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CRITICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Setenta años de la Orquesta de Valencia

María Rubio es una de las solistas más seguras y acreditadas de la agrupación

El 70 aniversario de la Orquesta de Valencia se celebró el viernes con un programa que incluía un estreno ad hoc, una primera interpretación del Concierto núm. 2 para trompa de Strauss, y una obra frecuentada por casi todas las orquestas del planeta: la Sinfonía “Del Nuevo Mundo” (Dvořák). “Porta dels Serrans”, que fue la obra encargada a Ferrer Ferran para esta ocasión, alude en su título a uno de los monumentos más conocidos de Valencia. Hay en ella momentos para el lucimiento de todas las secciones de la orquesta, con algún eco inicial que parecía venir de Stravinski, pero que se sumergió pronto en un lenguaje solemne y triunfal, más tendente hacia el siglo XIX.

Orquesta de Valencia

Director: Yaron Traub. Trompa solista: María Rubio. Obras de Ferrer Ferran, Richard Strauss y Antonin Dvořák, Palau de la Música. Valencia, 25 de octubre de 2013

Vino luego Strauss, en manos de María Rubio, una de las solistas más seguras y acreditadas de la agrupación. Asumió con coraje ese encaje de bolillos que es el segundo concierto para trompa, un instrumento que era especialmente querido y conocido por el compositor muniqués. Sabido es que el padre de Richard Strauss fue primer trompa del Teatro de la Corte de Munich, proporcionando así a su hijo, desde bien niño y en su propia casa, ocasiones sobradas para percibir las posibilidades (y también las dificultades) de este instrumento. Añádase a ello que el segundo concierto está escrito en las postrimerías de su vida, cuando el opulento lenguaje inicial se ha destilado mucho ya, como si buscara una nueva transparencia mozartiana que deja al desnudo cualquier fallito en la afinación o el ajuste. María Rubio salvó todas esas dificultades con un noble color y un exquisito refinamiento. La orquesta pareció un punto menos segura en una obra que interpretaban por primera vez y que está llena de peligros, a pesar de su sencillez aparente. Se dio luego, como encore, la canción popular “A la nanita, nanita”, en un ensoñador arreglo, muy aplaudido, de Amparo Edo Biol.

Yaron Traub programó, para la segunda parte, otra partitura que permite asimismo valorar la técnica de los instrumentistas, y cuyos temas se han convertido en auténticos clásicos populares: la novena sinfonía de Dvořák. A destacar el amplio aliento con que resolvió el corno inglés su crucial intervención en el Largo, así como la respuesta que le dieron, también en este movimiento, los primeros atriles de las cuerdas.

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