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Los ganaderos desconfían de la nueva época de vacas gordas

Los ganaderos exprimen su producción para aprovechar la subida del precio y saldar las deudas de un lustro porque “las alegrías que da la leche no duran”

Vacas en una granja de Feiraco
Vacas en una granja de Feiracoandrés fraga

Pinta, nacida en Alemania hace 10 años, sigue siendo un fenómeno de vaca lechera aunque duplique en edad a las más viejas de su granja. El destino habitual en las de su quinta, y en aquellas más jóvenes que ya no rinden o están enfermas o lesionadas, sería el matadero, pero ahora los ganaderos gallegos tratan las frisonas, mejoran su dieta y logran sacarlas adelante. Porque lo que toca en estos momentos es aumentar al máximo la producción de cada granja y aprovechar el viento favorable que sopla en el campo.

 El precio de la leche es una cuestión cósmica, pero no basta con mirar a las estrellas para predecir el futuro del sector. Tampoco llega con fijarse en los hábitos alimentarios de China, el país del mundo que más leche importa: millones de bocas que saciar en un inmenso territorio sin tradición en este negocio. Nueva Zelanda, la ubre de los chinos, sufrió una sequía que la ha dejado sin forraje y ha golpeado de lleno su producción lechera.

Los ganaderos gallegos explican que, en consecuencia, Francia y Alemania han ganado peso como exportadoras de leche en polvo al mercado oriental. Y entonces, en Europa, la leche ya no sobra, y las envasadoras se disputan, literalmente, esta sangre blanca que corre por las venas de Galicia, la mayor productora estatal (con el 40% de la leche de España). El mes pasado, en A Laracha, los representantes de una empresa láctea empezaron a recorrer las granjas que suministraban a otro fabricante ofreciéndoles dos céntimos más por litro. Rápidamente, la competencia contraatacó igualando la oferta. Ahora mismo, esta es una de las zonas gallegas con mayor margen de beneficio para las explotaciones.

Los ganaderos firmarían por quedarse así, pero saben por experiencia lo voluble que es su sector. Xosé Turnes, director de la empresa fabricante de piensos Progando, prueba a simplificar las cosas pero termina desistiendo: “Intenta salir del paso para este reportaje, pero hace falta más tiempo. El tema es complejo, para un artículo en profundidad”. En el precio de la leche, dice, influyen variables planetarias junto a otras de andar por casa. En los meses fríos aumenta la demanda, los desayunos y meriendas con leche caliente frente a los zumos de frutas del verano. Al mismo tiempo, con los días tan cortos y las bajas temperaturas, las vacas dan menos. Por la parte que le toca a la macroeconomía, media docena de multinacionales agrícolas, en su mayor parte estadounidenses, y “las cosechas de cereal en países emergentes” también determinan la época de vacas gordas de los ganaderos.

“Los especuladores están en todo. Antes hacían casas, y ahora juegan con las cosas de comer”, sentencia Turnes. El pienso de las frisonas experimentó el año pasado una subida inasumible para muchos productores de leche a causa del encarecimiento espectacular (más de un 20%) de las materias primas. Los ganaderos ajustaron gastos incrementando el forraje y reduciendo el pienso, y las vacas hicieron lo propio: recortaron su capacidad de dar leche. Ahora los piensos están bajando, y aunque todos se quejan de que no lo han hecho aún en la proporción necesaria, han vuelto a aumentarles la ración a sus animales para disparar la producción. En Galicia se cubre la cuota láctea, pero en España no, y según Turnes, a un año vista de su desaparición “ya no es un corsé”.

El litro de leche en origen se pagaba en diciembre de 2012 a 31,27 céntimos, y estos últimos días de 2013 hay varias comarcas de Galicia en las que se está abonando a 40. Todos creen que es el momento de mejorar su “situación financiera” y su “infraestructura productiva”, pero antes hay que tapar los grandes agujeros, saldar las deudas arrastradas a lo largo de un penoso lustro en el que llegaron a perder cinco céntimos por litro ordeñado. La huelga que protagonizaron hace poco más de un año marcó el cambio de rumbo. Entonces, los fabricantes pagaban el litro a 29.

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“Quienes mejor saben lo mal que estábamos los productores son los talleres de maquinaria, las fábricas de pienso, los suministradores de combustible, alargando los plazos para intentar cobrar algo”, cuenta Anxo López García, amo y señor de 430 cabezas (220 en ordeño) en Guntín. “Para tapar los agujeros que tiene el sector haría falta, al menos, que los precios siguiesen así hasta más allá de primavera”, calcula el lucense. “Tenemos esperanzas en que esto se mantenga, pero con reservas, porque las alegrías que da la leche siempre duraron poco”.

“Cada vez hay menos intervención y protección de la UE. La leche está en el mundanal ruido. A la deriva”, describe en la misma línea el director de Progando. “Lo más seguro es que el precio vuelva a caer; así no va a quedar por mucho tiempo ni de coña”.

Los ganaderos hacen “pequeños ajustes” sin “tirarse a la piscina” para obtener el mayor rendimiento. Además de alargar la vida útil de las que ya están en casa, muchos intentan hacerse con alguna frisona nueva. “Lo malo es que últimamente también escasean. Las que tienen pedigrí pasaron de 1.800 euros a 2.200 de media”, lamenta el dueño de Pinta, José Manuel Barbeito. Su foto aparecía hace un año en varios periódicos derramando la leche en aquella dolorosa protesta. “Yo, de momento, no me confío”, reconoce. Mientras él espera a ver hasta dónde cuaja el negocio, la vaca teutona, que en su granja de A Laracha llegó a ser el paradigma de la productividad, continúa trabajando como la que más.

Los contratos, por libre

Unións Agrarias reclamó recientemente que los contratos que firman los productores con las fábricas reflejen el precio que se está pagando, algo que en la mayoría de los casos no ocurre y que “se volverá en contra” del ganadero “cuando la empresa decida retirar el complemento” que figura en las facturas pero no en el acuerdo. Además, pese a que el contrato por escrito entró en vigor en 2012, solo el 86% de los ganaderos gallegos (16.717 explotaciones) lo tienen.

Hace 15 años había 75.000 granjas en Galicia. Fueron cayendo las más débiles, y en los últimos años aciagos, a un ritmo de 600 al año, otras que no lo parecían pero no capearon el temporal. Buena parte del sector se resiste a atribuir méritos a la Xunta en este momento dulce, pero Medio Rural insiste en que algo tendrá que ver su mediación. “Nuestro margen podría aumentar si desde los poderes públicos se ordenase la tierra y se invirtiese en viales y planes de regadío”, reclama Anxo López, de Guntín. “Los vecinos de mi parroquia acabamos de gastar 20.000 euros en arreglar el camino. Era el Ayuntamiento quien tenía que haberlo hecho”.

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