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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rusos y latinos

El pianista cubano suena un poco "a la antigua", pero con técnica mayúscula

Si la temporada pasada escuchamos a Jorge Luis Prats enfrentándose a Ravel (Concierto en Sol), en esta lo vimos interpretando a Rachmáninov (Concierto núm. 3 para piano y orquesta). Obra muy diferente a la anterior, se percibieron en ella, sin embargo, rasgos comunes respecto a la ejecución pianística: fraseo muy flexible y rico en matices agógicos –que a veces parecían plantear algún apuro en la conjunción con la orquesta-, rechazo de cualquier amaneramiento en la transmisión de la música, amor por las raíces populares -muy visible en las propinas que ofreció al terminar-, potencia notable y capacidad para afrontar las importantes dificultades que el compositor ruso plantea en su tercer concierto. Eso sí: sin cargar las tintas del Romanticismo subyacente.

Jorge Luis Prats

Orquesta de Valencia. Director: Rubén Gimeno. Obras de Rachmáninov y Musorgski. Palau de la Música. Valencia, 10 de enero de 2013.

El pianista cubano suena un poco "a la antigua", quizá no demasiado límpido, quizá con algún roce o alguna brusquedad, pero con técnica mayúscula puesta al servicio de las necesidades expresivas. Huye, al mismo tiempo, del artificio y el divismo. En resumen: un satisfactorio bagaje.

La Orquesta de Valencia, dirigida esta vez por Rubén Gimeno, pareció sentirse muy a gusto con el solista y el director y, como siempre en estos casos (especialmente si las obras también son de su agrado), dio lo mejor de sí misma en cuanto a sonoridad y espíritu. Sirvió limpiamente a Rachmáninov, sobre todo en los dos primeros movimientos.

La segunda obra, también rusa en el original pianístico pero “francesa” en la orquestación -maravilloso tándem Musorgski/ Ravel de Cuadros de una exposición–, es una partitura que podría aborrecerse de tanto que se oye. Sin embargo, encontramos allí siempre cosas nuevas. En ella se bordaron con primor los solos, y resulta imposible mencionarlos a todos: trompeta, trompa, fagot, saxo, flautas, oboes, tuba, arpas, trombones, percusión... En cuanto al enfoque general, proporcionado por Rubén Gimeno, cabe aplaudir su esfuerzo en la concertación –más logrado con Musorgski que en Rachmáninov- , así como la delicadeza en la plasmación de atmósferas, consiguiendo, en la obra de Musorgski, superar la mera descripción para llegar a ese inefable terreno de la magia popular.

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