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El intérprete de la emoción del jazz

Brad Mehldau, uno de los grandes innovadores del género, actúa este domingo en el Auditorio Nacional en su único concierto en suelo español a piano solo

El músico Brad Mehldau.
El músico Brad Mehldau.MICHAEL WILSON

Para el crítico e historiador Ted Gioia, “pocos músicos de jazz han reunido en los últimos años una obra más apasionante e innovadora”. Brad Mehldau (Florida, 1970) ofrece mañana domingo su único concierto en suelo español a piano solo, dentro del ciclo Jazz en el Auditorio Nacional (20.00, Sala Sinfónica). Los precios de las localidades, aseguran los organizadores, están en sintonía con los tiempos. Habrá que creerles.

Para el periodista, Brad Mehldau es un hueso duro de roer. Las entrevistas que ha concedido a cualquier medio escrito o hablado se pueden contar con los dedos de una mano. Su web rebosa sesudas reflexiones suyas en las que pone en relación a Beethoven con Jimi Hendrix, Rilke y Dios Padre: “Se dice que los músicos de jazz no teorizan sobre su música. Todo lo que puedo decir es que tampoco yo pienso demasiado acerca del significado de lo que hago. Pero no son solo los músicos de jazz. Estoy seguro de que, si les preguntas, la mayoría de los músicos de cualquier estilo dirán que no filosofan mientras tocan. La reflexión viene después del acto de tocar, o puede que antes: Lo que está claro es que una cosa es la teoría, y otra la práctica”.

En 2011, Mehldau publicó su tercer disco en solo, grabado en la localidad francesa de Marciac: “tocar solo es siempre un reto; no hay nadie en quien apoyarse ni uno tiene la oportunidad de tomarse un descanso. Eres tú y el piano”. Para Mehldau, enfrentarse a semejante reto exige de una cierta preparación psicológica: “a menudo me preguntan en qué pienso mientras toco en solo. No lo sé. En realidad, procuro mantenerme libre de cualquier tipo de pensamiento que pueda distraerme. Podría decirse que, con bastante probabilidad, no hay demasiado en mi mente cuando estoy improvisando”. Después de esto, resulta inútil especular con lo que vaya a poder escucharse esta noche: “cuando toco en solo puedo tener una idea aproximada de lo que es posible que toque, y a veces la sigo, y a veces no. Encuentro que es deseable tener una idea a la que recurrir, por si se da el caso de que mi cerebro se quede congelado en un momento determinado, pero también es bueno ser capaz de expresarse de una forma espontánea y decir, “oh, podría tocar eso ahora”, si me apetece hacerlo. Esta es la mayor ventaja de tocar solo, que puedes hacer lo que te viene en gana”.

Su concierto de mañana en Madrid tiene algo de vuelta a casa. El pianista mantiene estrechos lazos con este país, en el que residió cuando era un joven pianista a la búsqueda de un lugar bajo el sol del jazz. Sus conciertos de entonces en el Café Central forman parte de la leyenda: “Fue una experiencia fabulosa. Madrid era una ciudad excitante, yo era joven y se me presentaba la oportunidad de vivir la noche a tope, cosa que hice, y a modo. Crecí mucho como artista tocando con Perico Sambeat y con Jorge y Mario Rossy, además hice un montón de viajes al Prado… Guardo recuerdos muy felices y muy locos del Café Central y de Madrid. Recuerdo una noche, después de una actuación, en que empezaron a bailar flamenco de forma espontánea, algo increíble. En particular recuerdo a una camarera a la que le gustaba bailar… ¡era preciosa!”.

Poco después, Brad Mehldau estaría surcando los cielos del jazz, acompañado por el barcelonés Jorge Rossy, a la batería; y Larry Grenadier, al contrabajo. Quienes pensaban que todo cuanto puede expresar un trío de jazz estaba ya dicho, se dieron con un canto en los dientes. Con Mehldau nacía una nueva forma de entender el género, a la vez respetuosa con la tradición y renovadora en su expresión: “Me gusta pensar que soy un músico de jazz. Sé que ha habido una generación de músicos a los que no les gustaba esa palabra, sin embargo, yo me siento en deuda con Coltrane, Miles, Bill Evans… Para mí, jazz es un sentimiento que se forja a partir del swing y del blues; un compendio de emociones profundas y complejas, una catarsis; es alegría, desolación, deseo, espiritualidad, espontaneidad, esperanza, anarquía, orden, renuncia al ego...”

En su último disco a trío publicado en nuestro país, Where do you start, Mehldau interpreta Samba e amor, original de Chico Buarque, y Aquelas coisas todas, del guitarrista y compositor Toninho Horta: “para mí, decir música brasileña equivale a decir melodías hermosas, armonías hermosas, ritmos hermosos... la música brasileña es, a un tiempo, parecida y diferente al jazz. Ambas proceden de Europa y de África, pero en Brasil encuentras cosas que no existen en el jazz. Hay un punto trágico y a un tiempo discreto en la música brasileña que me vuelve loco. Tiene que ver con la expresión de un deseo, la saudade”. Where do you start contiene versiones arrebatadas de los clásicos del jazz –Airegin, de Sonny Rollins-, la canción estándar –Where do you start?, de Johnny Mandel- y el rock, representado por Billy Roberts-Jimi Hendrix (Hey Joe), Nick Drake (Time has told me) y Elvis Costello (Baby plays around): “no sé cuál es la diferencia entre tocar una pieza de Gershwin y una de Nick Drake, por ejemplo. Para que se haga una idea, en mi iPod, en estos momento suenan indistintamente Tigran Hamasyan y Derek and the Dominos, y así es siempre. Al final, todo es música”. Para primeros de año, está prevista la edición de un nuevo disco del pianista, Mehliana, a dúo con el baterista Mark Guiliana. En él, Mehldau interpreta únicamente instrumentos electrónicos, lo que va a constituir toda una novedad en su carrera. Pero eso será el año que viene.

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Este domingo, Brad Mehldau volverá a sentarse a solas delante de un piano gran cola para embarcarse en el más extraordinario de los viajes sin principio ni final: “a veces se dice que el piano es el mejor amigo del pianista, o su amante, incluso su peor enemigo… no hay que buscarle tres pies al gato. El piano es solo un montón de madera y unos trozos de metal”.

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