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La escuela de cine de la Ciudad de la Luz languidece por falta de rentabilidad

La continuidad de las titulaciones privadas, suspendidas este curso, está en el aire

Alumnos de la escuela de cine de la Ciudad de la Luz de Alicante.
Alumnos de la escuela de cine de la Ciudad de la Luz de Alicante.PEPE OLIVARES

La escuela de cine de la Ciudad de la Luz va camino de unirse a los estudios en el cementerio de grandes eventos de la Generalitat Valenciana ante la situación económica que vive la autonomía, impedimento para que la dirección del centro asegure tajantemente que vaya a continuar ofreciendo titulación alguna en los próximos años. “Fingen una normalidad absoluta y están mandando a la gente a su casa”, dice Mario Núñez, uno de los portavoces de los 15 alumnos de las titulaciones privadas que ofrece la escuela y que el pasado lunes se negaron a comenzar las clases por “falta de garantías”.

El Centro de Estudios de Ciudad de la Luz ha suspendido abruptamente sus titulaciones privadas, cursos con carácter de postgrado dependientes del Patronato de Ciudad de la Luz, formado principalmente por la Generalitat, además de otras entidades como el Ayuntamiento de Alicante, la patronal alicantina COEPA o la sociedad de autores SGAE. Las únicas clases que se impartirán en el que fuera el apéndice formativo de los estudios de cine y que debían convertir a Alicante en una suerte de Hollywood europeo, son los cursos de grado y licenciatura de Comunicación Audiovisual del centro como entidad adscrita a la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche. No obstante, está presente aquí también: la UMH garantiza que todos los alumnos matriculados actualmente acabaran de un modo u otro, pero los dos primeros cursos no suman ni 20 alumnos juntos de los 108 que atienden Comunicación Audiovisual.

El pasado 25 de noviembre los alumnos de la escuela de cine transmitieron al director del centro, José Antonio Escrivá, su desconfianza en el programa de segundo año que les presentó para las titulaciones de Dirección de Cine y Edición y Montaje, cursos que deberían haber empezado en septiembre. Ahora exigen la devolución del importe de matrícula del primer curso, cercana a los 6.000 euros, al no poder completar con garantías el segundo curso.

“No es un problema de profesorado, ni de calidad buena o mala, es que nadie dice si en febrero habrá curso o si quedará dinero para pagar a los proveedores”, explica Núñez mientras se pregunta qué quieren hacer con el centro: “Parece que cerrarlo o venderlo”.

La negativa de los alumnos a empezar con dos meses de retraso su segundo año de titulación se debió a una desconfianza que crece desde el 15 de septiembre pasado. Alejandro Asensi, estudiante de Cine, acudió ese día a la escuela pensando que atendería a la presentación del curso y se llevó un chasco: “Nos dijeron que no éramos rentables”, apunta. “A mí, como alumno eso no me importa. Yo empecé una titulación por la que pagué el primer año y espero un servicio”, demanda el alumno.

El resultado de la reunión de septiembre la supresión de dos de los cuatro títulos de la escuela de cine, los de Dirección de Fotografía y Arte Dramático, que cursaban cuatro alumnos. La escuela, según la versión de los estudiantes, continuaría solo con Cine y Edición pero anunció que caían profesores como el coordinador de Dirección de Cine, Pablo Berger, ganador de 10 goyas, con Blancanieves. Los estudiantes de primer año que hicieron las pruebas, no comenzarían.

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“Nos dijeron que era necesario un mínimo de ocho alumnos por curso, pero en el primer año de Edición y Montaje ya éramos cuatro”, advierte Rocío Hernández: “En aquella reunión de septiembre Escrivá habló de recortes de materiales, de la deuda que le había dejado el anterior director [Luis Cruz], de que podía ocurrir algo como el caso Opening”, en el que una escuela de idiomas dejó a 80.000 alumnos tirados, muchos habiendo pagado la matrícula.

El 21 de noviembre la dirección del centro les presentó un programa en el que no constaba quién daría qué clase, con qué materiales y se les instaba a adelantar unos 550 euros por reserva de curso, “pero gente del centro te decía que no la hicieras”, tercia Carlos Carpallo con cara todavía de sorpresa: “A mí tanto secretismo me ha dejado mal cuerpo”.

José Antonio Escrivá niega que el centro que dirige esté tocado de muerte, pero tampoco asegura tajantemente su continuidad como no facilita datos concretos ni de alumnado en años anteriores, ni de comparativas presupuestarias interanuales. Por un lado dice que “no es un centro privado” y que la Generalitat no abandonaría a los estudiantes; por el otro, deja caer: “Quién le iba a decir a los productores de L’Alqueria blanca lo que pasaría”. Escrivá defiende la calidad del curso y la continuidad de Berger, pero las palabras del director del centro llegan tarde. Los alumnos lamentan haberse enterado en septiembre de la situación, lo que no les dejó maniobrar con tiempo para buscar una salida a sus circunstancias.

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