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ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mirarse

Un particular Mark Lanegan en concierto acústico con cuerda

Sí, la cuerda está de moda. Todo aquel artista que quiera sonar adulto, serio, versátil y maduro ha de reproducir sus temas con arreglos de cuerda. Es, poco más o menos, como actuar en el Palau de la Música, local que connota seriedad a unos artistas que al parecer no dejan de considerarse adolescentes eufóricos e inconscientes hasta que no se ven rodeados por las musas modernistas del templo lírico –se dice así ¿no?-. Puestos en esta tesitura, que una artista como Mark Lanegan anuncie concierto acústico, con cuerda y encima se proponga hacer versiones de temas ajenos y distantes de sus coordenadas estilísticas, pues, la verdad, hacía albergar ciertas dudas. Pasado el concierto, las dudas se habían disipado tras una muestra de estilo, personalidad y tiento a la hora de redefinir canciones propias y ajenas con una formación no acústica en sentido estricto pero sí versátil y adaptable en grado sumo.

Bien es cierto que las seis primeras piezas, interpretadas con viola y violín además de con guitarra y bajo –al final acústico significó sin batería-, destacaron por aspectos más vinculados a la forma de hacer de Mark –voz cavernosa y áspera como un chorro de arena, mirada perdida con determinación en algún punto de vete a saber dónde, economía de gestos y palabras, aire sombrío- que por el propio repertorio, todo y su calidad. Es cierto que las cuerdas no parecían caídas encima de la canción, sino parte de ella, pero lo mejor estaba por llegar. Y llegó cuando la cuerda se ausentó. Ahí apareció primero una preciosa Mescalito, más tarde Driver y Pentacostal y por en medio una sensacional toma de Cold Molly que en su andar tenía el aire pausado y meticuloso de Kip Hanrahan. El concierto estaba en sus mejores momentos.

Luego llegó el tramo, desigual, de las versiones. Primero un acercamiento a Sinatra fallido, pues Lanegan intentó emular a un crooner, algo que no es. Sin embargo la sensacional adaptación de Mack The Knife con sólo una guitarra, deslumbró. Así, a secas. La desnudez hizo enorme la pieza, que al ser cantada no solicitó de Lanegan un alejamiento de su estilo vocal. Más tarde, sólo Satellite of love evocó las similitudes entre Lou Reed y Lanegan, quedando como inventario Solitaire (Neil Sedaka) y You only live twice (Nancy Sinatra). La cuestión es que el concierto marcó una media muy elevada al ser capaz Lanegan de reinterpretarse y aproximar a su persona canciones nacidas muy lejos de la misma. Lanegan se miró a sí mismo y no se quiso ver como siempre. Y nada perdió sentido. El festival del Mil·leni comenzó estupendamente.

Mark Lanegan

Barts

Barcelona

25 Noviembre 2013

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