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Un paso al frente bajo palio

Pájaro, lugarteniente de la crema del rock sevillano, desnuda en Madrid su estreno como solista

Andrés Herrera, El Pájaro.
Andrés Herrera, El Pájaro.

Génesis de un gran currículo: “Con 16 años, a veces ponía copas en el bar de rock & roll de mi hermana en Sevilla. Y por allí paraba Silvio. Un día se presentó, y le canté todo su primer disco con la guitarra que había dejado empeñada Rafael Amador porque no pagaba la bebida. “Muchacho, ¿quieres ser mi guitarrista?”, me dijo en plena borrachera. Y lo olvidó hasta dos años después, cuando yo ya tocaba con Kiko Veneno”. Andrés Herrera, alias Pájaro (Sevilla, 1963) recuerda sus inicios y parafrasea a Neruda: “Confieso que he vivido, en mi caso, colaborando con todos los grandes”.

Mano derecha de ese mito y santo bebedor del rock sevillano que fue Silvio, cómplice de los hermanos Amador después de Pata Negra y respaldo del mismísimo Kiko con el que estos habían deslumbrado como Veneno, Herrera se plantó hace dos años: “Me apetecía ya algo propio, y no conocer España solo a través de los cristales de la furgo dando mi obra a otra gente”. La respuesta, Santa Leone, su debut y uno de los mejores discos de 2012 para múltiples medios, reeditado este año ante tanta loa por sorpresa. Es también el cimiento del show acústico con el que Pájaro abre el viernes en la sala El Sol un cartel compartido con La Maravillosa Orquesta del Alcohol.

El guitarrista, compositor y ahora cantante (“en el colegio no veas los recitales que me marcaba a lo Víctor Jara”) prepara ya un segundo capítulo. “La clave está en hacer canciones que te gusten a ti. E intentar no repetirse”. O lo que es lo mismo, no restar excepcionalidad al crisol de su ópera prima, a su finísima cocina de fusión: rock, blues, surf, bolero, canción italiana, Morricone y las cornetas de Semana Santa como ingredientes.

Los dos últimos nos retrotraen a su progenitor, fallecido cuando él apenas había cumplido los 13. “Era proyeccionista y me enseñó la profesión del cine. Yo flipaba con los westerns y las bandas sonoras. Aún no he sido capaz de ver Cinema Paradiso”. Herrera va más allá: “Mi padre me mostró el camino del arte. Y aunque era de un barrio, el de San Luis, al que en la República llamaban la Moscú de Sevilla, le metieron de monaguillo. Le encantaba la Semana Santa como a mí: por su música alucinante y sus olores. Lo religioso ya es otra cosa”.

El uso de la corneta (“instrumento muy antiguo y muy desconocido”) en el estreno de Pájaro resultó cosa de última hora: “Habíamos apalabrado que silbara Kurt Savoy, como en las películas de Sergio Leone, pero una noche salí a ver las madrugadas y en un paso descubrí que el corneta solista era de mi barrio. Pensé que quedaría mejor y cambié de idea”. El que sí silba en algún tema es él mismo: “De mis silbidos y mi nariz viene mi apodo de siempre”.

Dos cortes portan gen religioso: el surf cofrade que inaugura y titula el disco tiene origen en una canción de catequesis adaptada como marcha de Semana Santa. Idéntico uso que tradicionalmente recibe Ione, aunque su embrión esté en una ópera italiana. Ambos temas, por supuesto, impulsados por las seis cuerdas de Herrera y de los productores del álbum, Raúl Fernández y Paco Lamato, “dos auténticos genios”, el primero de los cuales le acompañará en la actuación madrileña.

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Santa Leone recoge el influjo de su maestro Silvio en los giros italianizantes de Perché (“si alguna vez debiera parecerme a alguien, ojalá fuera a él en la voz. Tenía un compás especial, era lo más grande”). E incluso retoma dos temas de Herrera ya interpretados por el mentor. “En uno, ahora un bolero, el texto adapta a San Juan de la Cruz. Para el próximo trabajo, planeo no recrear al místico sino al más bestia de los escritores, a Bukowski”.

El disco abunda en aportaciones de otros artistas: Gecko Turner, Julián Maeso, Dogo (sin Los Mercenarios)… Pero son los amigos estelares los que más lustran la ensalada. Raimundo Amador, por ejemplo, se presta a un duelo de guitarras con Pájaro en el cierre. “Aunque con quien más toqué en su día fue con su hermano Rafaelillo: cuatro años de gira. Que se separaran lo llevo como una espina: no ha habido una pareja más influyente de guitarristas. Y nada como el primer disco de Veneno. Aunque se puede decir que el Échate un cantecito de Kiko es su hermano no golfo”.

A la reciente gira por el vigésimo aniversario de dicha obra no pudo acudir Pájaro por problemas de agenda. “En los noventa, estuvimos año y medio dándole vueltas a las canciones en casa de Kiko, que hasta se compró un lápiz especial para escribir todas las letras. Para mi disco esta vez le pedí que escribiera una sobre mí, la de Luces rojas. Él y yo nos separamos por un roce que no viene al caso. Enseguida se arregló, es un tío estupendo”.

Pájaro y La Maravillosa Orquesta del Alcohol actúan el viernes 22 en la sala El Sol. 22:00h

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