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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El desafío catalán

En los acuerdos Suárez-Tarradellas hubo bilateralidad, singularidad y reconocimiento histórico de Cataluña

Lluís Bassets

La expresión ha hecho fortuna en los últimos tiempos, como parte de un extenso repertorio de tópicos y metáforas sobre los actuales planes soberanistas. Pero no hace falta fijarse en la actualidad para dar con ella. Ahora mismo es el título de un libro, resumen de un trabajo de investigación universitaria, que toma como referencia un editorial del diario Le Monde de 10 de febrero de 1976, titulado Le défi catalan.El volumen en cuestión, dirigido por Jaume Guillamet, lanza otro guiño a la actualidad, puesto que el objeto de estudio es nada menos que la prensa internacional, es decir, la internacionalización de aquel desafío.

Guillamet y un equipo de investigadores han localizado tres centenares de referencias periodísticas sobre la transición en Cataluña entre 1975 y 1978 y han compuesto con ellas un relato de aquella peripecia histórica. El primer texto citado y que da nombre al libro El desafiament català. Un relat internacional de la Transició (L'Avenç) es un artículo editorial que toma posición respecto a las manifestaciones del 1 y del 8 de febrero de 1975 en Barcelona, convocadas por la Assemblea de Catalunya en reivindicación de la tríada democrática (llibertat, amnistia, estatut d'autonomia), cuando la transición todavía no había empezado a echar andar.

Al menos, tres hechos destacan en el relato compuesto casi 40 años después. En primer lugar, el éxito de aquella internacionalización, que en su mayor parte fue espontánea y mucho más amplia de lo que los catalanes de entonces podían esperar, en unos tiempos en los que la comunicación digital no había ni siquiera iniciado sus primeros pasos. En segundo lugar, la mezcla de simpatía y de pesimismo que destilaba el conjunto de la prensa internacional ante la evolución de un país marcado por la guerra civil. Y en tercer lugar, el destacado y conocido papel vanguardista de la oposición antifranquista en Cataluña en relación al resto de España, siempre un paso adelante en las reivindicaciones y en el camino hacia la autonomía.

Es fácil encontrar otros guiños y referencias útiles para hoy en la lectura de esta visión internacional sobre la transición, y puede incluso que sirva para atemperar la lectura en paralelo de los argumentarios elaborados por encargo del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, para proporcionar munición a sus diplomáticos, y por el consejero de Presidencia, Francesc Homs, para responderle y rebatirle en su mismo terreno; capaces ambos de convertir una misma circunstancia, como el regreso de Josep Tarradellas y la restauración de la Generalitat republicana, en argumento para demostrar cosas diametralmente opuestas.

Muy sintéticamente, para el documento del gobierno español titulado Por la convivencia democrática, el regreso de Tarradellas fue una prematura demostración de la permanente voluntad democrática de entendimiento con Catalunya; mientras que para el documento del gobierno catalán titulado Estrechar lazos en libertad es la prueba de que Cataluña es un sujeto político anterior a la Constitución, cuya institución histórica medieval no hubo más remedio que reconocer para garantizar el éxito de la transición.

Ambas interpretaciones, a pesar de sus respectivos sesgos ideológicos, tienen la virtud de situar el foco en un momento decisivo para la transición española, en el que tanto o más que la amenaza militar interna pesaron los condicionamientos internacionales hoy prácticamente olvidados de la guerra fría y de las exigencias de poner coto al ascenso de los partidos comunistas del sur de Europa, agrupados bajo la etiqueta del eurocomunismo.

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El historiador Joan Culla lo contó de forma eficaz en una aportación a Memòria de Catalunya, una colección de fascículos luego publicada como libro por El País-Catalunya (Taurus, 1997): “Es evidente que los resultados electorales del 15 de junio de 1977 contribuyeron de forma decisiva al acuerdo entre Madrid y Saint Martin-le-Beau. El hecho diferencial que constituía el triunfo social-comunista-republicano en Cataluña (los socialistas, el PSUC y Esquerra sumaron en aquellos comicios el 51'2% de los votos) sembró la alarma en el puente de mando de la transición española y convirtieron a Tarradellas en el mal menor”.

Frente a los argumentarios, la historia. Y sus lecciones, mucho más interesantes que la propaganda y los sofismas de unos y otros. La respuesta al desafío catalán de hace 40 años fue el regreso de Tarradellas, que cerró el paso a la izquierda y facilitó el camino a la Constitución y al autogobierno. Fue un movimiento inesperado y valiente, de un presidente como Adolfo Suárez dispuesto a arriesgar y legitimar una institución de la Segunda República, después de haber legalizado al Partido Comunista.

Siendo la primera piedra del futuro Estado de las autonomías, la negociación previa entre Suárez y Tarradellas fue bilateral; el trato fue singular para Cataluña; y, al final, llegó el reconocimiento y la legitimación de una institución histórica catalana por parte del Gobierno y la Corona. ¿Alguien osaría hacer algo así ahora? Quien sea capaz de imaginar una jugada de ajedrez como aquella para las actuales circunstancias tendrá quizás en sus manos el mapa para salir del callejón donde nos hemos metido.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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