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Obras de gran brillantez orquestal en los conciertos de la Sinfónica

Alonso hizo una versión segura y brillante del Concierto de trompa nº 1 de Richard Strauss

La Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Jun Märkl, ha celebrado este fin de semana los conciertos correspondientes a sus abonos de viernes y sábado. El programa unió dos obras de gran brillantez orquestal -Vodník (“El duende del agua”), de Dvorak, y el Concierto para orquesta de Bartók- y una obra de juventud que ya desvelaba el genio de su autor: el Concierto para trompa nº 1 de Richard Strauss, en el que tocó como solista David Fernández Alonso.

Fernández, que ya en 2003 fue Premio de la Crítica de Galicia y es por su actividad el trompista gallego de mayor proyección internacional, hizo una versión segura y brillante al servicio de la obra, calificada como imposible de tocar por el padre de Strauss -el más grande trompista de su tiempo, de quien Wagner decía que cuando sonaba su trompa todo el mundo debía callar-. La seguridad del músico gallego se manifiestó tanto en las complicadas agilidades como en los grandes saltos entre alturas que contiene la partitura. Su sonido fue siempre limpio y terso, solar en el registro medio, argentino en los agudos y de redondo poderío en los graves. El acompañamiento de Märkl y la OSG estuvo a la altura de la gran versión de Fernández.

El director muniqués mostró su buena técnica y su dominio del sonido, aprovechando a fondo los grandes recursos sonoros de la Sinfónica: en Vodník, a través de la gran capacidad descriptiva de este poema sinfónico y de la siempre riquísima la paleta de color orquestal del autor checo. Un aspecto que también destaca en el monumental Concierto para orquesta de Bartók.

En este fue de destacar la gradación de su amplísimo rango dinámico y una idónea adecuación al carácter de cada uno de sus cinco movimientos dentro de la simetría de su estructura. Por una parte, sus movimientos impares, con la tensión expresiva de la Introduzione en sus diálogos entre solistas y grupos; el dramatismo de su Elegia y su Finale, en el que las cuerdas tienen la fuerza expansiva de un huracán levemente trufada de un cierto toque de humor. En contraste con esto, el juego de ritmos y ecos del segundo, Gioco delle copie, y el dolor entreverado de sarcasmo del tema fugado del Finale.

La Orquesta Sinfónica de Galicia mostró su ductilidad en el ritmo firme y elástico marcado con precisión por Märkl, toda la riqueza expresiva y tímbrica de que es capaz y la gran calidad de todos y cada uno de sus solistas y secciones, tanto en las cuerdas como en las maderas, metales, arpas y percusión. Un brillante concierto en el que director, solista y orquesta lograron unas ovaciones realmente calurosas pese a que el aforo del Palacio de la Ópera presentaba una entrada algo menor que otros sábados.

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