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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rajoy y la Soberbia

"Se juntan en un salón diseñado para impresionar al 1% de los afiliados, y vocean eslóganes y consignas también impresionantes para que el 99% restante las aplauda en sus hogares"

Ha dado la impresión de que Rajoy y la Soberbia se habían citado para, juntos, pronunciar su discurso de clausura de la convención del PP en Valladolid. Había rasgos de soberbia en el rostro de Rajoy, los había en sus gestos y los hubo en las palabras usadas. Sus huestes le alentaron, felices y satisfechas, pero la Soberbia le delataba constantemente: no tenía razón y lo sabía.

Solo un soberbio puede decir “no me preocupan las críticas: apañado estaría”. ¿Qué, si no las críticas, puede y debe alertar al gobernante? Pero la soberbia ensordece y convierte al poseído por ella en su servidor. Por eso se dirigió a Rubalcaba con el dedo acusador estirado para hacerle responsable y culpable del “calvario” que sufrimos los españoles. Sin embargo, ese calvario se inició en el justo momento en que el PP se hizo con el Gobierno.

De modo que, una vez más, se apoderó la soberbia de sus ademanes y palabras. Porque fue él quien firmó la reforma laboral que ha provocado desprotección, y quien ha impuesto copagos a los pobres enfermos, y quien amenaza constantemente a los jubilados, y quien elimina becas y becarios, y quien convierte a muchas mujeres en meras sufridoras de sus infortunios con la ley del Aborto, y quien… “O te callas o reconoces el mérito de la gente”, dijo dirigiéndose al ausente Rubalcaba. Le situó en medio de sus correligionarios, como si fuese una nube a la que achacar todos los posibles males: la ausencia de sol, la oscuridad reinante y la amenaza de lluvia. La Soberbia así lo requería.

Irradiando un halo luminoso de su cabeza pronunció: “Al final, los españoles nos hemos rescatado solos”. ¿Cómo ha sido?, me pregunto. Da la impresión de que no hemos seguido ninguna consigna de foráneos, pero De Guindos no ha parado de hacer recados en las oficinas de los organismos internacionales para orientar los recortes que Rajoy ha infligido a los españoles. Nadie se ocupó de informar a los españoles hace dos años de que no cabía rescate posible con un país con España.

Tampoco lo cabía con Italia. Sus dimensiones excesivas ni lo aconsejaban ni lo permitían, pero Rajoy tuvo que meter a De Guindos en un ministerio que ha venido funcionando como un apósito del Gobierno. Por eso puede decir Rajoy que nos hemos rescatado solos. Sin embargo, los españoles seguimos secuestrados por la crisis y por sus consecuencias, porque la crisis en manos del Gobierno del PP se ha convertido en un instrumento eficaz para ahormar las mentes de los ciudadanos, que han interiorizado que deben disminuir sus salarios y aumentar sus jornadas de trabajo, que han asumido la culpabilidad de haber vivido por encima de sus posibilidades mientras las entidades financieras muestran en sus cuentas beneficios multimillonarios.

Si nos hemos rescatado solos, ¿a qué han venido los hombres de negro enviados por la Troika? Tras cada visita nos han puesto deberes que Rajoy ha cumplido a rajatabla, en perjuicio de las economías familiares, pero ahora se erige en solitario artífice de la liberación.

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Su soberbia se parangonó en un momento con la de su antecesor Aznar. Si “España iba bien” en aquellos años, ahora “España va mejor”, según Rajoy. Esta afirmación le sirvió para encauzar su campaña para las próximas elecciones generales con su anuncio de bajada de impuestos. Lógico, porque Rajoy es un hombre de derechas, como los dos mil que le escuchaban, y esa tendencia (que no ideología real) apuesta siempre pensando en sus carteras y en sus cuentas corrientes. Desde luego que no habló del aborto, ni de la privatización de la Sanidad en Madrid, ni de los escarceos de Wert en Educación y la Cultura, ni de las calles españolas atiborradas de protestones, ni del afloramiento de pobres, ni de la presencia del PP y de España en los rankings de la corrupción, ni de los casi seis millones de parados, ni de los trenes de emigrantes españoles que salen al extranjero a buscar la vida que aquí se les niega, como hizo Alfredo Landa en Vente a Alemania, Pepe.

Pero esta ha sido otra película. Protagonistas: Rajoy y la Soberbia. La sala de proyección, llena a rebosar. Alguna silla que, por despiste, no había sido ocupada, fue retirada a tiempo para no mostrar ausencias. Los que no fueron al acto, no fue porque no quisieran acudir; fue por imperativos demostrados, que ninguno es tan invencible como la falta de voluntad. Así son las convenciones y los actos solemnes de los partidos. Se juntan en un salón diseñado para impresionar al 1% de los afiliados, y vocean eslóganes y consignas también impresionantes para que el 99% restante las aplauda en sus hogares, frente a sus televisiones, mientras tienen sus mentes llenas de problemas, miserias e incertidumbres. En los hogares no suele percibirse la Soberbia.

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