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Los riesgos del turismo cultural

Los principales monumentos ponen en marcha medidas para evitar daños por masificación

Visitantes en el Salón de Embajadores de La Alhambra.
Visitantes en el Salón de Embajadores de La Alhambra.M. ZARZA

La Alhambra recibió en 2013 a 2.315.017 visitantes, lo que supone el mejor año turístico de su historia. Con todo, su máximo está fijado desde el año 2002 en 2.713.500 personas, una cifra que no se ha alcanzando, “ni debiera”, aclara la directora del patronato que lo rige, María del Mar Villafranca. Hacerlo supondría “un ritmo de saturación importante” y privaría al visitante de una verdadera experiencia intelectual.

La carrera por ser el monumento o el museo más visitado acarrea cierto peligro. Se publicita la rentabilidad económica que genera el turismo cultural, más en tiempos de crisis, pero eso supone también que a mayor número de visitas, mayor es el riesgo de masificación. Andalucía cuenta con potentes recursos. Algunos son Patrimonio de la Humanidad, por eso no hay que olvidar que el turismo cultural puede, incluso debe, ser considerado un “riesgo”.

Distintos organismos internacionales hace décadas que lo advierten. La Carta de Cracovia (2000) lo dice taxativamente y de ahí que los espacios culturales trabajen en ello. En Andalucía, la Alhambra es el monumento más visitado, pero otros enclaves como el Real Alcázar de Sevilla, la Mezquita de Córdoba o el Museo Picasso de Málaga, conforman atractivos turísticos de primer nivel. Y afrontan ese riesgo de distinta manera.

Mientras en la Mezquita, por ejemplo, no hay aún número limitado, puesto que el amplio horario y la demanda no suponen un peligro para el monumento, en el Alcázar de Sevilla, que el pasado año superó 1.250.000 visitantes, hay un aforo limitado a un máximo de 750 personas para “garantizar el máximo respeto y la conservación de los distintos palacios y jardines que lo componen”, explica Manuel Hurtado, jefe de unidades de actividades del patronato.

Controlar los flujos y limitar el aforo son recursos habituales para tratar de controlar la masificación de la que comenzó a huir a principio de la década de los noventa la Alhambra, que tuvo que hacer frente a la saturación lo que llevó a los gestores plantearse problemas de conservación. ¿Qué se hizo? “Se colocó en la teoría gestora del monumento al visitante como principal elemento para ayudar a la conservación”, explica Villafranca.

A partir de ahí, el visitante debe comprender que es en un lugar frágil y, para que todos puedan disfrutarlo, son necesarias una serie de pautas y medidas que hagan la visita confortable. Algo similar ocurre en el Museo Picasso de Málaga. Aunque entrar en un museo siempre es distinto por la especie de sacralización del espacio, lo cierto es que el Picasso tiene desde hace años un máximo de 600 personas cada dos horas con el tope de 3.000 visitantes al día.

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La masificación no supone un riesgo solo para la calidad de la visita. La conservación también preocupa a los gestores. “No es solo limitar el aforo. Es eficiencia, organización, percepción de espacios…”. Y no hay que olvidar que lo que se presta es un “servicio público, un servicio cultural” donde la gente paga y tiene unos derechos, recalca Villafranca. El Patronato destaca la disminución de quejas por los horarios de visita a los palacios nazaríes, que aunque se detalla en la entrada ha generado problemas. La normativa es clara, pero si hay posibilidad, de forma excepcional, se han buscado fórmulas para ayudar a los turistas a los que se les pasa su horario. “A veces no podemos, porque estamos saturados, pero hacerlo nos ha permitido eliminar esa frustración [irse sin ver los palacios] y mejorar la imagen”.

El proyecto cultural atrae a viajeros que “no solo visitan la Alhambra por el turismo, sino también por su oferta expositiva y cultural”, recuerda el consejero de Cultura, Luciano Alonso. Esas actividades están limitadas y reguladas en espacios determinados y siempre el servicio de conservación trabaja con los organizadores. “Hemos tenido peticiones tan peregrinas como celebrar una boda en el patio de los Leones”, cuenta Villafranca.

Hallar el equilibrio no es fácil y por eso aboga por no caer en la musealización extraordinaria de espacios singulares, pero tampoco hurtar las restricciones de visitas a las zonas desaconsejadas. “Para eso, por ejemplo, está el espacio del mes en la Alhambra. Para lugares que no podrían soportar las visitas durante todo un año”. Los problemas de conservación son un reto cada día y la apuesta de futuro, el Atrio de la Alhambra, un nuevo espacio para recepción de visitantes que “reorientará y ofrecerá una mirada hacia el territorio, hacia una Alhambra más sostenible en el sentido del medio ambiente”, concluye la directora del monumento.

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