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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Meter miedo

La crisis de UGT llega cuando los trabajadores están más desprotegidos y atemorizados

La crisis de la UGT Andalucía llega en un momento crítico. Justo cuando la clase trabajadora, la que realmente está sufriendo la crisis, necesita una mayor defensa ante la brutal agresión a sus derechos perpetrada por el Gobierno del PP.

Una pena. Porque los sindicatos son, y deben seguir siendo, el último bastión contra esta política ultraliberal dictada por los mercados que escandaliza hasta al Papa.

Habrá que dejar dos cosas claras. Una: es cierto, como se quejan los dirigentes sindicales, que hay una ofensiva previa, orquestada en las trincheras de papel de la derecha y jaleada desde el sector más reaccionario del empresariado y del PP, contra las organizaciones sindicales de clase.

Dos: los sindicatos han cometido graves errores que han aumentado su desprestigio. De manera especial, la centenaria UGT, sometida a investigación judicial y administrativa por falsear facturas, entre otras cosas. La constatación por parte de la Junta de que solo en dos expedientes investigados se facturaron indebidamente 1,8 millones de euros es la puntilla que deja al sindicato al borde de la quiebra, económica, social y ética. UGT necesita un ERE, sí, pero un Expediente de Regulación Ético.

En esas penosas condiciones, con la moral por los suelos, un secretario general dimitido, y una dirección contaminada, UGT necesita una catarsis interna. No es hora de lamentos, ni de paños calientes. Sino de pasar a la acción. Con rapidez y contundencia.

UGT debe destapar todas sus vergüenzas, antes de que las descubra la juez Alaya o la Junta. No puede refugiarse en una nueva excusa: que han borrado miles de documentos en sus ordenadores. Porque su crisis no solo deteriora la imagen del sindicalismo de clase, sino que salpica a la izquierda política en general.

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Los sindicatos son necesarios como instrumento clave para “la defensa de los intereses económicos y sociales” de los trabajadores (Art. 7 de la Constitución). “El carnet sindical daba derecho a las armas” para defender a la República, escribía André Malraux en el primer párrafo de La Esperanza. Ese era el nivel ético. Hoy, los sindicatos tienen que defender a la gran masa trabajadora del robo de unos derechos que conquistaron tras décadas de lucha.

El Gobierno ha consumado, en aras del dios mercado, del ajuste del déficit y del sí, señora Merkel, un programa oculto que deteriora esos derechos. Sus mal llamadas reformas han dejado al Estado del bienestar en pañales. Ahora van a por el Estado de derecho. No son exageraciones. Repasen la agenda legislativa (la realizada y la por venir) del Gobierno.

Primero bajaron los salarios y aumentaron la jornada laboral. Ahora preparan una ley de huelga que se adivina restrictiva. A los cabreados que se les ocurra salir a la calle a protestar, les impondrán multas millonarias. Si eligen la vía judicial, no podrán pagar las tasas.

En resumen, con la reforma laboral, la legislación sobre la huelga, la ley de seguridad ciudadana o la reforma de las tasas judiciales, el PP quita derechos a los trabajadores, entrega todo el poder al empresario, controla policialmente las calles y dificulta el acceso a la justicia. Meten miedo.

Ya nos habían inoculado una primera dosis: miedo a que tus hijos no tengan una educación mejor que la tuya, miedo a las listas de espera, miedo a que no te alcance la pensión, miedo a que no te reconozcan la dependencia. Miedo, miedo, miedo.

Ante el pavor que produce en el Gobierno un estallido social, una toma de la calle por parte de millones de españoles que viven ya al borde de la pobreza o sumergidos en ella, Rajoy y los suyos toman medidas para que el ciudadano se rinda y se quede en casa (si no se la ha quitado el banco). Se transforme en mayoría silenciosa. Se paralice.

Y mientras, la UGT falseando facturas.

@JRomanOrozco

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