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El hombre que divulgó a Darwin en España

Antonio Calvo rescata la figura de Odón de Buen, el creador de la Oceanografía española

Odon de Buen: toda una vida, es el título del sexto libro del periodista y divulgador de la ciencia Antonio Calvo Roy. Se trata de una biografía del sabio zaragozano, inicuamente sepultado en el olvido bajo el franquismo, que había nacido en Zuera en 1863 y falleció en el exilio mexicano en 1945. El libro ha sido presentado este jueves por su autor y por los historiadores de la Ciencia Javier Puerto, Alejandro R. Díez y Daniel Pacheco en el Ateneo de Madrid. Precisamente en esta institución, el biografiado presidió su Sección de Ciencias en el tránsito decimonónico al siglo XX. Calvo Roy, que preside la Asociación Española de Comunicación Científica, descubrió la figura del sabio aragonés mientras escribía una semblanza del histólogo y Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), amigo de De Buen.

Ahora, en este nuevo libro, editado por Ediciones 94, el autor revela el origen, la vida y la obra de uno de los más acreditados –y olvidados también- hombres de ciencia de España, considerado como el padre de la Oceanografía española, mentor aquí de la obra de Charles Darwin (1809-1882) e infatigable investigador y divulgador científico.

De Buen vivió apasionadamente una vida caracterizada por el saber, afección que brotó en él gracias a los desvelos de sus padres, a los cambios educativos inducidos desde la Primera República y a la solidaridad de sus convecinos de la villa de Zuera, cuyo municipio decidió becarle para estudiar en Madrid por sus —tan tempranas como evidentes— dotes para el estudio. Siendo estudiante, primero de bachiller en Zaragoza y luego en Ciencias en la Universidad Central madrileña, sufragaba sus gastos impartiendo clases a sus compañeros. En plena juventud, De Buen había debido regresar a su pueblo natal donde su padre muere en 1885 en una epidemia de cólera allí desatada.

Librepensador y republicano

Poco a poco germina en él un compromiso ideológico con el librepensamiento y el republicanismo, que signaría su vida. De regreso a Madrid, obtiene una plaza de investigador a bordo de una vieja fragata de la Armada española, la Blanca, vestigio de la batalla de El Callao, en la que embarca y recorre el litoral de Escandinavia y del Norte de África. En aquella singladura, se enamora de los mares insondables donde, no obstante, cree ver un horizonte ilimitado para la ciencia por los tesoros naturales que sus profundidades ocultan. “En el mar están las causas de nuestro bienestar”, escribe Odón de Buen citado por Calvo Roy, que le atribuye, entre otras predicciones de talento, el carácter de precursor de la idea de sostenibilidad ecológica.

Posteriormente, Odón de Buen daría clases preparatorias para el acceso a la Academia Militar de Zaragoza a estudiantes como el futuro dictador Miguel Primo de Rivera, pese al creciente y declarado republicanismo de aquel y el monarquismo del general. Catedrático de Zoología en la Universidad de Barcelona, entre 1889 y 1911, posteriormente en la Universidad madrileña, como riguroso empirista De Buen despliega sus conocimientos sobre oceanografía desde una base experimental, cometido en el que entra en contacto con la obra de su paisano, el oscense Félix de Azara quien, entre 1788 y 1801, durante una encomienda para fijar fronteras en el Rio de la Plata, acopiaría allí una enorme cantidad de información biológica; en ella se inspiraría medio siglo después Charles Darwin en su fecunda exploración científica suramericana a bordo del buque Beagle, travesía en la que cosecharía buena parte de la probatura empírica de su universal teoría sobre el origen, la trasformación y la adaptación de las especies.

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Tal vez por todo ello, Odón de Buen formaría en la primera fila de los divulgadores de la obra darwiniana en España, tarea que le depararía problemas innúmeros, dado el potente arraigo del discurso escolástico dogmático aún vigente entonces en los claustros universitarios, de los que De Buen sería provisionalmente apartado en 1895 por presiones de un obispo de Barcelona, Casanyes, que tildaba de heréticos sus planteamientos. Sus obras fueron incluidas en el Índice de Libros Prohibidos.

En 1889 casa con Rafaela Lozano, hija del propietario de un semanal donde Odón desplegaría sus dotes de divulgador de la “ciencia para el pueblo”, tarea concebida por él en íntima conexión con la libertad, según el autor de su biografía. Con su esposa tendrá seis hijos.

Correspondió a Odón de Buen presentar en España a Albert Einstein (1879-1955), en la visita que el científico de Ulm realizó a nuestro país en 1923, periplo en el cual dictó varias conferencias en Barcelona, Zaragoza, el Ateneo de Madrid y en la Residencia de Estudiantes, bajo la estela de la Institución Libre de Enseñanza, pionera de la renovación intelectual de la ciencia española en claves krausista y positivista, a las cuales De Buen se hallaba estrechamente vinculado. En Barcelona mantuvo nexos académicos y de amistad con Francisco Ferrer Guardia, y en Madrid, vínculos científicos con Santiago Ramón y Cajal, futuro Premio Nobel.

En el plano ideo-político, Odón de Buen fue republicano comprometido; se desempeñó como concejal del Ayuntamiento de Barcelona y senador provincial; pero, ya en 1911, abandonó la política activa para aplicarse a la gestión de proyectos científicos que hallarían el reconocimiento de círculos académicos y políticos de Francia, Italia y Gran Bretaña, donde cosecharía numerosas distinciones y reconocimientos como oceanógrafo de gran nombradía.

Durante la Guerra Civil sufre la pérdida de su hijo Sadi, socialista, fusilado por los franquistas y Odón de Buen, tras permanecer un año preso, ya con 72 años, y ser ulteriormente canjeado, decide exiliarse en México con sus cinco hijos y su esposa. En 2003 sus restos mortales fueron trasladados a España. “He creído necesario rescatar del olvido a Odón de Buen, por él y por nosotros, sobre todo por nosotros”, concluyó Antonio Calvo Roy ante el público que colmaba la Sala de la Estafeta del Ateneo madrileño.

Odón de Buen: toda una vida. Por Antonio Calvo Roy. 280 páginas. Ediciones 94.

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