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LOURDES MUNDUATE

“El nuevo modelo laboral debe basarse en la confianza”

La catedrática defiende la profesionalización de los representantes de los trabajadores

Antonio J. Mora
La catedrática Lourdes Munduate.
La catedrática Lourdes Munduate.Paco Puentes

“Las relaciones laborales en España siempre se han basado en la confrontación. Es el país europeo, con diferencia, que tiene más arraigada esta tradición”. Lourdes Munduate (Gipuzkoa, 1956) es catedrática de Psicología Social de la Universidad de Sevilla y experta en gestión de conflictos y mediación laboral. Actualmente trabaja en un proyecto financiado por la Comisión Europea sobre diálogo social en el que se pone el foco en el papel de los representantes de los trabajadores. “Hay que profesionalizar este rol y que ambas partes se consideren socios estratégicos”, afirma Munduate, quien fue vicerrectora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sevilla desde 2008 a 2012. “El mundo cambia, el entorno cambia, la tecnología cambia y las relaciones laborales también cambian. Necesitamos un nuevo modelo, y lo necesitamos ya”, advierte.

Pregunta. ¿La crisis ha fracturado el diálogo social?

Respuesta. No solo la crisis. La globalización de la producción y la flexibilización del trabajo han provocado una crisis internacional de las relaciones laborales. Hay una intensa competitividad promovida por la liberación de los mercados y las nuevas tecnologías de la producción. Todo esto es una amenaza para el derecho laboral en los países industrializados, en los que se está viviendo una reescritura o rediseño de estas relaciones. Si no damos ya este paso, nos vamos a encontrar con una caja negra, con una desprotección total. Hay que buscar un modelo que proteja a los trabajadores y con el que las organizaciones sean más competitivas.

P. ¿Cómo se invierte esa histórica relación de confrontación?

R. La clave está en mejorar las competencias de los representantes de los trabajadores. Trabajar en cómo atraer a los mejores empleados para que actúen como representantes. En definitiva, profesionalizar este rol. El modelo de las relaciones laborales del siglo XXI tiene que basarse en la confianza mutua. Los directivos, por su parte, deberían ver a los representantes como socios estratégicos. Evidentemente, en algunos aspectos tendrán que competir porque los intereses no son los mismos, no se trata de eliminar la competición, sino de trabajar codo con codo. Ahora estamos reconstruyendo ese diálogo social que en la época de bonanza no ha sido tan necesario pero que hoy juega un papel esencial.

P. En definitiva, que dejen de verse como enemigos

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R. España, al igual que Portugal o Grecia, es uno de los países europeos en el que el modelo de la confrontación está más arraigado. Frente al programa mediterráneo está el escandinavo, por ejemplo el de Dinamarca, basado en el diálogo, el compromiso y el respeto mutuo. Los países del norte tienen más incorporado el modelo de diálogo social. En España, se debe pasar del modelo de la confrontación al de la confianza. No es igual una discusión entre amigos que entre enemigos.

P. ¿Ha faltado o falta diálogo en España?

Contra la discriminación

“No surge con la crisis, pero es cierto que se ha agudizado”. La catedrática de Psicología Social de la Universidad de Sevilla Lourdes Munduate hace referencia a la bautizada discriminación moderna. “Son esos comportamientos que dañan a la otra parte pero en los que resulta difícil identificar la voluntariedad de las personas que actúan de este modo”, explica la experta. Munduate forma parte de un grupo de investigación que estudia este rechazo hacia colectivos como los discapacitados o los homosexuales. “El 44% de los españoles cree que la discriminación por orientación sexual es una práctica difundida en España”, afirma. El proyecto analiza cómo promover organizaciones que colaboren en la inserción de personas que no pueden acceder a un empleo en igualdad de oportunidades.

R. Los indicadores del diálogo social en España, con respecto a la media de los países europeos, no son buenos. Eso sí, es esperanzador detectar que ambas partes están por la labor de buscar un nuevo modelo. Actualmente, como ante todo cambio, nos encontramos en un momento de incertidumbre, sin saber hacia dónde mirar... pero los indicadores son claros: hay que mejorar las competencias de los representantes, la dirección debe aceptarlos como socios estratégicos y debe haber confianza y transparencia.

P. ¿Qué interlocutor está más por la labor?

R. Según las entrevistas realizadas en la investigación, ambas partes muestran un gran interés por desarrollar un nuevo modelo laboral, por quitarse las orejeras y mirar hacia la misma dirección.

P. ¿La última reforma laboral ha supuesto una brecha en el diálogo social?

R. Sí, indudablemente. Pero la reforma laboral va en la línea de la flexibilidad y es en este aspecto en el que hay que trabajar. La flexibilidad no es buena ni mala a priori; pero la flexibilidad implementada unilateralmente sí puede ser mala. Ambas partes deben trabajarla conjuntamente. Los representantes deben acordar medidas de flexibilidad, ya sean funcionales, salariales, de conciliación familiar... Los trabajadores y los directivos deben acordar esas reglas. ¿En qué dirección? Por ejemplo, que los empleados temporales no sean considerados externos y también reciban formación.

P. ¿Qué papel deben jugar las Administraciones?

R. El diálogo social no surge de la nada, hay que invertir en mejorar el clima de las relaciones laborales. No solo es una labor de los empresarios, de los representantes o de los académicos, es una labor también de la Administración, del Gobierno. Hay que promover recursos para atraer a los mejores empleados hasta el papel de representante. Pero ya se sabe que en situaciones de crisis la inversión en políticas de igualdad o formación es la primera afectada. Eso sí, si nos quedamos con los brazos cruzados, el modelo se reescribirá al margen de los empleados y de los académicos.

P. Usted acumula una importante trayectoria en el mundo de la investigación, ¿cómo está viviendo los recortes en este campo?

R. La palabra es ira. Que nuestros investigadores, estudiantes o doctores se tengan que marchar fuera me produce mucho dolor, mucha ira... El hecho de que se estén colocando en el extranjero es una señal de que están bien formados, que reúnen las competencias de investigación, es una muestra de que en España formamos buenos investigadores. Ya volverán.

P. Durante su etapa como vicerrectora se triplicó el número de Erasmus...

R. Una experiencia como esa es imprescindible en la formación de cualquier alumno, no solo por aprender y perfeccionar un idioma, una de las grandes lagunas de la educación en España, sino también por su carácter integrador y cultural. El programa Erasmus ha hecho más por Europa que cualquier otro proyecto. Pero una cosa es esta movilidad estudiantil y otra muy diferente que se tengan que marchar porque no encuentran su sitio en su país.

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Sobre la firma

Antonio J. Mora
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue redactor en la delegación en Andalucía durante más de seis años y, actualmente, es portadista web. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de periodismo de EL PAÍS, también trabajó en Diario Sur e Infolocalia. En 2009, ganó el premio nacional Alma de Periodista.

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