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POP Backstreet Boys
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Potingues antiarrugas

Los cinco veteranos ‘chicos’ conservan una envidiable forma aeróbica, pero resulta difícil hablar de música a partir de uno de sus conciertos

Backstreet Boys, durante el concierto en el Palacio Vistalegre de Madrid.
Backstreet Boys, durante el concierto en el Palacio Vistalegre de Madrid. Alberto Martín (EFE)

Las bandas de chicos y los ritmos biológicos son conceptos que hacen malas migas. A estas alturas, un concierto de Backstreet Boys ha de dirimir cuestiones más aeróbicas que musicales. Y a tenor de lo visto anoche en un Vistalegre casi lleno, estos cinco caballeros pueden estar orgullosos de sus entrenadores personales, rigor dietético y buena respuesta orgánica a los potingues antiarrugas que tengan a bien aplicarse. Las consideraciones artísticas quedan en un plano secundario, por mucho que la pantalla gigante, consagrada a la autopromoción, recuerde que estas criaturas han despachado 130 millones de discos a lo largo de las dos últimas décadas.

La música importa tan poco que no hay músicos: solo las cinco (supuestas) voces prístinas, un moderado despliegue en luminotecnia y un amplio catálogo de posturitas. O quién sabe si de postureo. La mala conciencia debe pesar, porque en el intermedio acústico del espectáculo, con 10,000 promises o Madeleine, nuestros buenos mozos rasguean unas guitarras y anuncian, ufanos: “¡Somos una boy band con instrumentos!”.

Claro que hay algún tímido asidero sonoro al que aferrarse. I’ll never break your heart se engloba en ese correcto nuevo soul que podría suscribir Babyface y We’ve got it goin’ on seguiría funcionando como llenapistas con disfraz de hip hop. Pero las disyuntivas fundamentales son otras: rubios o morenos (los castaños no se contemplan como tercera vía), lampiños o hirsutos, con chupa o camiseta de tirantes, visera o cráneo despejado. Cada asistente elige a su boy favorito en función de estos parámetros y los cinco se conceden su margen de protagonismo con monólogos sonrojantes, perseverantes invitaciones a comprarnos el último disco y los elogios de Nick Carter a “las bonitas chicas”. Eso fue lo más destacado de la velada, junto con sus virulentas sacudidas pélvicas durante I want it that way. Y de música ya hablaremos en otro rato.

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