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Una acuarela de 2.600 bares

Carlos Puente Ortega lleva cinco años pintando Madrid a través de sus tabernas El 30% de sus cuadros fueron vendidos para los dueños de los restaurantes El pintor quiere dejar un registro de cómo eran las fachadas de la capital

Felipe Betim
El pintor Carlos Puente Ortega, en su estudio de Villanueva del Pardillo.
El pintor Carlos Puente Ortega, en su estudio de Villanueva del Pardillo.Carlos Rosillo

Desde que empezó a pintar acuarelas, cuando todavía era un adolescente, Carlos Puente Ortega tiene una pasión: retratar su ciudad, Madrid. En su estudio, que también revela la preferencia del artista por el trazo impresionista, hay cuadros que reflejan desde la Gran Vía y la plaza Mayor hasta rincones y locales desconocidos. Pero para este artista de 48 años hay algo en especial que caracteriza la capital: los bares. Según cree, en cada calle hay por lo menos uno. “Creo que, si pinto las fachadas de todos los bares, pinto todo Madrid”, afirma.

Creo que, si pinto las fachadas de todos los locales, pintaré todo Madrid

Puente Ortega —como firma sus cuadros— lleva casi cinco años trabajando en el proyecto Madrid a través de sus bares: “Empecé por plaza de Castilla, donde vivía. Me gustó la idea; luego fui al centro y seguí, seguí…”. Ya son más de 2.600 bares, tabernas y restaurantes pintados con acuarela, y algunas zonas de la capital explotadas por completo. Su forma de trabajar es muy sencilla. Elige una parte de la ciudad por la que todavía no ha pasado —“ahora voy por Ventas, en la zona del Parque de las Avenidas”— y da un paseo con su cámara. “Me acerco, tomo apuntes, hago unas cuatro fotos desde angulos distintos de un bar, y luego voy al estudio para finalizar”, cuenta.

No pide permiso a los dueños de los locales pero, tras terminar su trabajo, vuelve a acercarse para enseñarles la pequeña acuarela, de 25 por 18 centímetros. “Les presento el proyecto y les ofrezco la obra. Muchos dicen: ‘¡Jo, es mi bar, qué bonito!”. Pide 50 euros en principio, pero muchos dueños, encantados con la obra, le encargan hacer otra. “Entonces ya son 90 euros. Si quieren un cuadro más grande, como el que hice para el Café Príncipe, de 50 por 35 centímetros, puedo cobrar unos 300”, relata.

Puente Ortega calcula que el 30% de sus cuadros han sido adquiridos por los dueños de los locales. Estas obras cuelgan ahora de las paredes de algunos de los sitios más típicos de la capital, como Casa Labra, la chocolatería San Ginés, el restaurante Los Rotos, o el Café Oliver.

“Nos impresionó mucho su trabajo, principalmente por las formas y colores que usa. Le encargamos otra acuarela, del interior del restaurante, y luego otras tres más de la fachada para tener en casa”, comenta Karim Chauvin, dueño del Café Oliver.

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Quiero que el bar de la esquina sea tan importante como el Lhardy

A Puente Ortega le gusta pensar en Madrid como una gran sala de exposiciones: sueña con que, en cada bar, en cada restaurante, en cada taberna, haya un cuadro suyo. Pero sus planes van más allá de vender sus obras: quiere dejar un documento para el futuro. Quiere que, dentro de 50 años, haya un registro de cómo eran los rincones, la gente y las fachadas de Madrid. “Quiero hacer un libro”, cuenta mientras enseña en su ordenador las carpetas con sus obras digitalizadas, ordenadas por zonas de la ciudad.

—¿Y cómo va a elegir los bares que van a estar en el libro?

—Ese es el problema. No quiero que estén solo los importantes. Quiero que estén todos.

—¿Todos?

—Es que quiero que el bar de la esquina sea tan importante como el restaurante Lhardy. Cada uno tiene su propia identidad.

El arte siempre estuvo en su entorno: su padre, que también se llamaba Carlos, fue el publicitario creador de la campaña de Renfe Papa, ven en tren (1973), además de pintor; su tío, José, era un importante retratista de Madrid y sus costumbres, y un pintor de toros.

El estudio donde lleva dos semanas viviendo, ubicado en la localidad de Villanueva del Pardillo, revela las distintas fases e influencias del artista: cuadros pintados con óleo y acrílico, retratos de toros y caballos... Y de Madrid, por supuesto. Puente siempre ha preferido, sin embargo, la acuarela para expresarse. El trazo impresionista característico de sus obras surgió, según cuenta, tras hacer la carrera de arquitectura: “Tenía que ser todo muy calculado, bien diseñado... Pero poco a poco me fui liberando”.

El dinero pasa a segundo plano cuando la gente mira y se sorprende

El problema está a la hora de pagar las facturas. Puente Ortega no tiene otra ocupación. Tiene que, todos los meses, luchar para sacar algún dinero de su arte. Da clases, pinta cuadros por encargo, lleva sus obras a galerías, organiza exposiciones... Está obligado a buscarse la vida de modo constante. “No tengo jefe, yo mismo gestiono mi trabajo. Tampoco tengo sueldo fijo, ni paga extra, pero tengo que pagar el alquiler todos los meses”, narra.

Explica, además, que antes de la crisis lograba vender más cuadros: “Si este proyecto se me ocurre hace 12 años, me hubiera ido mucho mejor. Es una pena que muchos no vean que es un gasto que merece la pena. Una acuarela es para siempre”.

Puente Ortega no piensa parar. Calcula que hay alrededor de 12.000 bares y restaurantes en Madrid —según el anuario económico de La Caixa, eran 17.271 en 2013— y quiere concluir, sin prisa, el proyecto. “Hay gente muy escéptica pero que, al ver el cuadro de su propio bar, se emociona. Es algo muy bonito. El dinero pasa a segundo plano cuando haces algo que la gente mira y se sorprende”, concluye.

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Sobre la firma

Felipe Betim
Nacido en Río de Janeiro, ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Escribe sobre política, temas sociales y derechos humanos entre otros asuntos. Es licenciado en Relaciones Internacionales por la PUC-Río y Máster de periodismo de EL PAÍS/Universidad Autónoma de Madrid.

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