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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Olvidado gurú

Durante más de un cuarto de siglo el inefable Rafael Blasco ha estado indisolublemente unido al ideario colectivo de esta tierra

Durante más de un cuarto de siglo el inefable Rafael Blasco ha estado indisolublemente unido al ideario colectivo de esta tierra, al igual que las fallas o la paella. Hasta hace relativamente poco tiempo sonaban por doquier elogios, alabanzas y encomios variados a su persona. En algunas ocasiones incluso en la orilla ideológica contraria, resaltando casi siempre el abismo existente entre esta especie de gurú y sus más próximos colegas o rivales, en términos de sagacidad, oportunidad y talento.

No había más que seguir su estela por los departamentos donde aplicaba su intelecto para saber de lo que estamos hablando. Sus memorias anuales siempre aparecían trufadas de multitud de proyectos, punta de lanza o avanzadilla de las más variadas disciplinas y materias gestionadas a lo largo y ancho de su dilatada trayectoria política. Proyectos que lucían bonitos como un San Luís, aunque en la mayoría de los casos no cristalizaran; algo que se excusa por el carácter teórico de su magisterio y los cambios continuos de escenario que su aura de imprescindible exigía.

Pero su principal habilidad y por lo que ha sido más apreciado en los años de pertenencia al partido popular ha sido su capacidad como estratega político. Sus pretendidos conocimientos de la psicología social de los valencianos, así como su experiencia como persona bregada en todo tipo de orquestas ideológicas le convirtieron en el gurú favorito de sucesivos presidentes de la Comunidad, desde Zaplana hasta Camps.

Buen conocedor del valor de la liturgia como ingrediente básico del teatro, las puestas en escena resultaban imprescindibles en sus propósitos, aunque derivaran ocasionalmente en sainetes. Era capaz como dicen por aquí de “fer tots els papers de l'auca”. Podía conjugar perfectamente un ideario carpetovetónico con un discurso vanguardista sin que se le moviera una sola ceja. También era notable su capacidad para enajenar voluntades y transportarlas con armas y bagajes a la otra orilla. Así, asistido del reparto de algunos complementos salariales, consiguió formar equipos funcionariales con viejos compañeros de viaje ideológicos y otros nuevos conversos, siempre dispuestos a freír corbatas y planchar huevos a la menor insinuación del maestro. Todo ello, en definitiva, con el objetivo de conformar una aseada fachada centrista dirigida a atraer las más amplias ondas del espectro ideológico valenciano.

Lástima que todo este relumbrón haya quedado apagado por un quítame aquellas subvenciones de nada, que en estos días se juzga. Por cierto que, con un reputado equipo detrás que ya le salvó del trullo en anterior ocasión, y los recursos dialécticos del acusado, se esperaba en cualquier momento la aparición estelar de algún conejo de la chistera de la defensa. Sin embargo, esta ha decidido agazapar a todos los acusados detrás de la responsabilidad de los funcionarios encargados del expediente juzgado.

En fin, no sabemos cual será el veredicto en esta ocasión. Lo que resulta evidente es que este gurú hace tiempo que debería haber sido expulsado y olvidado por el ideario colectivo. Ya se sabe que estos arquetipos son propios de sociedades poco evolucionadas y peor informadas. Su magia, compuesta de prestidigitación y humo, no debería haber sustentado la acción política de esta comunidad durante tanto tiempo.

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Juan Usach es doctor en Economía

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