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De profesión, barrendero

El oficio de empleado del servicio de limpieza viaria ha variado desde su privatización Cuando era municipal, se requería de un examen para entrar

Jerónimo (nombre ficticio), con su carro en una plaza de Madrid.
Jerónimo (nombre ficticio), con su carro en una plaza de Madrid.álvaro garcía

Algunos dicen que se llamaba Jesús Moreno y que barrió las calles de Madrid desde 1953 hasta el 2002. Pero lo cierto es que la estatua del barrendero de la plaza de Jacinto Benavente no tiene nombre. Si acaso el de su creador, Félix Hernando. Este escultor, de 55 años, fraguó en 2001 este monumento como un homenaje a estos trabajadores. El encargo vino de la Concejalía de Limpieza del Ayuntamiento de la que se encargaba Alberto López Viejo; hoy imputado en la trama Gürtel. Félix no se explica de dónde pudo salir la leyenda del barrendero Jesús. Él lo tituló con un nombre más aséptico: Barrendero madrileño 1960. Aunque se inspiró en el rostro de un empleado de limpieza que conocía.

Tal vez el equívoco pudo venir por el grabado de su cepillo donde se lee: Fundición José Moreno. Así, es posible que alguien leyera mal esta inscripción y le asignara un nombre diferente y ese apellido además de una historia hecha a medida de su uniforme: la leyenda dice también que Jesús empezó siendo “llavero” —o encargado de abrir las bocas de riego— y se jubiló en 2002 como encargado del Servicio Municipal de Limpieza.

Por su lado pasan cada día centenares de peatones y turistas. Algunos recalan en esta estatua y se sacan fotos con él; otros, no. O no hasta ahora. Porque tras la pasada huelga de limpieza, muchos ciudadanos han girado la vista. Como si hubieran sufrido un esguince, algunos de ellos se han dado cuenta de la importancia de estos trabajadores para sostener en pie la ciudad. “Estaba en juego el pan de nuestros hijos. Las contratas querían echar a 1.134 trabajadores de 6.000 y los que se quedasen iban a cobrar un 40% menos. Yo gano 1.200 euros. ¿Cómo pago mi hipoteca con 480? Nos han tratado como meros instrumentos”, clama Jerónimo (nombre ficticio). Este barrendero se resiste a dar su nombre por miedo a represalias. “Pero también te digo que muchos nos han apoyado estos días”, añade con una sonrisa.

El servicio de limpieza viaria se comenzó a privatizar en 1993; dos años después de que el PP llegara a la alcaldía. Para entonces, Benito Trancón llevaba 29 años con su escobijo. Podía haber sido, perfectamente, el barrendero de esa céntrica plaza. “En los años 60, si querías dedicarte a esto, tenías que echar una instancia en el Ayuntamiento y pasar un examen médico y luego tenías que hacer un dictado y otra prueba de cuentas”, explica.

Cuando se presentó a ese examen acababa de cumplir 30 años. Benito sacó un 8,82; la mejor nota. Era 1964. Entonces ganaba 2.275 pesetas (unos 13,67 euros) al mes. Pero las inyecciones para su mujer, enferma de un pulmón, costaban 4.000. Necesitaba más dinero. “Me busqué un segundo empleo en el Metro y, al poco, me presenté para cabo de limpieza. El examen era más complicado. Había que aprenderse toda la ordenanza municipal”, relata. Tenía que saber, por ejemplo, que los cubos de basura tenían que estar una hora antes de su recogida con la tapa puesta; o que el ángulo del sumidero de los mercados debía ser redondo y no cuadrado. “Todo eso me lo he tenido que chupar y alguna cosa más que se me olvida”, evoca orgulloso este hombre de 79 años con las manos cuarteadas: “Me he matado a trabajar durante 35 años para que no le faltaran medicinas a mi mujer ni un plato de sopa a mis dos hijas”.

“Gano 1.200 euros. ¿Cómo pago mi hipoteca con 480?”, dice un trabajador
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La misma lucha, acaso, que han mantenido en las últimas semanas los barrenderos de Madrid. El mismo Ayuntamiento que hace 13 años les homenajeó tuvo durante el pasado mes un duro enfrentamiento con ellos a costa del ERE planteado por tres de las cuatro empresas concesionarias de ese servicio, todas ellas grandes constructoras: Sacyr, OHL y FCC. La cuarta, Ferrovial, no planteó ningún despido pero sus trabajadores se sumaron a la huelga que durante 13 días llenó de basura la ciudad. A Benito, en cambio, no le podían echar: “Tenía mi credencial de obrero y lo más que podían hacerme era cambiarme de zona”. Libraba un día a la semana y cada siete semanas, un domingo. “Trabajábamos ocho horas al día. En aquella época se limpiaba por zonas y no por lotes. Había diez. Si te tocaban los barrios bajos, como Carabanchel, que era de tierra, tenías que sacar el carro con las mulas. Y si ibas a Ventas, que era empedrado, el de madera. En muchas casas no había agua, así que imagínese la de mierda que recogíamos”.

Ahora también recogen excrementos, pero hacen más cosas. Jerónimo saca una lista y enumera: “Barremos siete horas al día las calles y recogemos las papeleras. Pero también lavamos las aceras; limpiamos los alcorques; pintamos las fachadas; arrancamos los carteles y las pegatinas de las farolas; quitamos grafitis y las vomitonas del suelo con nuestro propio cepillo; recogemos animales muertos; y cuando nieva repartimos sal y abrimos pequeños carriles en la acera para que la ciudad no sea un caos además de repartirla en centros de salud y colegios. Y todo esto bajo la presión de nuestros mandos, que cobran por objetivos y no por trabajadores, y con menos personal”.

Se refiere a los 350 empleados a los que no se les renovó en agosto el contrato. Lo cual les ha acarreado tener que limpiar rutas más amplias. “No damos abasto; al final, terminas trabajando con la vista. Se trata de que se vea limpio de lejos; sobre todo las principales avenidas. Hay distritos, incluso, que no se limpian a pesar de que sus vecinos pagan los mismos impuestos”, denuncia este barrendero. Este periódico trató de verificar, sin éxito, esta información con las contratas del servicio de limpieza. El presupuesto que el Ayuntamiento ha proyectado para 2014 en Medio Ambiente y Movilidad es de 202.609.836 euros, de los que 179.680.574 corresponden a los “trabajos realizados por otras empresas”.

Muchos barrenderos critican, además, que no hay uniformes nuevos para todos y que desde hace un año llevan pegado al cuerpo un número identificativo. “Nos tratan como criminales”, se queja uno de ellos, que también se resiste a dar su nombre. Teme que las concesionarias barran el acuerdo alcanzado tras las amenazas de despidos y que planteen sanciones disciplinarias. Saben que todos ellos irán al paro 45 días anuales hasta 2017. Durante ese tiempo, cobrarán el 75% de su salario del INEM. “Las empresas están aún viendo cómo les van a repartir”, explica Moisés Torres, responsable de limpieza de UGT.

Serán un 12% menos de barrenderos. Tal vez entonces, muchos giren la vista buscándoles.

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