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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fabra Fahrenheit 451

Lo del PP con el valenciano siempre ha sido cinismo, indecencia y desvergüenza

El presidente mejor afeitado del cabildo autonómico español, Alberto Fabra, no gana para disgustos. Si hace unos días un par de señoritas expertas en comunicación —a la vista del revuelo producido— le quitaban el foco cuando promocionaba los atractivos de la Comunidad Valenciana —“la tierra donde la cordialidad y el sol reinan eternamente”— ahora se le indigestan las palabras del diccionario de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

A nuestro presidente mejor afeitado y al Partido Popular que preside del Sènia al Segura les ha dado un ataque de flato cuando han visto que el Diccionari de la AVL dice lo mismo que vienen diciendo la Real Academia de la Lengua Española y las Universidades y los investigadores de todo el planeta: que el valenciano y el catalán —como el mexicano y el castellano o el australiano y el inglés— forman parte de la misma lengua. Un principio científico tan indisoluble como la ancestral nación española. O el mal gusto de la programación de Tele 5. Y si no, que se lo pregunten a su jefa de comunicación, Lola Johnson, cuando presentaba aquel programa llamado Encontres en Canal 9 y entrevistaba a Joan Manuel Serrat. Ella, hablando en la lengua de Bernat i Baldoví, y él, en la de Jacint Verdaguer, y se entendían perfectamente sin necesidad de ningún diccionario.

Lo del Partido Popular valenciano con la lengua de los valencianos, siempre ha sido un cóctel de cinismo, indecencia y desvergüenza. El uso que hacen de ella en el ejercicio de su vida pública debe equivaler al tanto por ciento que la Iglesia Española destina a la adquisición de preservativos. Y no se les cae la cara de vergüenza que diría la novela de Sergi Pàmies. En su lugar, se les llena la boca de Estatut —o de la Constitución— y a seguir p’alante que la vida son cuatro días y las próximas elecciones como quien dice, están a la vuelta a la esquina.

Aquí se le puede dar pompa y ceremonia al cadáver de Rafael Conde El Titi —que el Señor lo tenga en su gloria gay— pero le negamos el pan y la sal a la figura de un cantante como Ovidi Montllor que en un país como Francia sería admirada y celebrada de Nicolas Sarkozy a François Hollande. Aquí proclamamos nuestro amor a la lengua, identidad y unas palabras en vernáculo cuando llega el 9 d’Octubre y el resto del año, si te he visto, no me acuerdo. Aquí la marca del Partido Popular sigue siendo la de la intolerancia y el corte y confección dictatorial; de un Partido Popular cerrando y censurando medios de comunicación: TV3, Canal 9, Ràdio 9, y ahora Catalunya Ràdio. Ese es el branding del PP al País Valencià: neofranquismo a go-go. Del kitsch adobado con la censura y el sectarismo como complementos reforzantes.

No sé qué destino esperan a los diccionarios, igual en otras épocas hasta se hubiera oficiado una ofrenda al fuego redentor, pero por cuestiones estéticas hace tiempo que este tipo de prácticas se han desestimado. Tampoco me veo a nuestro presidente como el protagonista de Fahrenheit 451, el bombero Montag, especializado en incinerar libros. Siempre me lo imagino más —igual es una fantasía erótica— como el encargado de una de aquellas tiendas de tejidos donde acudía la burguesía valenciana por una pieza de crepé o chiffon.

Por lo menos sus antepasados franquistas guardaban mejor las formas y no tenían ningún prejuicio a la hora de ceder el Ayuntamiento de Valencia para la presentación del Diccionari Català-Valencià-Balear. Y si por una de estas se les pasa por la cabeza suprimir la Acadèmia Valenciana de la Llengua alegando razones de economía doméstica. No se preocupen. Siempre podemos consultar el Institut d’Estudis Catalans online.

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