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“El teatro no cambiará el mundo, pero te obliga a ponerte en el lugar del otro”

El director vive "en el autoexilio" en Valencia, donde ha estrenado 'Petit Pierre', pero trabaja sobre todo en Madrid y Barcelona

Ferran Bono
Carles Alfaro.
Carles Alfaro.MÒNICA TORRES

Carles Alfaro tuerce el gesto con cierta resignación. No ha dejado de vivir en Valencia. No se ha marchado fuera. Sigue pagando sus “impuestos aquí” y protesta “como ciudadano” por lo que considera que tiene que protestar. Pero son muchos los que le preguntan si ha vuelto con motivo del estreno en el Teatro Talía de Valencia de la obra Petit Pierre, una producción de Bambalina, dirigida por el artista valenciano e interpretada por Adriana Azores y Jaume Policarpo. La confusión tal vez obedezca a que el director teatral y escenógrafo, uno de los más destacados del panorama español, trabaja sobre todo en Madrid y Barcelona, para el Teatre Lliure, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, La Abadía o El Teatro Español. Escenarios donde ha cosechado éxitos de público y crítica. En Valencia, hacía siete años que no se prodigaba como director.

“Vivo en el autoexilio”, comenta Alfaro, en un camerino del Talía, donde se representa la obra de Suzanne Lebeau hasta el 15 de diciembre. “Uno va donde tiene la faena. Y me considero un privilegiado porque no he parado. Vivo aquí, tengo una hija aquí y el año pasado hice 82 viajes en tren”, añade el que fuera fundador de la compañía Moma Teatre en 1982 y uno de los principales protagonistas de toda una etapa del teatro en Valencia con espacio propio.

Pregunta. ¿Y por qué encadena encargos de los principales escenarios de España y ninguno de Valencia?

Respuesta. Aquí no he tenido ninguna oferta, salvo dos de Carles Alberola y Bambalina. No soy yo el que tiene que responder esa pregunta. Pero no creo que sea muy diferente a la paradoja de que Paloma San Basilio o Mamma mia vayan al Teatro Principal, haciendo la competencia desleal más bestia a la iniciativa privada, a la familia Fallos. O Los miserables, al Palau de les Arts. No creo que sea un anacronismo. No soy ninguno que está pidiendo faena. Pero sí me preocupa que si a mí me pasa esto qué pasará con los que están comenzando. Aquí, o haces empresa o no hay forma.

P. ¿Y por qué espectáculos gestados con dinero público, como el de la Compañía Nacional, no se ven en Valencia? ¿Se siente perseguido?

R. Ha habido espectáculos que han ido a muchos sitios pero no a Valencia. No puedo dar la respuesta. Soy el propio interesado y hay cosas que se pueden malinterpretar. Hay espectáculos del Teatro Español, de la Abadía, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que han hecho gira y que han preguntado aquí. Luego me preguntan a mí qué pasa en Valencia. Y yo pongo cara de póker. Que fuera porque soy perseguido sería infantil. Creo que es una cuestión de ignorancia. Y es una cuestión que arrastramos desde hace tiempo.

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P. Y ahora dirige Petit Pierre

R. Hace tiempo que estoy muy agradecido a Bambalina. Dirigí el Quijote y este proyecto es difícil, con un texto complicado, con registro poético. Es una contadora que habla y cuenta la historia de un hombre real que ha existido y que a lo largo de esa biografía habla de 1909 a 1992. Para colmo es una obra escrita por una autora que escribe para un público infantil y familiar. Ella [Suzanne Lebeau] es muy particular y canadiense. Sus obras tienen una crudeza insólita por aquí y tocan temas complicados.

Jaume Policarpo y Adriana Ozores, en 'Petit Pierre'
Jaume Policarpo y Adriana Ozores, en 'Petit Pierre'

P. ¿Cómo la ha planteado?

R. Necesito encarnar una historia en el teatro. No quiero contar una historia, transmitirla. Es una manera pasiva en la que no reclamas la atención del público. Al encarnarla, te pones en un lío en un sentido más humanista: te metes en conflictos, en tensiones, en una dialéctica, que es lo que me interesa del teatro. El teatro se hace así más complejo. Esta obra rechaza el esquematismo. En Canadá hay una cultura muy arraigada de teatro infantil y no se trata a los niños de manera muy diferente a los mayores. Aquí, el teatro infantil se ha quedado muy retrasado con respecto al cine, por ejemplo. Ya en el cine infantil más clásico, la muerte de la mamá de Bambi era muy bestia. Hemos hecho una pequeña locura entre una contadora que es Adriana, que es una especie de Mefisto, y una persona que se expresa en las manos, que es Jaume.

P. ¿Qué es lo que más le interesa del lenguaje teatral?

R. He llegado a un punto en que lo único que me interesa en el teatro es el encuentro con las personas. En alguna ocasión se ha podido decir que tenía ciertas habilidades estéticas o escénicas. Nunca me ha considerado escenógrafo, sino un director que es imposible disociar de un todo. Me interesan los actores, trabajar con los que te entiendes y no estar dos meses con una persona que no te entiendes. Y no tiene nada que ver con una cuestión de edad. Me interesa la dialéctica, con temas muy recurrentes, como la crueldad, la lucha con la conciencia...

P. ¿Por qué ese interés por la conciencia?

R. Supongo que es una cuestión inevitable. Hay algo que me produce complejo de culpa. Pensar que no llegas a lo que deberías llegar, el deber, la ética, la relación entre la ética y la moral. La imagen pública siempre me ha angustiado mucho. Si pudiera, ni saldría mi nombre en el programa. Soy muy feliz en los ensayos. Me gusta la intimidad de los ensayos.

P. Y el teatro le permite reflejar esas preocupaciones...

La gran tragedia de Valencia es que ha habido 20 años y pico de unos gastos,  de un despilfarro tan bestia tanto en el capital financiero como en el humano que ahora que llegan las vacas flacas no tenemos nada. Es terrible

R. El teatro debería ser obligatorio en las escuelas, ya lo es en Alemania, por ejemplo, porque es imprescindible para las personas. El teatro no cambiará el mundo, pero sí creo que es el ejercicio más saludable que te obliga a ponerte en el lugar del otro. Pensar en sus circunstancias, en su comportamiento, valorarlo. Lo que haces es ponerte en el lugar de otro. Si a un niño, en su proceso de madurez, le habitúas a ejercicios que le comporten una necesidad de ir más allá de lo que es, de lo que puede pensar, de su comportamiento, entonces está comprendiendo la tolerancia. Aprendes a dialogar. La música también es imprescindible, porque es un lenguaje abstracto y no habló de una cuestión artística sino terapéutica.

P. ¿Y teatralmente cómo están Valencia, Madrid y Barcelona?

R. La gran tragedia de Valencia es que ha habido 20 años y pico de unos gastos, de un despilfarro tan bestia tanto en el capital financiero como en el humano que ahora que llegan las vacas flacas no tenemos nada. Es terrible. No tenemos política teatral. No saben lo que es el teatro público. La diferencia entre público y privado. No sabías qué cara poner cuando te encontrabas con alguien en la época de vacas gordas y te comentaban: ‘Oye en Valencia hay mucho dinero”. Si te lo puedes permitir, estupendo. Pero no han tenido la capacidad de normalizar y vertebrar el hecho teatral. Eso cuesta mucho, pero estamos en una ciudad en la que el medio y el largo plazo no son términos que resulten familiares. Es un lugar fantástico para vivir y su cultura de la vida no le ha visto en ningún lado, y he pateado bastante. Es una pena.

P. ¿Y el momento especialmente creativo que vive el teatro en Madrid?

R. Madrid pasó una década horrorosa y casposa y Barcelona estaba muy bien. Hablo de hace ocho o diez años. Cultural y teatralmente no había color. Pero desde entonces se ha notado bastante quién ha dirigido los teatros más importantes en Madrid, curiosamente muchos catalanes, y se ha dado la vuelta a la vida teatral de la ciudad. Por el contrario, en Barcelona la crisis se ha notado mucho más. Una noche, entre semana, vas a cenar por Madrid y ves vida; en Barcelona, apenas. Pero creo que Barcelona está repuntando en el último año. Y en Valencia, es fantástica la generación nueva que no espera nada. Vengo de una generación que pensaba que el Estado debía cubrir lo que el mercado no le interesa cubrir. En Francia, esa política fue muy importante en los años 70. Ahora veo tanta gente joven, hasta los 30, con unas ganas y unas ideas... Lo que me da mucho coraje es la cantidad de compañeros con 50 años o más, con una vida en la que ya no puedes hacer tantos cambios… Con el cierre de Canal 9, la situación es tremenda.

P. Se cierran muchas puertas…

R. Lo de Valencia da mucho coraje. Qué pasa con toda esa gente. Hay más de dos docenas de actores extraordinarios. Nunca hemos tenido posibilidades de hacer Shakespeare o Chejov, un repertorio que se ha hecho poquísimo por aquí, como ahora que contamos con los actores.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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