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Crítica teatro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

César el grande, muerto y vuelto a tierra

Carlos Tuñón sienta 12 espectadores a la mesa regia durante su puesta en escena íntima y cuasi ritual del auto ‘La cena del rey Baltasar’

Javier Vallejo
Dos de los intérpretes de La cena del rey Baltasar.
Dos de los intérpretes de La cena del rey Baltasar.

Un auto temprano de Calderón, reconvertido en espectáculo cuasi ritual, en el que el público se sienta a la mesa donde se va a celebrar la cena postrera de Baltasar, último rey babilonio, cuya vida e imperio fueron aniquilados por los persas en el siglo VI antes de Cristo. Soberbio hasta el límite y esposado con la Vanidad, en la obra el monarca prepara nuevas nupcias con la Idolatría, llevado por su loco Pensamiento, cuando el profeta Daniel (etimológicamente, “Juicio de Dios”: el portador del buen juicio) y la Muerte vienen a aguarlela fiesta. Significadoeucarístico aparte, este auto parece concebido para advertencia de jerarcas y educación de príncipes antes que para la admonición del pueblo llano, pues lo que se pone de relieve hoy de modo más universal, emocional e inmediato tanto durante su lectura como en el montaje íntimo, ceremonial y participativo por momentos del joven director Carlos Tuñón, es la futilidad del poder terrenal, la autocomplacencia ciega de quien lo ejerce y, sobre todo, el justo igualamiento que produce la muerte.

LA CENA DEL REY BALTASAR

Autor: Calderón. Intérpretes: Jesús Barranco. Enrique Cervantes, Alejandro Pau, Kev de la Roda, Rubén Frías y Antonio Rodríguez. Versión y dirección: Carlos Tuñón. Kubik Fabrik. 4, 11, 18 y 25 de febrero

Tuñón y su equipo presentan a Vanidad e Idolatría (idolatría del dinero, nos sugiere hoy este personaje alegórico) como potencias que mueven el alma de Baltasar; a Daniel, como una conciencia externa, a falta de conciencia propia; y a la Muerte, por su calma imperceptibilidad y su determinación, como una alegoría de la justicia, tarda pero implacable. Si el bíblico libro de Daniel, en el que Calderón se inspiró, presenta el convite de Baltasar como una versión contrahecha de la última cena de Cristo, el director andaluz hace de la función un banquete simulado (salvo el vino y otros detalles) en el cual el monarca es anfitrión; los doce únicos espectadores que entran cada noche, apóstoles sobrevenidos; y el resto de los personajes, emanaciones de tan poderoso anfitrión, alucinadamente interpretado porJesús Barranco, que sostiene de modo soberbio una actitud decididamente ausente, como si no existiera más mundo que el que se resuelve dentro de su ambiciosa cabeza.

La versión es veraz y respetuosa, aunque sintética en ciertos pasajes; la interpretación de Alejandro Pau, Kev de la Rosa y Rubén Frías, lograda en líneas generales; y el verso está especialmente bien encarnado durante el poderoso cara a cara que mantienen La Muerte y Daniel, en las pujantes interpretaciones de Antonio Rodríguez yEnrique Cervantes. Atinados y eclécticos, el vestuario, el austero espacio escénico y la música a capella. En vista de que las entradas para este mes están ya agotadas, la compañía y Kubik Fabrik, moderno pero pequeño teatro de barrio del distrito de Usera, andan pensando prorrogar hasta junio La cena del rey Baltasar.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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