_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Quién te ha visto y...

Blanca Cia

Uno de los principales tesoros de los pabellones de Sant Pau ha permanecido oculto durante años a los ojos de los pacientes y todo el personal sanitario que lo poblaron durante años. Porque de los pabellones solo se podía ver el exterior y este acusó el paso del tiempo. De hecho, la cúpula del pabellón de la Mercè se acabó cayendo en 2004. Un accidente en el que resultaron heridas una decena de personas. El conjunto era precioso, pero era notable que sufría un grave deterioro y que requería una intervención urgente que solo se pudo acometer cuando se liberó de su función hospitalaria.

Los interiores de los pabellones fueron modificados a lo largo del siglo pasado por las necesidades que imponía su uso. Algunas poco después de ser inaugurado, en la década de los treinta, como el edificio que acogía los quirófanos que Domènech i Montaner diseñó con amplias cristaleras —para operar con luz natural— y que enseguida fueron tapadas. Y ahora han sido recuperadas.

Los altos pabellones fueron compartimentados en tres pisos —el de administración en cuatro— y las paredes o plafones se fueron superponiendo a las baldosas originales y a las paredes de ladrillo vista. Los techos originales de formas y figuras de cerámicas de colores —todos en tonalidades suaves— solo eran apreciables de forma parcial para quienes ocupaban la última planta de los pabellones. Lo mismo ocurría en el edificio principal del recinto donde la rehabilitación resulta espectacular. Y muestra, por ejemplo, la huella que dejó sobre el ladrillo las hasta siete capas de pintura adherida previamente a una plancha de hormigón.

A las usuarias del servicio de Obstetricia en el pabellón de la Mercè les resultará prácticamente imposible reconocerlo. La sala de espera de Urgencias, uno de los espacios más lánguidos y gélidos del viejo hospital, se ha reconvertido en una alegre sala de reuniones anexa al acceso principal de Sant Pau.

Uno de los espacios más impactantes es la sala hipóstila —que será una de los lugares de celebración de eventos y reuniones y también zona de paso de los visitantes—, que en su vida anterior acogía los boxes de urgencias y el lugar donde se aguardaba poder visitar a los pacientes allí ingresados. O el jardín, que siempre se veía alterado por los complicados movimientos de las ambulancias trasladando a los pacientes de un lado a otro del recinto. Pero que, pese a todo, era lugar de paseo de pacientes, familiares y personal. Ahora no hay rastro de la calzada y las rampas. Tampoco no hay nadie paseando en bata y pijama.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_