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Arte contra el prejuicio

Una exposición fotográfica bajo los puentes de la autopista C-33 lucha contra el aislamiento del barrio marginal de La Ribera de Montcada i Reixac

Sole, una de las vecinas de La Ribera junto a su foto que decora un pilar de la autopista.
Sole, una de las vecinas de La Ribera junto a su foto que decora un pilar de la autopista.consuelo bautista

Los vecinos del barrio obrero de La Ribera de Montcada i Reixac (Barcelona) viven, como casi todos, inmersos en la crisis. Casi la mitad de sus 2.000 habitantes son inmigrantes que han ido viniendo atraídos por las oportunidades laborales: primero, en los años cincuenta y sesenta, desde el sur de España. Luego, en los años noventa, inmigrantes marroquíes, ecuatorianos y paquistaníes. La desconfianza entre unos y otros alimenta la separación entre las distintas comunidades, pero una vez puestas a dialogar, cara a cara, las diferencias se suavizan, como demuestran las monumentales imágenes de los vecinos colgadas bajo la autopista C-33 que pasa por el centro de Montcada i Reixac. Esta exposición callejera es la punta del iceberg de un proyecto social que ha hecho surgir una nueva colectividad en este barrio condenado al aislamiento.

17 pilares han sido empapelados con fotografías y relatos de los vecinos

“Por primera vez tengo la sensación de que algo está cambiando”, admite Martín Habiague, director de Mescladís, una entidad social con sede en Barcelona dedicada a la cohesión social entre inmigrantes y ciudadanos nativos. Desde hace dos años la asociación organiza talleres y actividades para dinamizar el barrio y establecer contactos entre los colectivos. Su fruto es visible desde hace unos días para cualquiera que pase bajo la autopista gracias al proyecto Veus de la Ribera: en medio de un aparcamiento gris, 17 pilares han sido empapelados con las inmensas fotografías en blanco y negro y los relatos de algunos de los habitantes del barrio.

La realización de esta muestra callejera se debe al fotógrafo Juan Tomás (Barcelona, 1958) que desde hace 10 años enlaza su arte con la lucha por los derechos humanos. Junto a Mescladís se ha sumergido en la vida de los vecinos. Nueve de ellos aparecen retratados en solitario y han contado su historia que también puede leerse bajo la autopista. Cada texto es un testimonio de los sueños rotos debido a la precariedad laboral. Pero también muestran el orgullo de las familias que aman su barrio y luchan para que sea digno. “Llevo siete años viviendo en el barrio. Yo no lo cambio. Todo lo malo que me decían era mentira”, relata Carlos. “Que no nos dé vergüenza decir que venimos de la Valentine”, escribe Sole.

La exposición se completa con dos collages históricos de los habitantes y seis retratos que pertenecen a la serie Encajados: el marco de la foto es una caja de cartón donde la gente inserta su cabeza. Tomás destaca cómo “este teatrillo ha impulsado a los vecinos a interactuar entre ellos dando vida a un retrato colectivo y lúdico”. Para el fotógrafo el tamaño de los pilares ha sido fundamental para “mostrar distintas capas del barrio como sus paisajes, es decir las fronteras que lo marginan”. Se refiere a la línea del tren, el río y las vallas que aíslan el distrito. “Para la gente de Montcada, La Ribera le queda lejos: aunque esté a cinco minutos, su fama se ha criminalizado”, insiste Habiague tras explicar que los indicadores de seguridad son los mismos en ambas zonas. “Hay gente que se va de aquí a Montcada, que son solo unos metros y ya piensan que están en el Palace”, escribe Pilar.

Cada uno de los retratados aguanta a su vez una foto sobre aquello que le representa: país de origen, familia, escuela… “Es imprescindible recuperar la memoria, ya que los inmigrantes actuales están sujetos a las mismas barbaridades que en los años cincuenta, cuando los que migraban aquí eran españoles de otras zonas del país”, relata Habiague.

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Nuevos protagonistas, viejas realidades: “Mi madre siempre recuerda que cuando llegaron en tren a Barcelona, la policía los cogió y los llevaron al pabellón de las Misiones en Montjuïc”, escribe Juan. En el pabellón encerraban a los que carecían de casa y trabajo legal. “Hoy pasa lo mismo con las nuevas inmigraciones encerradas en los centros de internamiento de extranjeros, cuyo delito no es lo que han hecho, sino lo que son”, reivindica Habiague.

Para el director de Mescladís, muchas dificultades de convivencia del barrio nacen “del racismo social que se alimenta y toma credibilidad del racismo institucional: si tienes un marco legal que criminaliza la inmigración y a ello le agregas el apartheid sanitario y los discursos irresponsables de algunas autoridades políticas que culpabilizan al inmigrante de la crisis, es muy difícil cambiar los prejuicios”.

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