soluciones para el palacio, cuyas obras se reanudarán “lo antes posible”, según Hacienda.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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