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crítica | zarzuela
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué tiempos aquellos, qué tiempos estos

Teresa Berganza prepara un segundo reparto de voces jóvenes para 'La del manojo de rosas'

En el espacio de la memoria musical, donde se almacenan los recuerdos imprescindibles, figuran para un aficionado a la zarzuela un compositor como el donostiarra Pablo Sorozábal y un título como La del manojo de rosas. La nostalgia se multiplica al recordar las interpretaciones de Teresa Berganza o Carlos Álvarez, dos cantantes inolvidables en sus personajes.

La ilustre mezzosoprano madrileña ha preparado un segundo reparto de voces jóvenes para estas representaciones, que se podrá ver a partir del 27. El carismático barítono malagueño saltó a la fama con este título y el montaje que ahora se repone. Han pasado 23 años desde entonces. Se mantiene, en esta ocasión, la producción escénica de Emilio Sagi, tan significativa para él al ser su primera zarzuela en España. Tan importante, por otra parte, para el teatro de La Zarzuela, al haberse convertido en una de sus producciones de referencia de las últimas décadas.

LA DEL MANOJO DE ROSAS

De Pablo Sorozábal. Con Carmen Romeu, Ruth Iniesta, José Julián Frontal, Luis Varela, Carlos Crooke y Ricardo Bernal, entre otros. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Director de escena: Emilio Sagi. Producción de 1990. Teatro de La Zarzuela, 18 diciembre.

La reposición no podía ser más oportuna, y más todavía contando con el empuje de una cantante joven en alza, como la valenciana Carmen Romeu, y con la veteranía de un clásico de la zarzuela como Luis Varela. Emilio Sagi arropa con mucho mimo todo lo que pasa en el escenario. Su planteamiento del espectáculo se mantiene con la misma frescura que cuando se estrenó. La aproximación al lenguaje de la comedia musical —a la española, claro— está conseguidísima. Ello, unido al movimiento escénico, a pie o en bicicleta, y complementado con la cuidadísima dirección de actores, otorga al espectáculo un sello inconfundible.

La iluminación contribuye a la creación de una atmósfera psicológica. El dúo de Ascensión y Joaquín, Qué tiempos aquellos, está resuelto de una forma memorable desde la sencillez, con al valor añadido de una melancolía que se subraya desde la composición plástica. El sentido del humor es ponderado, y las relaciones entre los personajes sugieren un retrato preciso y poético de los valores sociológicos del momento histórico en que se desarrolla la acción. El trabajo de Sagi y sus colaboradores es, en suma, magistral. Se beneficia de ello la concepción global del espectáculo y, por encima de todo, la obra de Sorozábal y sus libretistas.

Desde el punto de vista musical se impuso la situación de una notable homogeneidad, algo imprescindible con las condiciones escénicas imperantes. La valoración de conjunto es, pues, lo más meritorio. Ello no impide resaltar la lozanía y coraje de Carmen Romeu, el intimismo de José Julián Frontal, la gracia por arrobas de Carlos Crooke, la teatralidad de Ruth Iniesta, la sabiduría en la intencionalidad verbal de Luis Varela o la combinación culta-popular en el enfoque orquestal de Miguel Ángel Gómez Martínez. El espectáculo funciona en su totalidad, y eso es lo que importa. Incluso el programa de mano tiene interés y enjundia, algo cada vez más raro en estos tiempos que corren.

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