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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y, además, chapuzas

Hemos soportado a políticos del PP delincuentes y defraudadores y ahora a Pepe Gotera y Otilio

Llorar por la leche derramada no tiene demasiado sentido. La Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) que se fue a negro el pasado viernes a las 12.19 ya es historia. Ahora solo queda confiar en que la nueva que surja —si es que surge, porque hasta que las urnas no digan lo contrario en 2015, aquí sigue gobernando (?) el PP— aprenda de tantos errores cometidos en el pasado y responda a las reivindicaciones de los trabajadores de la antigua: pública, en valenciano, plural y de calidad. En cambio, tiene todo el sentido recordar a quienes hicieron posible que la leche se echara a perder: desde la constelación de directivos venales, obsecuentes, manipuladores, ángeles-sí-señores de sus amos en el Palau de la Generalitat y con unas tragaderas más anchas y profundas que los túneles del Guadarrama, hasta los empleados, tan rebeldes ellos en estos últimos y agónicos días de la televisión pública valenciana. El periodista de Levante-EMV, Francesc Arabí, en un perfil sobre el técnico vecino de su pueblo, Gata de Gorgos, que se negó a cortar la señal de Canal 9, escribió sobre él: “fue increpado por trabajadores de una casa en la que muchos nunca supieron hacer de Paco Telefunken y decir no”. Más claro, agua. No hace falta decir más.

Y los políticos, claro. Quién, si no, decretó la muerte de RTVV sin aportar un dato, un solo dato, que justificara la pérdida del derecho de los valencianos a tener una televisión pública. La demagogia de baratillo del presidente Fabra cuando justificó su decisión porque no estaba dispuesto a cerrar ni una escuela ni un hospital es uno de los embustes más hipócritas que se han escuchado en cargo público alguno en una tierra donde estamos más que acostumbrados a que quienes nos gobiernan desde hace 18 años nos mientan por sistema.

El cierre de RTVV no tuvo nada que ver con la austeridad; algo, pero no demasiado, con la ideología neoconservadora que se cultiva desde FAES, y sí mucho con el empecinamiento presidencial de mantener contra viento y marea una opinión aún nadie entiende y muy pocos comparten, incluidos sus propios compañeros de partido. Bastaba ver las caras de Rita Barberá o de Alfonso Rus en el funeral de Canal 9 en las Cortes Valencianas para saber qué opinaban de semejante arbitrariedad.

En estos años de gobierno del PP, los valencianos hemos soportado a políticos lenguaraces, desahogados con la gestión del dinero público, delincuentes, defraudadores a Hacienda, acosadores sexuales, iluminados que se creían Jaime I, descerebrados que proponían el estudio del chino mandarín en las escuelas, prevaricadores, y ahora, por si fuera poco, a unos chapuceros, émulos de Pepe Gotera y Otilio. A finales de los 70 del siglo pasado, escuché a un compañero preguntarse que si era verdad que cada pueblo tiene los políticos que se merece, qué pecados habíamos cometido los valencianos. Han pasado casi 40 años y la pregunta cobra cada vez más sentido.

Esta semana que termina ha sido una de las más negras para el PP valenciano, apenas matizada por la conferencia del presidente Fabra en Madrid donde sobre la financiación autonómica, al menos, dijo lo mínimo que debía decir. Algo es algo, pero se quedó corto, muy corto, en sus reivindicaciones. Ni una palabra sobre el déficit de más de 11.000 millones que la Comunidad Valenciana ha dejado de percibir por su infrafinanciación durante muchos años. Su teoría de que los ciudadanos son más importantes que los territorios es difícilmente rebatible. Pero ese es un discurso que conduce a una encrucijada: federalismo o devolución de competencias al Estado para que desde Madrid se controlen los fondos asignados a educación y sanidad. El camino que ha escogido Fabra es claro. Que los árboles no nos impidan ver el bosque.

El cierre de RTVV es el principio del desmantelamiento de la autonomía. El proceso de recentralización está en marcha con el equipaje teórico de los “sabios” Tamames, Lamo de Espinosa y demás compañeros. Para eso los buscó el presidente y no para otra cosa. Y sí, las personas son más importantes que los territorios; pero esa es una aseveración que solo es imaginable desde un territorio sin ningún peso político. Desde Cataluña, País Vasco, Andalucía o Galicia nadie se atrevería a decir una cosa semejante.

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