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La difícil ecuación: adolescentes e Internet

Los expertos alertan de los riesgos de no enseñar a los más jóvenes a usar correctamente las redes sociales

Una adolescente consulta su smartphone en San Sebastián
Una adolescente consulta su smartphone en San SebastiánJAVIER HERNÁNDEZ

Que 23 de los 26 alumnos de un aula de primero de primaria —seis, siete años— dejaran constancia en una redacción de que su juguete preferido es una tablet, no es fruto de una campaña publicitaria o consecuencia del bombardeo de anuncios prenavidad. El dato, aportado por un profesor de un colegio de Bizkaia, y recogido en un estudio de la Agencia Vasca de Protección de Datos e investigaciones de la Facultad de Psicología de la UPV sobre la privacidad y el uso que los niños de entre 11 y 13 años hacen de las redes sociales, WhatsApp, o cualquier otra vía de comunicación que permita Internet, deja constancia de la irrupción de estas tecnologías como una de las principales herramientas de ocio y socialización de los niños. Enviar un mensaje por WhatsApp, subir y comentar una foto en Tuenti o Facebook hace tiempo que sustituyeron al simple hecho de hablar por teléfono o de incluso quedar físicamente. El estudio de la Agencia, publicado a finales de enero, al igual que los expertos, si bien destaca las bondades y potencialidad de estos instrumentos para la socialización de los niños o su aprendizaje, alerta, también, de sus peligros.

El 80% de los 3.000

De las graves consecuencias que tiene el mal uso, principalmente, de las redes sociales en la privacidad de adolescentes y jóvenes, y que puede derivar en episodios de acoso o adicciones, afirman las investigadoras Carmen Maganto y Montserrat Peris. Porque si Tuenti o Line pueden ayudar a los adolescentes a “sociabilizarse mejor, a sentirse más seguros, más cercanos, a romper barreras o incluso a combatir la soledad”, explica Peris, becada por el Gobierno vasco para la realización de su tesis en la facultad de Psicología de la UPV, también pueden generar adicción y está a su vez desencadenar en “trastornos del sueño, ansiedad, depresión, mal humor, inquietud...”. Jóvenes que si se olvidan el móvil en casa o no tienen acceso a aplicaciones como WhatsApp “se sienten desubicados porque necesitan saber si sus amigos han leído sus mensajes, si están en línea o directamente se despiertan a una hora determinada simplemente por estar pendientes”, añade la psicóloga. Peris, en plena redacción de su tesis —Las redes sociales en adolescentes y jóvenes del País Vasco, imagen corporal erotizada y variables psicológicas asociadas, dirigida por la profesora de la UPV Carmen Maganto Mateo, especialista en Psicología Clínica—, enumera los riesgos asociados al uso de estas tecnologías ligados a la privacidad, imagen, intimidad o sexualidad de los jóvenes.

Los especialistas alaban el potencial socializador de estas herramientas

Una pléyade de nuevos vocablos, algunos directamente exportados del inglés, que esconden prácticas como el sexting —compartir imágenes de contenido erótico o pornográfico—, la sextorsión —el riesgo de sufrir chantaje por el uso por parte de un tercero de esas imágenes—, la posibilidad de ser directamente acosado o de padecer grooming —cuando un adulto, haciéndose pasar por un menor consigue iniciar una relación con una chica para luego acosarla y chantajearla o incluso obligarle a mantener relaciones sexuales—. La investigación realizada por Peris, sustentada en cuestionarios contestados por más de 3.000 adolescentes y jóvenes de todo Euskadi, de entre 12 y 25 años, arroja, entre otras cifras, que el 84% de los participantes en el estudio ha compartido en una red social fotos “atractivas, sexis, provocativas, sugerentes...”. El 8,7% ha colgado alguna imagen que Peris considera de contenido pornográfico o semipornográfico, es decir, “en ropa interior o con el torso desnudo”, afirman las investigadoras. ¿Qué empuja a un adolescente a compartir esta información? “Para ligar, gustar a los demás, seducir, la presión de los amigos...”, han contestado a Peris los jóvenes y adolescentes que han participado en la investigación, los mismos que afirman en un 17% haber sido acosados en algún momento y sobre los que un 9,8% han sufrido riesgo de padecer grooming.

El 17% de los investigados
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A pesar de los datos, Maganto y Peris remarcan la “parte beneficiosa y positiva” de estas tecnologías, unas herramientas que los padres y profesores deben enseñar cómo utilizar de forma correcta a los niños y explicarles los riesgos que entrañan porque la prohibición, apuntan los expertos, no vale. Negar el acceso a estas herramientas puede derivar, según los especialistas, en la marginación del niño, en provocar que se quede fuera de su círculo de amistades, ya que constituyen una importante y potente vía de socialización. Peris defiende que la educación en redes sociales debe tomar como ejemplo la de la sexualidad, en función de la edad de los niños dosificar los conocimientos sobre las mismas. Y, ante todo, estas tecnologías deben dejar de ser “un tema tabú. Si yo pago la factura, tengo que revisar tus contactos, tus perfiles y saber con quién hablas”, resume la psicóloga, encarnando el papel de los padres. Garbiñe Arrizabalaga, responsable de Formación de Baikara, la entidad que reúne a las asociaciones de madres y padres de centros públicos de Gipuzkoa, destaca la importancia de “restar miedos y temores”. Los progenitores son los primeros que deben saber cómo funcionan las redes sociales y acompañar a sus hijos en su utilización.

Los usuarios no tienen nociones de seguridad

“Deben ser ellos los que inicien a sus hijos en el uso, independientemente de que luego tengan que negociar con ellos horarios, o cuánto tiempo pueden pasar utilizándolas”, defiende Arrizabalaga, que entre otras cosas, enseña a los padres a configurar la privacidad de las redes sociales y que riesgos conlleva, o quién podría tener acceso, en caso de no hacerlo bien. También a un uso correcto del contenido (fotos, vídeos o comentarios) que se sube o comparte en plataformas como Tuenti o Facebook y el saber detectar intrusos no deseados en los perfiles. Muchos padres, ilustra Arrizabalaga, se crean perfiles en las redes sociales utilizando una imagen en la que salen sus propios hijos sin saber qué implicaciones tiene, por ejemplo, en la privacidad y seguridad de ellos. Desde Baikara también trabajan con los propios chavales. La Federación forma a niños de quinto y sexto de primaria y de primero y segundo de ESO. “Las nociones que tienen sobre seguridad son difusas”, resume Arrizabalaga, mientras que Peris señala que “ni los adolescentes, ni jóvenes son conscientes de los riesgos de mandar una foto o un mensaje por WhatsApp con cierta información”.

A través de juegos la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Gipuzkoa intenta que los alumnos conozcan en primer lugar “la naturaleza de las redes sociales. Que sepan que no son algo que está por ahí casualidad. Tienen unos fines concretos y éstos muchas veces se escapan a nuestra propia consciencia”. Además, les muestran la importancia de la identidad digital, de desarrollar en Internet también conductas respetuosas y las consecuencias de no tener privacidad. Muchos piensan, según Arrizabalaga, que “lo que publican solo lo ven ellos, o como muchos sus amigos, pero también les recordamos que también pueden verlo otras muchas personas”. “Tienen que tener un acercamiento crítico a las redes sociales”, zanja la también psicopedagoga.

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